La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha aprendido la lección. Al contrario de lo que hizo al poco de llegar al despacho que ahora ocupa, defiende a ultranza que un objetivo de la institución que dirige es evitar que los mercados se ceben con alguno de los países que integran la zona euro y acabe por provocarles crisis de deuda. Es una “precondición” para asegurarse de que hay una “transmisión adecuada” de la política monetaria del BCE a los 19 estados miembros que componen la moneda única, que tiene esculpido en su mandato fijar un objetivo de inflación a medio plazo en el 2%.