• 29/04/2024 09:07

Áreas marinas protegidas. Por (*) Vera Coelho, Monica Verbeek y Alexandra Cousteau

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Tras varios aplazamientos debidos a la COVID-19, esta semana darán comienzo en Montreal las esperadas negociaciones del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de la ONU. La reunión, conocida como COP15, abordará la catastrófica pérdida de especies y hábitats que está transformando la biosfera y se ha anunciado como la mejor oportunidad para adoptar un «acuerdo de París para la biodiversidad».

Al igual que en el caso del cambio climático, las décadas de retrasos y soluciones a medias apenas han dejado una pequeña ventana para que la comunidad internacional actúe antes de que la crisis de la biodiversidad se descontrole.

Posiblemente, el aspecto más crítico y donde más se manifiesta este cambio es en los océanos, cuya conservación ha surgido como uno de los temas más destacados de la reunión.

De cara a la COP15, la Unión Europea ha sido una de las mayores defensoras de lo que se conoce como la campaña 30×30, una iniciativa destinada a proteger al menos el 30 % del océano mundial para el año 2030.

El comisario de Medio Ambiente, Océanos y Pesca de la UE, Virginijus Sinkevičius, llegó a viajar por el mundo para animar a otros países a que siguieran su ejemplo.

Asimismo, varios Estados miembros de la UE se unieron a la alianza Blue Leaders, mediante la que se comprometieron a desarrollar una amplia red de zonas marinas plenamente protegidas para el final de la década.

No obstante, aunque la UE defiende públicamente la protección de los océanos, entre bastidores se ha mostrado reacia a apoyar una protección estricta, lo que dejaría sin efecto el objetivo 30×30.

Esta falta de liderazgo coincide con un momento peligroso para el océano y los miles de millones de personas que dependen de él, ya que el cambio climático, la sobrepesca y la contaminación están llevando a los ecosistemas marinos de todo el mundo al borde del colapso(1).

Recientemente, un estudio ha revelado que, si se mantienen las tendencias actuales, el medio marino se vería abocado a una extinción masiva a una escala nunca vista desde la desaparición de los dinosaurios(2).

Estudio tras estudio, se ha demostrado que una de las mejores formas de promover la biodiversidad de los océanos es crear áreas marinas protegidas (AMP) bien gestionadas que prohíban las actividades perjudiciales. Gracias a estos santuarios, la vida marina es capaz de adaptarse y desarrollar su capacidad de recuperación ante a unas presiones ecológicas inéditas(3).

Sin embargo, muchos gobiernos se han doblegado a los intereses comerciales al implantar normas permisivas respecto a las llamadas zonas «protegidas», ya que han permitido actividades como la pesca, o han hecho la vista gorda cuando se han vulnerado las restricciones.

Los dirigentes europeos no necesitan mirar más allá de sus fronteras para apreciar el tipo de problemas que surgen de estos «parques de papel», en los que los límites de protección solo existen sobre el papel y no en la práctica.

Según Oceana, la pesca de arrastre de fondo, una técnica pesquera especialmente destructiva, se permitió o se produjo en el 86 % de la zona designada por la UE como hábitat marino protegido en 2018(4).

Asimismo, la investigación del grupo también descubrió que el año pasado en España se practicó casi nueve veces más la pesca de arrastre dentro de sus zonas protegidas que en las aguas adyacentes(5).

Ahora, la UE corre el riesgo de consolidar unas normas débiles en el marco global 30×30 si no defiende un texto que exija unas normas mínimas para lo que constituye una protección marina adecuada.

Los negociadores de la UE afirman que es necesario adoptar un texto poco preciso para dar cabida a las necesidades de las comunidades pesqueras indígenas y de los países en desarrollo.

Sin embargo, la pesca artesanal se beneficiaría con normas más estrictas y algunas de las propuestas más ambiciosas que están sobre la mesa en Montreal provienen de países en desarrollo.

Algunos países, como Nigeria, Panamá y Fiyi, defienden la plena adopción y protección de la campaña del 30×30 en el CDB, y la UE debería trabajar para respaldar la ambición de estos países en desarrollo.

De hecho, las comunidades indígenas no son las únicas en reconocer los beneficios de las zonas marinas protegidas. Un estudio reciente encargado por el Parlamento Europeo descubrió que las AMP comportan «un aumento de los ingresos y beneficios anuales de los pescadores locales, lo que conduce a un aumento del empleo local en el sector pesquero», así como «un aumento de las oportunidades recreativas capaces de impulsar el crecimiento de las instalaciones turísticas, incluidos restaurantes y hoteles».

En la COP15, los mandatarios cuentan con una oportunidad única para establecer un mecanismo global que establezca normas eficaces para las áreas marinas protegidas de cara a garantizar sus beneficios ecológicos y proporcionar un salvavidas a las innumerables especies vulnerables que se encuentran al borde del colapso.

Si la UE se toma en serio la idea de ofrecer algo más que un discurso de boquilla sobre la protección marina, ha llegado el momento de predicar con el ejemplo y acabar de una vez por todas con los «parques de papel» en las aguas de la UE e impulsando una protección real a escala mundial.

El futuro del clima y del océano están unidos de forma indisoluble. No podemos abordar las dos crisis de forma aislada.

Si bien en su día los líderes de la UE encabezaron un llamamiento mundial a favor de lograr objetivos ambiciosos para reducir las emisiones y contribuyeron a hacer realidad el acuerdo climático de París, ha llegado la hora de que el océano cuente con el mismo apoyo.

 

(*) Monica Verbeek es directora ejecutiva de Seas At Risk, Vera Coelho es directora senior de Incidencia Política de Oceana en Europa y Alexandra Cousteau es consejera senior de Oceana.

 

1 https://www.ipcc.ch/srocc/

2 https://www.science.org/doi/10.1126/science.abe9039

3 https://nmsmarineprotectedareas.blob.core.windows.net/marineprotectedareas- prod/media/archive/pdf/helpful-resources/mpas_climate_change_march_2013.pdf

4 https://europe.oceana.org/reports/unmanaged-unprotected-europes-marine-paper-parks/

5 https://europe.oceana.org/press-releases/trawling-is-taking-its-toll-on-spanish-marine-protected- areas-fishing-is-nine-times-more-intensive-in-these-areas-than-in-the-rest-of-the-sea/

Marine protected areas. By (*) Vera Coelho, Monica Verbeek and Alexandra Cousteau

After several postponements due to COVID-19, highly anticipated UN Convention on Biological Diversity (CBD) negotiations open later this week in Montreal. The meeting, known as COP15, will address the catastrophic loss of species and habitats that is transforming the biosphere and has been billed as the best chance to adopt a “Paris agreement for biodiversity”.

As with climate change, decades of delays and half-solutions have left only a small window for the international community to act before the biodiversity crisis spins out of control. Perhaps nowhere is this more evident than with ocean conservation, which has emerged as one of the meeting’s most salient issues.

Leading up to COP15, the European Union was one of the biggest champions of what is known as the 30X30 campaign, an effort to protect at least 30 percent of the global ocean by 2030.

The EU Commissioner for Environment, Oceans and Fisheries, Virginijus Sinkevičius, went so far as to travel the world to urge other countries to follow suit. In addition, several EU member states joined the Blue Leaders alliance, committing to build a vast network of fully and highly protected marine areas by the end of the decade.

But, even as the EU publically champions ocean protection, behind the scenes it has been reluctant to support strict protection, which would effectively render the 30×30 target toothless.

This failure of leadership comes at a perilous moment for the ocean and the billions of people who depend on it. Climate change, overfishing, and pollution are pushing marine ecosystems around the world to the brink of collapse(1).

A recent study found that if present trends continue, the marine environment is on track for a mass extinction on a scale not seen since the dinosaurs vanished(2).

Study after study has shown that one of the best ways to promote ocean biodiversity is to create well-managed marine protected areas (MPAs) that prohibit harmful activities. The sanctuaries allow marine life to adapt and build resilience against unprecedented ecological pressures(3).

Nevertheless, many governments have bowed to commercial interests by establishing permissive rules for so-called “protected” areas, allowing for activities like fishing, or by turning their heads when the boundaries are violated.

European leaders needn’t look beyond their shores to appreciate the kind of problems that arise from these so-called “paper parks” – where protective boundaries exist only on paper and not in practice.

According to Oceana, bottom trawling, a particularly destructive fishing technique, was allowed or occurred in 86 percent of the area designated by the EU as protected seabed habitat in 2018(4).

The group’s research also found that last year Spain saw nearly nine times more trawling inside its protected areas than in adjacent waters(5).

Now, the EU risks enshrining weak rules in the global 30X30 framework, if it fails to support language that would require minimum standards for what constitutes adequate marine protection.

EU negotiators claim vague text is necessary to accommodate the needs of indigenous and developing country fishing communities. However, artisanal fisheries stand to benefit from more stringent rules, and some of the most ambitious proposals on the table in Montreal are from developing countries.

Countries like Nigeria, Panama, and Fiji are champions of highly and fully protecting 30 by 30 at the CBD and the EU should be working to support the ambition of such developing countries.

It’s not only indigenous communities who recognise the benefits of marine protected areas: a recent study commissioned by the European Parliament found that MPAs lead to «an increase in annual income and profit of local fishers which has led to an increase in local employment in the fishery sector», as well «an increase in recreational opportunities that are driving growth in tourism facilities, including restaurants and hotels.»

Leaders have a once in a generation opportunity at COP15 to create a global mandate that establishes meaningful rules for marine protected areas that ensure ecological benefits and provide a lifeline for countless vulnerable species teetering on the brink of collapse.

If the EU is serious about paying more than lip service to marine protection it’s time to lead by example by ending “paper parks” in EU waters once and for all, and pushing for real protection globally.

The future of the climate and ocean are inextricably bound together. We can’t address the dual crises in isolation.

EU leaders led the world in calling for ambitious emissions reduction targets and helped make the Paris climate accord a reality. The ocean deserves the same kind of leadership.

 

(*) Monica Verbeek is Executive Director to Seas At Risk, Vera Coelho is Oceana’s Senior Director, Advocacy in Europe and Alexandra Cousteau is a Senior Advisor to Oceana.

 

1 https://www.ipcc.ch/srocc/

2 https://www.science.org/doi/10.1126/science.abe9039

3 https://nmsmarineprotectedareas.blob.core.windows.net/marineprotectedareas- prod/media/archive/pdf/helpful-resources/mpas_climate_change_march_2013.pdf

4 https://europe.oceana.org/reports/unmanaged-unprotected-europes-marine-paper-parks/

5 https://europe.oceana.org/press-releases/trawling-is-taking-its-toll-on-spanish-marine-protected- areas-fishing-is-nine-times-more-intensive-in-these-areas-than-in-the-rest-of-the-sea/

 

 

Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de Medio Ambiente y Ciencia en EFEnoticias y  EFEverde

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