Ideas como el desarrollo sostenible y la justicia social, tan presentes en las conversaciones actuales, aunque no son nuevas, ahora sí suenan urgentes. Medio siglo después de que los climatólogos Syukuro Manabe y James Hansen (1) lanzaran las primeras (y desoídas) alertas sobre el cambio climático, nos hemos dado cuenta de que la inacción ya no es una opción.
Aunque tarde, parece que desde todos los sectores estamos empezando a darnos cuenta de que dar respuesta a desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad creciente o la crisis energética, es una responsabilidad inaplazable. Acumulamos demasiados años en los que frenar o prepararnos para estas problemáticas no ha sido una prioridad y ahora nos encontramos frente a la nunca apetecible dicotomía del “ahora, o nunca”.
Cambio estructural hacia el impacto positivo
Lo sorprendente es que, a pesar de todas las señales, actualmente estamos lejos de enfrentarnos a fenómenos coyunturales y nos encontramos ante los síntomas que hacen necesario un cambio estructural si queremos que las generaciones futuras puedan disfrutar de un nivel de bienestar aceptable en un planeta habitable.
Y, como responsables de alrededor del 80% del PIB mundial, las compañías ya no podemos quedarnos de brazos cruzados a la espera de que sean los gobiernos y las ONG quienes actúen.
No nos referimos a hacer greenwashing ni a las limitadas acciones de responsabilidad social corporativa, sino de reorientar la estrategia de la empresa a un propósito vinculado con la protección del planeta o la generación de justicia social, y ponerlo al mismo nivel que los beneficios y el retorno de inversión de los accionistas.
Es un cambio que, aunque se presenta complejo, es innegociablemente necesario para alcanzar un nuevo paradigma en el que las compañías no solo minimicen su impacto en el entorno, sino que sean un medio para su regeneración. Un medio para la creación de impacto positivo.
Una posible perspectiva en este sentido implica considerar que los negocios a los que nos dedicamos desde las empresas son solo un medio para generar los recursos necesarios para tener un impacto positivo. Por ejemplo, destinando sistemáticamente una parte de los beneficios netos a causas sociales y medioambientales, de manera que, cuanto mayor sea el beneficio económico, mayor será el impacto positivo.
Responsabilidad y necesidad
La reciente luz verde del Congreso de los Diputados a la figura legal de las empresas con propósito representa un nuevo impulso y una oportunidad para que cada vez más compañías reorienten su actividad a dar respuesta a un propósito.
Porque cuando dentro de unos años expliquemos a las generaciones futuras cómo funcionaba el sector privado, los jóvenes no entenderán que les digamos que no había nada más que ganar dinero y acumular riquezas, ignorando el calentamiento global o el agotamiento de recursos naturales.
Vivimos en el momento de actuar desde la empresa, por responsabilidad y por necesidad.
Porque el planeta, sin la humanidad, se salvará y regenerará solo, pero nuestro bienestar futuro, y el de nuestros hijos, dependerá de lo que hagamos hoy.
(*) Mario Rovirosa es director general de Ferrer.
Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de Medio Ambiente y Ciencia en EFEnoticias y EFEverde
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