Beatriz Uriarte, a sus 32 años, es socia de Ospina Abogados y abogada penalista experta en delitos sexuales y violencia de género
Las mujeres hemos superado problemas del pasado, y de la escala de negro o blanco nos vamos al gris. La presencia de la mujer en las universidades no es algo extraordinario, ni mucho menos. De hecho, en carreras como el Derecho representamos más del 50% de los alumnos matriculados. Lo cual nadie negará que es una buena noticia.
También estamos en la escala de grises respecto a la incorporación de la mujer al mercado laboral de la abogacía, cifrándose en el año 2022 que prácticamente la mitad de los abogados de nuestro país son mujeres. Otro avance por el que felicitarnos como sociedad y que se refleja en el porcentaje de colegiadas por ejemplo en el ICAM, donde el 49% somos mujeres.
Ahora bien, volvemos al blanco y negro cuando nos referimos a los porcentajes de puestos directivos de los grandes despachos u otros puestos de responsabilidad en la abogacía institucional, como son los decanatos, donde la presencia de mujeres roza el 20%. Datos que evidencia un camino a superar, pero que también deben alentarnos mirando atrás y viendo el camino andado.
En este debate, que debe ser una pequeña lucha del día a día, no se está insistiendo lo suficiente en la realidad que envuelve nuestra amada profesión, el claro impacto que la tecnología jurídica tendrá en el futuro de las mujeres en la Abogacía, una herramienta de conciliación que pueden ser importantes a la hora de romper los denominados techos de cristal, pero donde debemos dirimir una corresponsabilidad vital entre las prácticas aplicadas en los despachos, cada vez más modernos y plurales, respecto de la propia administración de Justicia, que sigue anclada en el pasado. Y por supuesto, aunque parezca una obviedad, no usar de reflejo de la profesión únicamente a las grandes firmas corporativas, dado que casi el 70% de los abogados ejercientes en Madrid somos autónomos, que vivimos una realidad diferente, a lo que se debe sumar otros factores de referencia para analizar los elementos de desigualdad como puede ser la edad. Son precisamente los abogados jóvenes menores de 35 años quienes más porcentaje de contratos como asalariados representan en este sector, y por tanto siendo ello un motivo de análisis sino paralelo, al menos si diferenciado.
En definitiva, aún queda mucho por lo que pelear en la necesaria igualdad entre hombres y mujeres en la abogacía, pero condicionando la medidas a la realidad de la profesión y la práctica ejecución de la misma. De poco servirá implantar medidas correctoras en los despachos si la propia administración no respeta de forma práctica que tengas una cita ginecológica o una baja por maternidad.
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