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La irrelevancia del dato

(origen) Redacción Sep 13, 2023 , , ,
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Carlos Ranera

Seguro que ha participado en conversaciones recientes en las que familiares, amigos y compañeros le han hablado de lo bien o mal que se encontraban, basándose en los resultados de sus estudios, trabajos o negocios. Lo normal es que los resultados condicionen de manera muy relevante el estado de ánimo de las personas. Ocurre en el deporte, en la vida personal y en la profesional. Cuanto peor te va, peor te sientes y peor te sigue yendo.

Cuando surge alguien que se opone a esta situación y por pundonor, fortaleza mental o confianza en sí mismo, no se resigna y lucha, lo calificamos de héroe, elegido de los dioses o caso de estudio. Rememoren las gestas de Rafael Nadal que maravillan al mundo entero. La última Liga de Campeones del Real Madrid, ganando por fe y confianza eliminatorias que estaban perdidas. En el mundo empresarial ocurre lo mismo, pero sin la repercusión que tiene el deporte.

Las personas vivimos en una espiral. En nuestra mano está la dirección en la que la recorremos. En unos casos es una espiral invertida, con dirección hacia el centro, donde cada día nos encontramos más atrapados, con peores sensaciones y más perdidos en el laberinto. Al final de esa espiral, si antes no somos capaces de pararla y darle la vuelta, suele estar esperándonos la frustración y el fracaso. En sentido contrario, existe una espiral expansiva, donde cada vez nos va mejor, ganamos seguridad para atrevernos a afrontar nuevos retos y a seguir proponiendo nuevas ideas. La dirección de esa espiral no tiene límites. Crece, crece y crece.

Si analizamos por qué las personas toman una u otra dirección en su espiral podremos ver que los datos tienen una relevancia crítica. Si no apruebo, pierdo confianza en mí mismo y puedo llegar a pensar que no sirvo y que soy torpe. Millones de personas piensan que no se le dan bien las matemáticas o los idiomas. En la mayor parte de los casos, no es cierto. Si no encuentro pareja, pienso que no tengo atractivo o que los demás tienen más atractivo que yo. Si no prospero profesionalmente, es porque no sirven mis cualidades o mis habilidades pasan desapercibidas. Siempre buscamos primero un culpable fuera; los profesores, las chicas o chicos que no se fijan en mí o los jefes. Pero lo que realmente se dinamita es la confianza en uno mismo.

Si seguimos revisando qué pasa en las empresas, llegaremos a una triste conclusión. La mayor parte de los directivos de las empresas hacen depender su estado de ánimo de cómo van las cosas. Su carácter se ve influido de manera determinante por los datos que cada mañana les pasa el área de control de gestión o lo que ven en la pantalla del ordenador. Gigantesco e involuntario error. Una empresa sin gobierno por naturaleza va mal. Pierde talento, clientes y ventas. No existen ecosistemas perfectos autorregulados, donde las empresas por su sola existencia prosperan y tienen éxito. Las empresas necesitan de personas que sean capaces de mantener el rumbo cuando es el adecuado o de corregirlo cuando es equivocado. Los datos solo son advertencias de rumbo que, leídos por las mentes adecuadas, dan pistas de las decisiones a tomar. Lo que nunca podemos dar a los datos es el poder de condicionar el estado de ánimo de las personas claves de la organización. Si el dato es malo, hay que tener el estado de ánimo adecuado para cambiarlo. Caer en el desánimo, la desesperación o la frustración es de perdedor. Ahí es donde se elige la dirección de la espiral de cada persona. El estado de ánimo cambia el dato, nunca el dato puede cambiar el estado de ánimo.

Ser directivo es asumir ser la referencia profesional para muchas personas. Si lo eres, no puedes estar desmotivado, triste o desorientado. Si lo estás, revísate. Antes de salir de casa cada mañana te tienes que reconstruir para transmitir confianza y ánimo. Certeza sobre cuál es el camino a seguir. Si el dato es malo, sonríe y trabaja duro para cambiarlo. Un triste, iracundo o inseguro no puede ser la referencia para nadie.

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