Marta Montojo Torrente
Madrid, 29 ene (EFEverde).- Los pulpos están muy lejos de los humanos en la línea evolutiva: no tienen antepasados comunes de menos de 600 millones de años. Sin embargo, estos animales comparten características con las personas: tienen una alta capacidad intelectual, usan herramientas, exploran y observan con un ojo que, en una extraña similitud con el nuestro, cuenta con una lente ajustable y enfoca las imágenes sobre la retina.
En 2016, el australiano Peter Godfrey-Smith, experto en filosofía de la ciencia, escribió ‘Otras mentes: el pulpo, el mar y los orígenes profundos de la consciencia’, que a España llegó un año depsués, traducido al castellano y publicado por Taurus (sello de Penguin Random House).
En este ensayo, el autor ahonda en la consciencia de los pulpos. ¿Cómo debe ser ser pulpo?, se pregunta. Una cuestión especialmente pertinente, teniendo en cuenta el cerebro descentralizado de estos cefalópodos, que hace que cada una de sus múltiples extremidades actúe de manera casi autónoma.
En el libro, Godfrey-Smith invita a los lectores a sumergirse en la idiosincrasia de estos animales marinos. Pero, una advertencia de quien recomienda: ya inmerso en este sorprendente universo de los cefalópodos, le resultará muy difícil alejarse de él y es posible que nunca se olvide de las habilidades alienígenas de los pulpos y las sepias.
Algunas de sus particularidades son ya bien conocidas por el público general. Y, aun así, no dejan de fascinar: los pulpos se camuflan, se transforman y cambian de color, tienen tres corazones y 500 millones de neuronas esparcidas por todo su cuerpo.
“La piel de un cefalópodo es una pantalla de capas controlada directamente por el cerebro. Sus neuronas van desde el cerebro hasta la piel, pasando por todo el cuerpo, donde controlan músculos. Estos, a su vez, controlan millones de bolsas de color parecidas a píxeles. Una jibia percibe o decide algo, y su color cambia en un instante”, cuenta Godfrey-Smith.
Así funciona este mecanismo: “La piel presenta una capa externa, una dermis, que actúa como una cubierta. La capa siguiente alberga a los cromatóforos, los dispositivos más importantes del control del color. Un solo cromatóforo posee varios tipos diferentes de células. Cada célula contiene un saco de una sustancia química coloreada. A su alrededor hay células musculares, una o dos docenas de ellas, que tiran del saco y le dan formas variadas. Estos músculos están controlados por el cerebro. Extienden el saco para hacer que su color sea visible o lo retraen para obtener el efecto contrario. Cada cromatóforo acoge un solo color. Distintas especies de cefalópodos usan colores diferentes y por lo general el animal posee tres tipos”.
Profesor en la facultad de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Sídney, Godfrey-Smith es doctor en filosofía por la Universidad de San Diego, y ha impartido clases en otras universidades estadounidenses como Harvard y Stanford.
También bucea y hace fotografía submarina. Estudió el comportamiento de los cefalópodos en Octópolis, la primera comunidad de pulpos descubierta hace ya quince años. Aquel hallazgo contradijo la idea que se tenía entonces sobre estos animales, considerados por lo general seres solitarios. Años más tarde se encontraría un segundo asentamiento de pulpos, que bautizaron como Octlantis.
‘Otras mentes’ desvela la personalidad oportunista y exploradora de los pulpos: “son curiosos, aceptan la novedad, se muestran versátiles en su comportamiento, al igual que su cuerpo”. Estas características, arguye el australiano, recuerdan lo que el neurocientífico cognitivo francés Stanislas Dehaene asocia con la consciencia en la vida mental humana. “Tal como dice Dehaene, las exigencias de novedad nos hacen saltar de la rutina inconsciente a la reflexión consciente. Las exploraciones de un pulpo están mezcladas unas veces con precaución y otras con una sorprendente temeridad”, añade.
“Un pulpo es, ante todo, un organismo con un sistema nervioso grande y un cuerpo complejo y activo. Posee ricas capacidades sensoriales y extraordinarias aptitudes para el comportamiento. Si existe una forma de experiencia subjetiva que acompañe la percepción y la actuación en un sistema vivo, un pulpo la tiene en un alto grado. Sin embargo, esto no es todo. Con su forma escurridiza y alienígena, el pulpo presenta algunos de los perfeccionamientos, algunos de los pasos que van más allá de lo básico”, precisa el autor.
Además del análisis sobre el comportamiento de los cefalópodos, Godfrey-Smith relata algunos de los encuentros que mantuvo con estos animales durante sus inmersiones: “Me di cuenta de que había algo debajo y vi que un único y grácil brazo de pulpo se extendía lentamente hacia mis dedos sobre el fondo, desde una mata de algas cercana a mí. El pulpo se encontraba hecho un ovillo en el alga, con la mayor parte de su cuerpo oculto, pero con un ojo visible a través de un agujero, y extendía cautamente un brazo mientras me observaba. Este era un acto de exploración, acompañado de lo que parecía ser una gran atención, pues me mantenía a la vista mientras el brazo se extendía. Yo era un objeto nuevo de importancia incierta. El alga proporcionaba tanto escondite como un agujero por el que mirar. Desde este refugio, el pulpo lanzó un brazo para inspeccionar, quizá para probar”. EFEverde
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