Entre los primeros anuncios de Donald Trump en el mismo día de su toma de posesión, ha destacado el de volver a la agenda de los combustibles fósiles. El drill baby, drill en el que se reconoce el viejo eslogan de los petroleros americanos. Tan viejo como la agenda que Trump vuelve a poner sobre la mesa. A pesar del impacto del anuncio, soy de los que piensa que a quien mas puede perjudicar esa agenda viejuna es al propio Estados Unidos, ya que la Transición Energétcia no se va a frenar.
Acuerdo de París
Estados Unidos abandonó por primera vez el Acuerdo de París durante el primer mandato de Trump, en 2017, aunque tardó tres años en hacerse efectivo. De hecho para cuando se hizo efectivo, Trump perdió las elecciones, y Estados Unidos volvió al Acuerdo. Recuerdo muy bien que aquel anuncio se produjo durante la Cumbre del Clima en Marrakech (COP22) cuando Trump acababa de ganar las elecciones, y antes de su anterior toma de posesión. Me encontraba allí como parte de la delegación del Congreso de los Diputados, y reconozco que el impacto de aquel anuncio fue como una bomba atómica dentro de la Cumbre. Pero, ¿qué ocurrió después?
Lo cierto es que la respuesta global al anuncio de la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París fue bastante unánime: seguir adelante en la lucha contra el cambio climático, y las negociaciones en la COP. Estados Unidos… que vuelva a unirse cuando quiera. Así se hizo. Y fue una respuesta correcta.
En las Cumbres posteriores, la presencia de la amplia delegación de Estados Unidos se mantuvo, ya que ese país nunca renunció a ejercer su enorme poder de lobby en las negociaciones climáticas. También se plantó un movimiento alternativo, que se denominó We are still in (Nosotros seguimos dentro). Este movimiento agrupaba a estados, empresas, universidades, ONGs; una amplia representación de organizaciones norteamericanas comprometidas contra el cambio climático, y que pondría de manifiesto que la postura de Trump tenía una amplia contestación interna.
Debilitar la acción climática
Lo que Trump pretende fundamentalmente con su nuevo anuncio es debilitar la lucha global contra el cambio climático. Pero espero que no tenga demasiado impacto, como no lo tuvo en 2017. La Transición Energética ya no es un objetivo, ni un deseo: está ocurriendo. Y no se puede frenar. De hecho, lo que hace falta es que vaya mucho más rápido, y la industria estadounidense no se va a quedar al margen porque eso sería dejar todo el desarrollo futuro en manos de sus adversarios, diga lo que diga Trump. Ciertamente se puede producir una cierta ralentización de la bajada de emisiones en aquel país, por el freno a la introducción de energías renovables o al coche eléctrico, cuya principal víctima, por cierto, puede ser la propia Tesla, de Elon Musk, pero no va suponer un freno decisivo.
Estados Unidos no debe caer en los cantos de sirena de Donald Trump y su cohorte de negacionistas. Los impactos del cambio climático son tan visibles y evidentes en ese país como en el resto del mundo. Los incendios en Los Ángeles han puesto en evidencia que, ni siquiera los más ricos, están a salvo de la catástrofe ecológica.
Parece mentira que tras un año, 2024, que ha sido el más cálido desde que hay registros estemos nuevamente enfrentando el negacionismo del presidente del país más poderoso del mundo. Pero estoy seguro que el proceso de transición energética global no se va a frenar. Eso sí, quizás Estados Unidos pierda ese tren con el consiguiente impacto negativo para aquel país, su economía y sus empresas. Seguir apostando por los combustibles fósiles con la que está cayendo es un error estratégico de grandes dimensiones. La lucha contra el cambio climático va a continuar, y Estados Unidos volverá a ella.
Juantxo López de Uralde es coordinador federal de Alianza Verde
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