Hace dos meses que es imposible encontrar mesa en los cuatro restaurantes de Roman Fontell. El bullicio ha vuelto a Barcelona. Tras dos años de atonía, a la ciudad por fin han regresado los cruceros, los grandes conciertos y los festivales. Y los turistas. Los hoteles vuelven a colgar el cartel de completo y los restaurantes llenan de nuevo la caja. Es el preludio de un verano prometedor. “Los números están ya por encima de 2019 y las previsiones para los meses que vienen son muy buenas”, celebra Fontell. Ha sobrevivido a la crisis de la pandemia y dice haber logrado adaptarse a la inflación. Pero no quiere anticiparse a lo que pueda pasar en otoño. “Hemos aprendido a vivir día a día”, dice. Para entonces, nuevos nubarrones amenazan con empañar de nuevo la recuperación económica, hasta el punto de que los analistas ya vislumbran signos de recesión.