El biólogo marino Carlos Duarte considera que transmitir el mensaje de que hay que cuidar los océanos por «cuestiones sentimentales» no los salvará y que las millonarias inversiones que se necesitan para protegerlos sólo se lograrán si valorizamos todo el potencial que guardan y que ya no hace falta «extraer», sino que basta con copiar.
«Si afirmamos que el océano se debe de cuidar por cuestiones sentimentales, tus nietos no van a conocer un océano saludable, es así es así de simple porque conservar el océano cuesta mucho dinero y ¿de dónde va a salir?, ha señalado Duarte durante una entrevista con EFEverde durante su visita a Madrid para participar en el foro MadBlue.
Se necesita dinero
Ante la escasez de recursos públicos y filantrópicos, ese dinero puede salir de los propios océanos, en los que empezó la vida hace unos 3.500 millones de años durante los que los organismos que los habitan han desarrollado distintas capacidades para adaptarse y mantenerse vivos en condiciones adversas.
Eso ha llevado a que atesoren «el mayor repertorio de diversidad genómica de la biosfera» y que, gracias a la actual tecnología, ahora se pueda secuenciar para generar proteínas en laboratorio que después se puedan aplicar en medicina, farmacéutica, tecnología de la alimentación, bioderremediación o energía.
Los recursos genéticos son completamente renovables, lo que significa que no hay que extraerlos para usarlos, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, en el que había que extraer continuamente de los océanos «porque no teníamos la capacidad tecnológica de copiar y mejorar esas moléculas. La gran ventaja de la nueva economía marina es que no es extractiva», ha subrayado.
Más ciencia
Pero para poder «explotarla» primero hay que describir qué es lo que hay en el océano y, una vez hecho ese inventario, hay que «encontrar la aguja en el pajar», es decir, dar con «el gen que va a permitir resolver problemas en distintos sectores».
Precisamente, un equipo internacional liderado por Duarte ha elaborado el mayor catálogo de ADN oceánico jamás realizado, con más de 317 millones de grupos de genes de organismos marinos de todo el mundo de los que aprender para resolver problemas.
«Lo que ofrecemos al mundo es un pajar lleno de paja. Ahora hay que encontrar las agujas. Lo primero es determinar qué aguja quieres buscar y cómo buscarla y ahí es donde la inteligencia artificial está abriendo nuevas fronteras», según el biólogo.
En nuestra vida diaria, ya utilizamos muchos productos que han sido transformados usando genes de origen marino, como la leche sin lactosa, sardinas en latas sin escamas o las pruebas PCR, y hay muchas más que podrían llegar.
Desarrollar todo el potencial que guardan los océanos permitiría generar los recursos que se necesitan para protegerlos y para lograrlo se necesitan ciencia y fondos y menos «bla, bla, blá oceánico», ha aseverado Duarte, considerado uno de los mayores expertos marinos del mundo.
No basta con pintar «rayitas»
Entre ese «bla, bla, blá oceánico», destaca el objetivo 30/30: proteger el 30 % de la biodiversidad marina a 2030, que se ha convertido en todo un eslogan y que ha convencido a muchos «de que con eso basta» pese a que «no es, en absoluto, suficiente».
Esto es muy peligro porque implica que el resto de acciones que se necesitan se estén quedando fuera de la discusión política y social.
«Que pintes rayitas en el mapa y digas que este área es un área marina protegida y, por ejemplo, regules actividades como la pesca, no te asegura que la vas a conservar porque el cambio climático o los plásticos no entienden de rayitas», ha aseverado Duarte.
Por contra, saber que los recursos marinos pueden resolver problemas en la sociedad y, también, generar valor económico «debería alertarnos de la importancia de protegerlos».
«Protegemos lo que conocemos, pero hay muchas potencialidades del océano que aún desconocemos (…) Ahora tenemos las herramientas necesarias para generar valor a partir de esa biodiversidad sin tener que extraerla, solamente cuidándola».
Sólo alcanzar los objetivos de biodiversidad para corales tropicales costará más de 600.000 millones de dólares y, hoy por hoy, el 80 o 90 % de los recursos económicos está en los mercados financieros.
«Ahora, esos recursos no se utilizan para conservar el océano, sino que se usan para extraer del océano, para pesca, para transporte marino o para minería submarina», actividades todas ellas con impacto.
Sin embargo, si fuéramos capaces de generar una economía del océano regenerativa «eso sería dar un buen uso a los caudales privados. Se trata de crear economías que sean positivas para el océano no de descubrir la economía del océano porque entonces se irá todo al garete», ha añadido.
Todo está conectado
Las tribus maoríes de Nueva Zelanda y las Islas Cook lo han entendido.
Tras décadas pleiteando, han recuperado sus derechos sobre tierra y océano y los gestionarán para sanarlos en un proyecto basado en tres principios de los que deberíamos aprender: somos parte de la naturaleza, todo está conectado y para recibir hay que dar. «No puedes solo recibir de la naturaleza sin darle nada», ha subrayado Duarte.
«Ese proyecto se va a financiar a partir de inversiones de mercado, nadie va a hablar de valores ni de romanticismo (…) Son gente sofisticada y entienden que hay que financiarlo y que el capital está en el mercado».
La conexión entre el océano y tierra fluye a través de los ríos, ellos lo saben. Por contra, en nuestro mundo todo está compartimentado: océanos, atmósfera, tierra, bosques, agricultura … «hemos dividido todo en parcelitas que luego no somos capaces de encajar ni de establecer las conexiones», ha lamentado.
El mayor peligro: que no creamos en un océanos saludable
No obstante, en su opinión, el mayor peligro al que se enfrentan los océanos no son ni el cambio climático ni los plásticos ni la sobreexplotación, sino que, ante tanto mensaje negativo, «nos demos por vencidos en la búsqueda de un océano saludable», algo que muchos ya han descartado.
«Cuando algo se descarta se deja de intentar alcanzarlo», ha advertido Duarte, quien ha abogado por acuñar un término que refleje que hay un mundo «posible y positivo».
«Para diseñar hay que imaginar, ahí es cuando comienza a existir algo», según Duarte, que ha apuntado que mientras existen los términos utopía y distopía, no hay palabra, ni en castellano ni en inglés, que se refiera a un «futuro posible y positivo».
«El optimismo es una actitud vital que dice que todo va a ir bien sin que tengas que hacer nada al respecto. La esperanza es otra actitud vital que reconoce las dificultades de alcanzar un objetivo, pero que con gran esfuerzo y dificultades sería posible alcanzarlo. No soy optimista pero sí tengo esperanza», ha concluido. EFEverde
atm
LifeInvasaqua, candidato a los premios Red Natura 2000 en la categoría de cooperación transfronteriza.
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La entrada Duarte: decir que hay que cuidar los océanos por cuestiones sentimentales no los salvará se publicó primero en EFEverde.
