Ana Tuñas Matilla
La devastación provocada por las peores inundaciones del siglo en España asociadas a una dana y que han arrasado el Levante y el Sur del país ha puesto sobre la mesa grandes cuestiones como por qué ha sido tan destructivo un fenómeno que se repite todos los años, si se podrían haber evitado las muertes o si se volverá a repetir.
Las primeros análisis apuntan a que detrás de todas estas incógnitas están el cambio climático y la mala planificación de nuestras ciudades unida a la posterior ausencia de adaptación a los fenómenos adversos a él asociados, en este caso, las lluvias torrenciales.
¿Sólo una dana?
El término dana sustituyó al de gota fría después de que los expertos consideraran necesario «modernizar y tecnificar» un fenómeno meteorológico conocido popularmente como gota fría, término procedente de Alemania y erróneamente usado aquí para describir cualquier episodio de lluvias intenso en el Mediterráneo.
El extinto Instituto Nacional de Meteorología (actual AEMET) empezó a usar el término dana para referirse a las depresiones o borrascas que quedan aisladas en niveles altos de la atmósfera (unos 5.000 metros de altitud) durante los desplazamientos de la corriente polar que atraviesa el hemisferio norte.
El embolsamiento de aire frío que implica una dana favorece la formación de tormentas. Sin embargo, para que realmente se produzca un temporal de lluvias como el vivido han de converger inestabilidad (cuyo principal detonante es la diferencia de temperaturas), un gran aporte de humedad (lo da el calentamiento del Mediterráneo) y mecanismos que propicien el ascenso de aire (como, por ejemplo, las montañas de Valencia).
Así, aunque las danas pueden darse a lo largo de todo el año, es precisamente en septiembre/octubre cuando se convierten en destructivas porque confluyen todo estos factores.
¿Es el cambio climático el culpable?
Según los expertos, aunque el origen de las danas no se puede atribuir al calentamiento global, su capacidad de destrucción y su frecuencia sí que se verán incrementadas por el aumento de la temperatura global, tanto del aire como del agua.
Así, según un equipo de científicos de ClimaMeter, las intensas lluvias que han devastado el Levante y el Sur de España se han debido a una dana impulsada por condiciones meteorológicas muy excepcionales: un 15 % más de humedad en la costa mediterránea y hasta temperaturas 4°C por encima de lo habitual en la era preindustrial.
Los investigadores han comparado cómo eran los sistemas de baja presión similares a finales del siglo XX (1979-2001) y cómo están siendo en las últimas décadas (2002-2023). El análisis también evalúa la contribución de fenómenos naturales como El Niño, la Oscilación Decadal del Pacífico y la Oscilación Multidecadal del Atlántico.
En esta línea, un primer análisis de World Weather Attribution, ha concluido que las lluvias que han asolado España han sido aproximadamente un 12 % más intensas y el doble de probables en comparación con el clima preindustrial, que era 1,3 °C más frío.
Según la relación de Clausius-Clapeyron (relación fundamental en termodinámica y meteorología), con 1,3 grados de calentamiento, la atmósfera puede contener aproximadamente un 9 % más de humedad.
Además, el cambio climático también hizo que las temperaturas cálidas del Océano Atlántico que agregaron humedad a la tormenta fueran entre 50 y 300 veces más probables, según Climate Central.
La clave, el aumento de la exposición de la población
Además de en los efectos del cambió climático, también son muchas las voces que piden poner el foco en los factores «sociales» que han hecho que este episodio haya causado tantas víctimas mortales y tantos daños materiales a pesar de ser un suceso atmosférico recurrente en España (se dieron condiciones similares en las riadas de 1957 y 1982, en Valencia, y de 1962, en Cataluña).
El primero de ellos: el aumento de la exposición de la población a estos fenómenos fruto de un desmesurado crecimiento inmobiliario que ha hecho que muchos núcleos poblacionales se hayan edificado en zonas inundables.
Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, se calcula que actualmente en España viven en terrenos inundables unos 2,7 millones de personas, 473.000 de ellas en zonas que se inundan de media una vez cada 10 años.
También habría que poner el foco en la falta de cultura en España en los sistemas de alerta temprana y en los fallos que se han dado en su manejo, pues son esenciales para poder prevenir a la población y salvar vidas, así como intentar minimizar los daños materiales.
¿Estamos preparados?
Para el científico climático y divulgador Fernando Valladares, el Mediterráneo y sus ciudades no están preparados para hacer frente a una situación que cada vez será parecida a la que vive Florida, en Estados Unidos, y que año a año es castigada por los huracanes.
En su opinión, poder adaptarse al nuevo clima que reina en el Mediterráneo supone todo un desafío, pues, precisamente, es consecuencia del modelo de civilización en el que vivimos y de la ausencia de planificación territorial mirando por las personas
«Las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de una economía a la que nadie pone freno y que es la que ha hecho que, además, se haya edificado en zonas inundables y que no se escuche a la ciencia cuando dice alerta roja el día 29», ha lamentado Valladares en declaraciones a EFEverde.
Aunque la ciencia y tecnología pueden ayudar a revertir la situación, la solución última es social y política, según el experto, que ha afirmado que el verdadero problema radica en «la infinita codicia de un sistema socioeconómico que antepone el producto interior bruto a los derechos humanos».
«Espero, como científico, que esta crueldad con la que el desastre de Valencia ha golpeado a la sociedad sirva de reflexión y poner patas arriba un sistema que nos pone en riesgo de manera innecesaria: no era necesario que los trabajadores fueran a trabajar ese día ni era necesario construir polígonos y centros comerciales en zona inundable», ha sentenciado. EFEverde
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