• 29/04/2024 23:46

Ciudad y gestores

(origen) (abc) Jun 8, 2022 , ,
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Leo con avidez estos días las noticias que ha generado el inicio de la tramitación por el Ayuntamiento de Madrid de la modificación de las normas urbanísticas de su Plan General. Quienes conocemos a Mariano Fuentes, concejal delegado del área de Urbanismo, sabemos que es un gestor urbano, un técnico envuelto en política. Envuelto, que no enredado. Utiliza la política como el que utiliza un traje elegante. Sabe que ha de vestirlo para acudir a la fiesta. Siempre lo lleva planchado. Siempre parece nuevo. Cuando acaba la fiesta, lo guarda en su armario y sigue trabajando con responsabilidad y dedicación. Diría que hasta con cariño.

Se le ve radiante estos días. No es para menos. Como gestor urbano conozco lo difícil que resulta hincarle el diente al urbanismo madrileño. La delegación de urbanismo lo ha hecho de la mejor manera, sin complejos, trabajando y sentándose durante un año a escuchar a la sociedad. Técnicos, expertos, vecinos, nuevos desarrollos, viejos barrios, se han sentado a la mesa para exponer las necesidades reales de la ciudad y de sus habitantes. Parece fácil y probablemente lo sea, más de lo que pueda imaginarse para una práctica que, por desgracia, no había sido común hasta ahora. Pero piensen ustedes que hablamos de la megaciudad de Madrid. Aunque no desgranaré hoy las virtudes de la modificación anunciada, o la forma de mejorarla, que todo es mejorable, me permito citar a Jane Jacobs cuando rechazaba considerar que fuera un caos la mezcla de usos diversos en la ciudad, defendiendo que lo que verdaderamente implicaba tal mezcla era una forma compleja y altamente desarrollada de orden. Y en estas anda el Ayuntamiento de Madrid. No se trata de ideologías, es gestión. La intensificación y mezcla de usos ha de convertirse en el kilómetro 0 del urbanismo madrileño. Si se quiere volver a humanizar la ciudad hay que mezclar. Como en química, lo mezclado no se combina, forma un cuerpo nuevo en el que cada componente mantiene su identidad y propiedades. Los usos urbanos tienen que mezclarse y formar ese cuerpo, la ciudad, esa unidad en la que las viviendas, las tiendas de barrio, las oficinas grandes y pequeñas, los cines, los museos, los parques y jardines, el almacén donde recoger el producto comprado desde el hogar, conviven y otorgan vida a la ciudad, mejorando un torrente sanguíneo en el que se circule con tranquilidad, sin que haya que recorrer todo el sistema para llevar el oxígeno a sus miembros, a sus barrios. Cada uno con su propia estación de bombeo y reciclaje. Mejorando el estado general del corazón de la ciudad, que sólo habrá de preocuparse porque todo fluya hasta llegar a cada estación de bombeo. La movilidad mejorará, la accesibilidad quedará garantizada, la integración será un hecho. La humanización de la ciudad, más cerca.

Parece difícil. Seguramente lo sea. Aunque todo será extraordinariamente más fácil cuando un sistema urbano así concebido funcione. En todo caso, se trata de gestión y de gestores. Un arquitecto urbanista y, sin embargo, excelente amigo, me reprochaba en relajada conversación una supuesta fijación de quien les escribe con la gestión y los gestores. Aducía que esa obsesión me lleva a mercantilizar el urbanismo. Nada más lejos de mis ideas. La gestión no es solo privada, también hay gestión pública y grandes gestores públicos. Es más, defiendo que debe haber una intervención decidida de lo público en la ciudad y en todo lo que en la ciudad afecte al inmobiliario, en general, y al urbanismo, en particular. Sucede que tendemos a contraponer políticas liberales e intervención. Lo cual es, desde luego, una reducción al absurdo cuando hablamos de ciudad en el siglo XXI. Un sistema tan complejo como lo es la ciudad no puede encasillarse en políticas ni ideologías. En los tiempos que corren trascender la ideología no resulta fácil y así nos va. Poco observamos que la política y la ideología son un instrumento, el medio para obtener resultados, necesario pero limitante si nos empeñamos en hacer de la política o de la ideología un fin en sí mismo.

No creo que sea antiliberal un sistema urbanístico que tome prestados elementos, por ejemplo, del modelo de Francia en el que su Cuerpo de Arquitectos y Urbanistas del Estado, una de cuyas motivaciones principales está en «hacer coherente el respeto por el patrimonio y el planeamiento del territorio”, vela porque no se cometan tropelías arquitectónicas ni estéticas en la concepción, diseño y ejecución de las edificaciones o de los trazados urbanos. La mezcla de usos, como recordaba Jacobs, no resulta caótica; aquellas tropelías, sí llevan al caos urbano y atentan contra la integración de usos y, lo que es peor, contra la cohesión social que ha de inspirar cualquier intervención urbanística o actuación arquitectónica. Sabiendo que la existencia de un organismo con tales funciones no es posible en el ámbito estatal en España por nuestro sistema competencial, bien pudiera instrumentarse en la escala autonómica.

Con todo, la gestión urbana es lo suficientemente compleja para que quien la atienda sea un verdadero gestor urbano, ya sea público o privado, ya arquitecto, abogado, geógrafo, incluso, por qué no, historiador o sociólogo, siempre que tenga las competencias, aptitudes y actitudes que han de definir a un gestor urbano. Sobre la concreta definición de tales competencias, me quedé hoy sin espacio. Aunque aquí puede haber discusión, también, provocada por aquellos cuyo celo les hace excluir de la gestión de la ciudad a los que no son arquitectos, o abogados, o geógrafos… Ante estos, desconfíen, no son gestores urbanos.


Artículo de (abc) publicado en https://www.abc.es/economia/inmobiliario/abci-ciudad-y-gestores-202206090059_noticia.html