La COP29 de Azerbaiyán se celebra en un contexto mundial poco esperanzador. Los diferentes informes sobre la evolución del cambio climático emitidos por personas expertas y organismos científicos auguran una gran dificultad para conseguir el objetivo marcado en la Cumbre de París, que no era otro que evitar un aumento de la temperatura superior a 1,5ºC.
Si tenemos en cuenta que este mismo año 2024 ya se espera que superemos ese límite “infranqueable”, en principio no parece que existan muchos motivos para el optimismo entre quienes consideramos que la lucha contra la emergencia climática es el desafío más importante de nuestro tiempo, un reto cada vez más inalcanzable si se mantiene la poca ambición que los países más contaminantes han mostrado en las últimas convocatorias.
Los retos siempre han sido claros: reducir radicalmente las emisiones de efecto invernadero, descarbonizar la economía avanzando muy rápido en el abandono de los combustibles fósiles, y hacerlo de forma que los países más empobrecidos no paguen con más pobreza y desigualdad la cuenta de lo que supone emprender un cambio radical en los modelos de producción, consumo y convivencia. En este sentido, la próxima COP no va a descubrir la pólvora, será suficiente con que no la moje aún más.
La reciente victoria de Trump en las elecciones norteamericanas será el gran elefante en la habitación de Bakú, por lo que supone de jarro de agua fría sobre la cabeza de quienes consideramos que la lucha contra el cambio climático precisa de liderazgos audaces y decididos en favor del clima. Con todo, lo peor que podría pasarnos a estas alturas es que la conferencia se impregne de pesimismo y rebaje sus expectativas por el previsible rechazo de la nueva administración norteamericana a lo que allí se decida, puesto que lo va a hacer igualmente, sea cual sea el resultado.
Muy al contrario, la COP29 debe desempeñar un papel decisivo y fundamental en la batalla mundial contra el cambio climático. Aunque mucho más discreta que la COP28 en Dubai, y que la esperada COP30 en el Amazonas organizada por Brasil, esta cumbre sigue representando una coyuntura crítica que exige una acción ambiciosa y transformadora. No hay tiempo para protagonistas indeseados, reuniones inútiles y tópicos recurrentes, porque la crisis climática crece cada año, batiendo récords y destruyendo hogares y vidas, ya sea en Florida, en el Sahel o en Valencia.
En efecto, más allá de los debates estériles y los relatos negacionistas, hoy más que nunca se imponen los hechos con toda su crudeza: las trágicas consecuencias del cambio climático que estos días estamos sufriendo en España tras el paso de la devastadora DANA no son distintas de las que a diario se manifiestan en todo el planeta, en forma de episodios climatológicos cada vez más frecuentes y trágicos. Ante esta realidad palpable, no caben titubeos.
Como partido verde que somos, desde Verdes EQUO, consideramos que las COP son fundamentales para abordar la emergencia climática. El compromiso político, la defensa del conocimiento científico, las campañas comunicativas y la acción activista son cruciales para garantizar que el ritmo del cambio se acelere en respuesta a la magnitud de los daños que ya percibimos. Por eso, creemos que la Conferencia de Bakú debe desempeñar un papel decisivo en la batalla global contra el cambio climático.
En síntesis, la agenda de esta COP pretende abordar cuestiones acuciantes como la gestión del agua o el compromiso de la sociedad civil en favor de la transición energética. Sin duda, la cumbre debe defender objetivos climáticos audaces en estos campos pero, sobre todo, debe garantizar compromisos financieros sustanciales para empoderar a las naciones en desarrollo en su transición hacia la energía limpia, mejorar su resiliencia ante los desastres inducidos por el clima y apoyar a las comunidades vulnerables. Por eso, es imperativo que esta COP fomente un espíritu de confianza y colaboración entre las naciones. Los resultados -o su ausencia- marcarán el rumbo de la paz y la seguridad en muchas regiones del planeta.
En este sentido, cabe incidir en la necesidad de fomentar una mayor participación del sector privado en la financiación de las soluciones tecnológicas y en el pago de los daños. Así, el Acuerdo de París de 2015 sentó las bases para un nuevo objetivo de financiación, el «Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado sobre Financiación Climática» (NCQG, por sus siglas en inglés), que deberá ser adoptado en esta COP29 y que pretende impulsar la financiación de la acción climática en los países en desarrollo. Las naciones en desarrollo necesitan billones anuales para combatir el cambio climático, con estimaciones que oscilan entre los 5,8 y los 13,6 billones para 2030. Un NCQG fuerte es vital para promover la solidaridad mundial y garantizar que los menos responsables tengan los medios para descarbonizarse.
En esta tesitura, ¿cuál será el papel de España en esta COP? Sin una acción climática contundente y planes de adaptación para mitigar sus efectos, España será -ya lo está siendo- uno de los países más afectados por la emergencia climática. Sin embargo, no podemos ir a Bakú a pedir al resto de países la ambición que no tiene nuestra Ley de Cambio Climático. Tampoco podemos reclamar acción climática fuera, mientras en casa estamos renunciando a subir los impuestos a las grandes compañías energéticas que cada día contribuyen con sus emisiones a incrementar las dimensiones de la tragedia climática. Desde Verdes EQUO nuestra postura es clara: pedimos al Gobierno de España que, por una vez, sea consecuente y actúe con valentía, que en Bakú se alinee con la ciencia y con los países que muestran una mayor ambición climática.
Las COP representan una gran oportunidad mediática y comunicativa para instaurar mensajes y relatos que de otra manera no obtendrían la suficiente repercusión global. Que se lo pregunten a la comunidad científica, que lleva décadas clamando en el desierto y peleando contra los relatos espúreos procedentes del negacionismo fósil o del inmovilismo institucional. Esta COP no va a ser diferente en ese sentido, y los compromisos se asuman o los objetivos que se consoliden iluminarán el camino a seguir por los gobiernos, sobre todo en lo que respecta a las decisiones financieras y las asignaciones presupuestarias.
Por lo tanto, la COP de Bakú es el foro idóneo para que gobiernos, empresas y agentes sociales lancen un mensaje claro y nítido a los cinco continentes: que ha triunfado la responsabilidad y la altura de miras, que aún estamos a tiempo. La juventud que estos días se ha echado la DANA a sus espaldas en Valencia se merece políticas que les garanticen una vida digna y un futuro esperanzador. Sin duda, necesitamos algo más que cubos y palas para afrontar este reto mayúsculo. Necesitamos un compromiso político claro y una voz firme en favor de actuar ya. En pocas palabras, necesitamos esperanza.
Mar González y José Ramón Becerra, coportavoces de Verdes Equo
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