• 12/09/2024 04:29

Abandono rural y crisis climática: variables que inciden en la virulencia de los incendios

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Madrid (EFEverde). – El abandono del medio rural, el aumento de la superficie no ordenada y la crisis climática, que reduce las precipitaciones e incrementa las temperaturas, son variables que inciden en los incendios forestales,  que cada vez tienen mayor magnitud y virulencia.

España es uno de los países europeos con más bosques, pero una parte importante de esa superficie no tiene aprovechamiento y cuando llega el fuego arde muy bien; como sociedad tenemos que asumir una correcta gestión forestal y la adaptación de los bosques al cambio climático, asegura a EFEverde.com Miguel Ángel Soto, responsable de las campañas de Bosques, Empresas y DDHH de Greenpeace.

Lo explica a propósito del Día Mundial de la Prevención de Incendios Forestales (18 agosto), para señar que aún es muy pronto para establecer valoraciones sobre 2024, pero hasta el momento las cifras son mejores que en los últimos cuatro años en cuanto a la reducción del número de incendios y de superficie quemada.

Es fruto del trabajo de décadas de la sociedad española que ha hecho una revisión del Código Penal, ha establecido el delito de incendio forestal, hay fiscalías de Medio Ambiente que persiguen ese delito, hay mucha investigación sobre las causas de los incendios, mucho trabajo de prevención y poco a poco, aunque con los años varía, la tendencia es a la reducción del número de incendios, indica Soto.

Sin embargo, a pesar de esta reducción los grandes incendios forestales cada vez son más extremos (mayores de 500 hectáreas) y pueden hacer que la superficie quemada sea muy alta, advierte el experto.

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¿Cómo prevenir un incendio?

Prevenir un incendio implica actuar sobre las causas que lo originan. En primer lugar, el especialista sostiene que hay que apoyar el debate de la comunidad internacional contra el cambio climático y dejar de extraer y quemar combustibles fósiles. Además de gestionar el paisaje, evitar el abandono rural y extremar las precauciones en el uso de maquinaria agrícola, forestal y de construcción en las épocas de mayor riesgo.

También resulta necesario incluir la gestión forestal en los presupuestos, que “los políticos entiendan que la superficie forestal es importante y den recursos para su gestión”. Asimismo, es preciso avanzar en la planificación urbanística y  reducir la biomasa donde hay viviendas en contacto con el bosque, “si esa línea entre lo forestal y lo urbano está bien gestionada evitamos que el fuego alcance viviendas, hospitales, residencias o camping”.

Megaincendios o incendios de sexta generación

El cambio climático prolonga los periodos de sequías y hace que las temperaturas sean más elevadas con olas de calor frecuentes, a lo cual se suman masas forestales muy vulnerables e inflamables; condiciones que aumentan el riesgo de incendios y hacen que sean más extremos y difíciles de controlar.

La frecuencia y magnitud de los incendios forestales extremos se han duplicado en las últimas dos décadas, y los seis años más extremos se han registrado desde 2017, según un estudio publicado en la revista Nature Ecology & Evolution.

Dentro de la clasificación de grandes incendios en los últimos años la comunidad científica ha acuñado el término megaincendios o incendios de sexta generación para aquellos que modifican las condiciones meteorológicas de la zona y tienen un comportamiento tan impredecible que imposibilitan su extinción.

No hay medios para apagar estos incendios y en esos casos hay que extremar la protección del personal y de las personas que viven en los entornos, porque más allá de la pérdida del bosque se convierte en un problema de emergencia civil, que deja inutilizadas infraestructuras, “estamos hablando de un daño muy alto, esos incendios arrasan con todo”, advierte Soto.

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2024: ¿cómo se comportan las estadísticas?

Datos provisionales facilitados por las CC.AA al Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) refieren que entre el 1 de enero y el 11 de agosto el fuego ha quemado 37.991 hectáreas (ha), la mitad que en el mismo periodo del año pasado, cuando ardieron 65.896 hectáreas, y de la media de los últimos diez años.

En cuanto a grandes incendios se produjeron 14, cifra inferior a los 16 grandes incendios que se registraron en el mismo periodo de 2023 y uno menos que la media de los últimos 10 años (15). Por otro lado, el MITECO precisa que de los 4.240 siniestros ocurridos, 2.2925 fueron en conatos, es decir, que se extinguieron antes de afectar una hectárea y 1.315 incidieron en más de una hectárea.

Las cifras resultan alentadoras, pero Diana Colomina, coordinadora de bosques de WWF, afirma a EFEverde.com que lo interesante es comparar las tendencias de varios años, pues en 2023 lo que ocurrió es que hubo una ola de calor en abril y entonces ahí se produjeron incendios, por eso las cifras son mucho más elevadas que las de este año, pero habría que esperar a que pase la época de mayor riesgo y compararlos con el decenio.

Según el Informe de Incendios 2024: “Prevención de incendios: la restauración como herramienta” de WWF entre 2014 y 2023 la media de siniestros se redujo en un 37 % respecto a la década anterior. No obstante, es alta la siniestralidad debido a que hasta el 95 % de los siniestros está provocado por la mano del ser humano. Mientras, la proporción de grandes incendios forestales (GIF) se ha incrementado en un 25 % respecto a la década anterior.

Precisamente los GIF son los más preocupantes y ya las estadísticas de este 2024 reflejan el mismo número de grandes incendios forestales que se producen de media en los últimos 10 años, advierte la experta.

“Las precipitaciones han estado al nivel normal, durante el mes de julio y lo que llevamos de agosto probablemente habría más humedad en el terreno, tanto en el suelo como en la vegetación, esto hace que los incendios sean menores, pero a medida que va pasando el verano y si se producen varias olas de calor la sequedad aumenta, desaparece la humedad y hay mayor riesgo”.

Restauración ecológica

Los principales factores que condicionan la evolución e intensidad de un incendio forestal son tres: la topografía, las condiciones meteorológicas y el paisaje —entendido este como el tipo de combustible, su disponibilidad y continuidad—. A ello se le conoce como el triángulo del fuego y aunque no es posible cambiar la topografía, ni la meteorología, sí es posible transformar el paisaje a través de medidas de prevención integral.

“Los incendios son el síntoma de una enfermedad mucho más grave, que es el abandono del medio rural, el modelo económico que se ha impuesto en España ha hecho que la gente se vaya a las ciudades y vivimos de espaldas al mundo rural, necesitamos recuperar nuestro paisaje y recuperar las actividades que se realizaban en el territorio de una forma sostenible”, expresa Colomina.

Una herramienta fundamental para evitar los incendios del futuro es la restauración ecológica a partir de la generación de paisajes resistentes a las llamas y que reducen su severidad y propagación.

Imagen de archivo del Parque Nacional del Teide, en Tenerife, tras el paso del incendio forestal que afectó a la isla. EFE/Alberto Valdés

Bosques Cortafuegos

Con este fin WWF desarrolla el proyecto Bosques Cortafuegos en zonas afectadas por el incendio de Cortes de Pallás, en el año 2012, que dañó más de 29 500 hectáreas de masa forestal en el interior de la provincia de Valencia.

Durante tres años han creado un  mosaico agroforestal y entre las acciones implementadas por la ONG en ese territorio está: diversificar el paisaje, desgloses y tratamientos selvícolas para reducir la densidad de la vegetación, recuperación de antiguos bancales, mantenimiento de zonas desbrozadas con un rebaño de 40 cabras y plantaciones con especies autóctonas, las que son más difíciles de generar de forma natural.

Hacer el paisaje más resistente a los incendios es el propósito del proyecto que se extenderá 10 años más y ya ha posibilitado la restauración de 75 hectáreas y llegarán a 125 este año. “Lo que queremos es que sirva como ejemplo para reproducir el modelo en otras zonas”, explica la coordinadora de bosques.

Desde WWF sostienen que la principal premisa de cualquier estrategia de restauración consiste en planificar qué paisajes y ecosistemas se quieren, se pueden y se deben recrear y con qué objetivo.

Esa planificación es determinante para resistir los impactos del fuego, al igual que dignificar la vida de las personas en los pueblos y promover el desarrollo rural, “porque el mejor cortafuegos es un paisaje vivo donde se recuperen los usos tradicionales”, concluye.

sna/al

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Artículo de Sheila Noda publicado en https://efeverde.com/abandono-rural-y-crisis-climatica-variables-que-inciden-en-la-virulencia-de-los-incendios/