Carlos Meneses
São Paulo, 24 nov (EFE).- Después de Bakú, viene Belém. La Amazonía acogerá el próximo año, por primera vez, una Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático que estará marcada por la discusión de las nuevas metas de emisiones bajo la sombra de Donald Trump.
Brasil será el anfitrión de la cumbre del clima de 2025, cuando se cumplirán diez años del Acuerdo de París. Un aniversario cargado de simbolismo en un momento en el que los impactos de la crisis climática son cada vez más visibles, generalizados y dañinos.
El mayor bosque tropical del planeta es un ejemplo de ello. Este año sufrió la peor sequía de las últimas décadas y hubo cientos de incendios forestales.
Y aunque la deforestación ha disminuido drásticamente, el Gobierno del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, aún afronta enormes desafíos para conservar sus bosques.
Estos impactos servirán de marco para la discusión en la COP30. Lula fue el primero en resaltar la importancia de la cita hace unos días en la cumbre de líderes del G20, celebrada en Río de Janeiro.
«Será nuestra última oportunidad de evitar una ruptura irreversible en el sistema climático», advirtió.
Nuevas metas para febrero
Si en la COP28 de Dubái se evaluaron los progresos del Acuerdo de París y en la COP29 de Bakú se fijó una nueva meta de financiación climática para los países en desarrollo, la COP30 de Belém tendrá como misión principal discutir las nuevas metas de reducción de gases contaminantes.
La comunidad científica ya advirtió que, al ritmo actual, será imposible limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados Celsius para finales de siglo, objetivo del Acuerdo de París.
Brasil ya ha dado un primer paso y en Bakú anticipó su nueva meta de reducción de gases de efecto invernadero del 59 % al 67 % hasta 2035. Reino Unido siguió el mismo ejemplo.
«El objetivo de 1,5°C es un imperativo ético ineludible. Necesitamos que todos presenten metas ambiciosas», señaló la ministra de Medioambiente de Brasil, Marina Silva, en una de las últimas plenarias de la COP29.
Los países tienen como límite hasta febrero próximo para presentar sus nuevos compromisos.
«La expectativa es que sean más ambiciosos y robustos. Los de Brasil y Reino Unido se recibieron positivamente, pero ahora hay que ver el resto para ver el tamaño del agujero que tenemos», indicó a EFE Guilherme Lefèvre, investigador de la Fundación Getúlio Vargas (FGV) y quien estuvo en Bakú para seguir de cerca la cumbre.
No obstante, cree que lo realmente importante es «implementar lo prometido», algo que está lejos de cumplirse, en su opinión.
Por su parte, la directora ejecutiva de Greenpeace Brasil, Carolina Pasquali, está «bastante decepcionada» con el resultado de la COP29 y espera que en Belém sea diferente.
«Brasil tiene una diplomacia bastante respetada y, en ese sentido, las expectativas son grandes para la COP30. Si todos los países cumplen, llegaremos a la cumbre con una visión clara de lo que falta para garantizar el límite de 1,5 grados», explicó a EFE.
El ‘efecto Trump’
Una de las incógnitas de la cumbre de Belém será el papel de Estados Unidos. Para cuando se celebre la cita, el republicano Donald Trump llevará casi un año de su segundo mandato en la Casa Blanca.
En el primero (2017-2021) sacó a EE.UU. del Acuerdo de París, aunque Lefèvre recuerda que, incluso después de esa decisión, el resto de países continuaron negociando sobre cuestiones climáticas.
«La ausencia de EE.UU. también puede dar una oportunidad a otros países, como China -pese a ser el mayor emisor de gases del mundo-, a ocupar ese liderazgo», analizó.
En la misma línea, Pasquali espera que, a pesar de que las declaraciones de Trump son una «amenaza» para el objetivo de 1,5 grados, el sector privado y los movimientos sociales lideren la lucha contra el cambio climático en Estados Unidos.
«Lo importante es que la gente entienda que no tenemos más tiempo de espera», expresó. EFE
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