Mervyn King, exgobernador del Banco de Inglaterra, proclamó una vez el sueño de todo banquero central: “Mi ambición es ser tan aburrido como sea posible”. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), tiene encomendada este jueves la misión de no serlo. En sus manos tiene tres bolas que no puede dejar caer. Una: los mercados deben convencerse de que la institución que preside hará cuanto esté en su mano para atajar la inflación. Dos: sus decisiones no pueden asfixiar un crecimiento ya mermado por la guerra en Ucrania. Y tres: debe atar corto las primas de riesgo para evitar una catástrofe como la Gran Recesión. “La zona euro no está de fiesta”, acierta a comentar Lorenzo Codogno, profesor de la London School of Economics.