• 18/04/2024 19:17

Usos, costumbres y construcciones tradicionales ayudaban a reducir el calor

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Noemí Romero Vera .- EFEverde -. Desde épocas antiguas, varias costumbres ayudaban a reducir la temperatura en verano, como bajar la persianas, no salir a la calle en las horas pico o hacerlo “al fresco” con los vecinos al caer el sol, beber agua con limonada, sacar el colchón al jardín o la terraza o utilizar el abanico, pero que se han ido perdiendo con el aire acondicionado o los ventiladores.

Además, las personas creaban mecanismos que conservasen en verano frescos el agua o los alimentos, utilizando edificaciones específicas, como los pozos de nieve, los muros gruesos de las casas, los techos altos, las chimeneas, las cuevas, las terrazas o los patios.

Y entre las costumbres más tradicionales estaban gestos como el abanicarse o el beber agua de un botijo, gestos que aun siendo tan simples, ”suponían una reducción del consumo de energía”, según expertos consultados por EFE.

No obstante, su uso se ha ido perdiendo con el paso del tiempo y el uso de la tecnología, y según los expertos “la pérdida de uso de estas estructuras ha ido ligado a la pérdida de la tradición”.

La cultura de la cerámica

El alfarero, José Ángel Boix, cuarta generación familiar de Severino Boix en Agost de Alicante, alfarería donde se fabrican botijos ha afirmado que “la cerámica es cultura y gracias a ellas tenemos historia, pero ahora ha quedado relegado a usos decorativos”.

Según Manuel Bellido- expresidente de la Asociación de Alfareros de la localidad extremeña Salvatierra de Barros, el botijo ya tiene sólo interés etnográfico y cultural, y “hoy en día se compra más por efecto decorativo y turístico que por su verdadera utilidad, aunque hay una pequeña parte de la población que se aferran a la tradición por la esencia que encierra”.

Rafael Osuna Ariza, responsable de Cerámica Rambleño, en la ciudad alfarera de La Rambla (Córdoba), ha achacado la culpa a la industrialización, y a la pérdida del control del valor de la producción por parte de los propios alfareros y a la falta de relevo generacional.

El alfarero señala que en La Rambla llegó a haber 120 talleres en los años 80 y ahora existen unos 50, «para los que no habrá relevo generacional”, por eso, ante este “panorama gris”, está decidido a “trasladar a la población los beneficios y la ilusión de hacer botijos de nuevo”.

Los alfareros Boix y Osuna insisten en la “dificultad de su creación«, cuyo “secreto” procede de la arcilla y la porosidad de su superficie, capaz de descender la temperatura del líquido del interior hasta 10 grados centígrados.

Al igual que el botijo, cuyo origen se remonta a Mesopotamia hace más de 5500 años y cuya producción se fue extendiendo por otras civilizaciones hasta llegar a nuestros días, de acuerdo con Bellido, también “existen en la actualidad el recuerdo de otras construcciones o edificaciones”.

Se refiere a los solares con bodegas o espacios frescos en las partes más profundas para conservar alimentos mediante paja y helechos, los pozos de agua fresca en el interior de las casas o los pozos de nieve, excavaciones recubiertas de piedra o ladrillo de alto nivel etnográfico- en algunos casos simas o grietas naturales – donde la nieve se almacenaba en invierno para poder extraerla y utilizarla en verano.

Pozos de nieve 

Entre Yunquera y Tolox, en el Puerto de los Ventisqueros en la Sierra de la Nieves -a 1500 metros de altitud-, se localizan algunos de ellos, los cuales, según Miguel Merchán, guía turístico e investigador de la Casa Museo Francisco Sola, tenían un sistema de desagües que facilitaban la salida del agua para que la nieve se hiciera hielo.

Esos pozos de hielo «se distribuían por toda la provincia de Málaga y región andaluza para hacer preparaciones farmacéuticas o conservar alimentos«. Sus restos ahora, abandonados por el paso del tiempo y el olvido de los hombres, han quedado repartidos por España, ha insistido el guía.

De acuerdo con el divulgador de historia, Javier Sanz, esos pozos ya existían en Persia, o en zonas desérticas de Irán e Irak, y eran llamados «Yakhchāl«, unas construcciones de adobe -con forma de cúpula con paredes gruesas y una altura de unos 10 metros- sobre unos pozos forrados con mortero (arena, clara de huevo, limón, pelo de cabra y ceniza) que funcionaba como aislante y sobre los que se colocaba el hielo, para poder conservar elementos perecederos o hacer sorbetes.

Badgir y paredes de adobe 

Según Sanz, escritor del libro “Los inventos de los antiguos”, otros curiosos métodos que usaban en zonas de Oriente Medio hace 5000 años para paliar las altas temperaturas extremas eran las chimeneas (badgir o torres de viento), al utilizar los lados opuestos de las cuatro aberturas para hacer circular aire frío en el interior y expulsar el aire caliente al exterior.

En España las paredes de adobe de las casas antiguas servían para conservar la sensación de frescor, pero ahora ya se ha perdido el tamaño y el material de construcción; el portal de las casas “también era una de las zonas más frescas porque daba menos el sol, y el hueco de las escaleras hacía efecto chimenea desplazando el calor hacia arriba”, ha explicado el autor.

Bellido ha asegurado que “la gente trabajaba con el clima, porque no había tecnologías, y las construcciones como los pozos o la cerámica le han dado un valor a pueblos perdidos desde el punto de vista informativo, cultural y de evidencia”.

Sanz ha asegurado que “aunque muchos sistemas no tenían sofisticación ni tecnología, aplicaban principios básicos a los elementos que tenían, de tal manera que no consumían energía”, evitando la consecuente isla de calor que actualmente los sistemas de climatización o la contaminación del tráfico o la industria suponen en las ciudades. EFEverde

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Artículo de RedaccinEFEverde publicado en https://efeverde.com/usos-costumbres-construcciones-tradicionales-reducir-calor/