• 07/12/2024 05:47

Fiscales estadounidenses contra TikTok por protección de menores

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Diego Fierro Rodríguez

Diego Fierro Rodríguez

El conflicto entre TikTok y varios fiscales de Estados Unidos, que gira en torno a la salud mental de los menores, plantea una disyuntiva jurídica compleja que revela las tensiones entre la libertad empresarial, la protección de la infancia y las regulaciones tecnológicas. A la luz de las demandas presentadas por un grupo de 14 fiscales generales, el enfoque central de este análisis radica en el conflicto entre el derecho a la protección de los menores frente a los presuntos efectos negativos de la plataforma y las garantías que sostienen la actividad de empresas tecnológicas que operan en el ámbito de las redes sociales.

Debe tenerse presente que el principio del interés superior del menor se erige como uno de los pilares fundamentales del Derecho estadounidense, especialmente en materias relacionadas con su desarrollo y protección integral. Este principio está recogido en numerosas normativas, tanto a nivel federal como estatal, y es un estándar que subyace a la evaluación de cualquier política o acción que pueda afectar a los derechos de los menores.

En el contexto de las redes sociales, la aplicación de este principio resulta especialmente sensible, ya que los menores son un grupo particularmente vulnerable a los efectos psicológicos y sociales que pueden derivarse de la interacción digital. Las demandas presentadas por los fiscales generales de Nueva York y California —en conjunto con otros Estados— se apoyan en este fundamento, argumentando que TikTok, mediante el uso de algoritmos diseñados para maximizar la interacción, ha promovido un entorno digital adictivo que afecta de manera negativa la salud mental de millones de adolescentes en el país.

El análisis jurídico de estas demandas debe abordarse, en primer lugar, desde la perspectiva de la Ley de Protección de la Privacidad Infantil en Internet (COPPA), que establece un marco normativo específico para la protección de los menores en entornos digitales. COPPA prohíbe la recopilación de datos personales de menores de 13 años sin el consentimiento verificable de los padres, un elemento que constituye una de las principales acusaciones contra TikTok. Según la denuncia, la plataforma no solo ha violado esta normativa al no evitar que menores de 13 años utilicen la aplicación, sino que también ha diseñado su contenido de forma intencionada para atraer a este grupo demográfico.

Uno de los aspectos más controvertidos de la demanda es el papel que desempeñan los algoritmos de TikTok. En la denuncia, se argumenta que estos sistemas de recomendación de contenido están diseñados para maximizar el tiempo de uso de los menores en la plataforma, sin considerar adecuadamente los efectos adversos de una exposición prolongada. Esta lógica algorítmica, orientada a incrementar los ingresos por publicidad, coloca a la plataforma en una posición de conflicto con los principios de protección de la infancia.

La acusación de los fiscales generales sostiene que el modelo de negocio de TikTok prioriza las ganancias sobre el bienestar de los menores, una afirmación que se apoya en estudios y estadísticas que muestran el impacto del uso compulsivo de la plataforma en la salud mental juvenil. El informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) es particularmente revelador, señalando que los adolescentes que utilizan redes sociales con frecuencia son más propensos a sufrir sentimientos de desesperanza y considerar el suicidio. Esto se ve agravado por el diseño de la plataforma, que incentiva la creación y participación en desafíos virales, algunos de los cuales han tenido consecuencias trágicas.

Desde una perspectiva legal, el desafío que enfrentan los fiscales generales es probar que la plataforma ha actuado con negligencia o incluso con dolo al diseñar un entorno digital que fomenta conductas adictivas en menores. Esta prueba debe demostrar un nexo causal claro entre el diseño de la plataforma y los efectos perjudiciales en los menores, algo que TikTok niega rotundamente, alegando que ofrece sólidas medidas de seguridad y herramientas de supervisión parental.

Otra cuestión clave en este litigio es la protección de la privacidad infantil, un derecho fundamental que ha sido objeto de creciente preocupación en el ámbito digital. La Ley de Protección de la Privacidad Infantil en Internet establece obligaciones específicas para las empresas que operan plataformas en línea, especialmente en relación con la obtención de datos de menores. En este sentido, las demandas alegan que TikTok no solo ha permitido que los menores de 13 años accedan a la plataforma, sino que ha recopilado sus datos sin el consentimiento parental necesario, violando así las disposiciones de COPPA.

La respuesta de TikTok a estas acusaciones ha sido doble. Por un lado, la plataforma afirma que no permite el acceso a menores de 13 años y que ha implementado medidas para eliminar a aquellos usuarios sospechosos de ser menores de edad. Por otro lado, sostiene que ofrece herramientas de control parental y límites de tiempo de pantalla predeterminados para usuarios jóvenes. Sin embargo, los fiscales generales han argumentado que estas medidas no son suficientes para contrarrestar los efectos nocivos del diseño adictivo de la plataforma.

El debate jurídico en este punto se centra en la efectividad de las medidas de TikTok y en la responsabilidad que recae sobre la plataforma para garantizar que su contenido y diseño no solo cumplan con la normativa legal, sino que también protejan de manera activa a los menores. En este sentido, se plantean interrogantes sobre la necesidad de una regulación más estricta para las plataformas digitales, similar a la ley promulgada en Nueva York que exige que los algoritmos de las redes sociales muestren contenido en orden cronológico a menores, limitando así la capacidad de las plataformas para manipular el tiempo de interacción de los usuarios jóvenes.

Este caso refleja una tendencia más amplia en la que los Estados intentan imponer restricciones a las grandes empresas tecnológicas en nombre de la protección de los usuarios más vulnerables. La regulación de plataformas como TikTok plantea un desafío para los legisladores, quienes deben equilibrar los beneficios que estas plataformas ofrecen en términos de innovación y acceso a la información con los riesgos inherentes que su uso descontrolado puede conllevar, especialmente para los menores.

El conflicto entre la innovación tecnológica y la regulación estatal también tiene implicaciones más amplias en términos de derechos fundamentales, como la libertad de expresión y el derecho a la privacidad. Al mismo tiempo, subyace una cuestión ética fundamental: ¿hasta qué punto es legítimo que una empresa tecnológica, cuyo objetivo es maximizar sus beneficios, diseñe productos que puedan tener efectos adversos en la salud mental de los menores?

Este litigio podría sentar un precedente importante en la jurisprudencia sobre la regulación de plataformas digitales, especialmente en lo que respecta a la protección de la infancia. En última instancia, los tribunales deberán evaluar si las medidas adoptadas por TikTok son suficientes para mitigar los riesgos asociados con su plataforma o si es necesario imponer sanciones más estrictas, tanto en términos económicos como en cuanto a la reestructuración de su modelo de negocio.

Es razonable pensar que, antes de llegar al litigio, habría sido más productivo para los poderes públicos estadounidenses y TikTok establecer un canal de comunicación que permitiera abordar las preocupaciones sobre la salud mental de los menores de manera colaborativa. La confrontación legal no solo ha polarizado la relación entre la empresa tecnológica y los reguladores, sino que ha elevado el conflicto a un nivel de antagonismo que podría haberse evitado a través de un diálogo constructivo. Una interacción temprana entre ambas partes habría facilitado la posibilidad de diseñar e implementar soluciones conjuntas más efectivas, sin recurrir al costoso y prolongado proceso judicial que ahora enfrentan.

Este enfoque dialogado podría haber permitido a las autoridades públicas entender mejor el funcionamiento interno de los algoritmos de TikTok y cómo se diseñan para retener la atención de los usuarios jóvenes. Al mismo tiempo, habría brindado a la empresa la oportunidad de exponer las medidas ya adoptadas para mitigar los riesgos y proponer nuevas soluciones más robustas. Un intercambio franco sobre estos temas habría permitido un diagnóstico más preciso de los peligros potenciales para la salud mental de los menores y podría haber facilitado la adopción de medidas que equilibren los intereses comerciales de TikTok con las preocupaciones sociales y de salud pública. De hecho, otros sectores industriales han desarrollado acuerdos similares para abordar problemáticas complejas, como es el caso de la industria alimentaria y los reguladores en relación con la publicidad dirigida a menores.

En lugar de un enfrentamiento judicial que busca culpabilizar a la empresa o señalar fallos en la regulación, la cooperación entre los reguladores y TikTok podría haber dado lugar a políticas más sofisticadas, adaptadas a las particularidades de la plataforma. Podrían haberse explorado alternativas como la creación de nuevas herramientas de control parental más accesibles y eficientes, la introducción de límites automáticos para los menores que utilicen la plataforma durante tiempos prolongados o la utilización de algoritmos ajustados específicamente para evitar el contenido que fomente comportamientos adictivos o nocivos. Además, se podría haber negociado el acceso a datos cruciales que permitieran a los reguladores monitorizar mejor el impacto psicológico de las redes sociales en los adolescentes, garantizando una supervisión más cercana y efectiva sin poner en riesgo la privacidad de los usuarios.

Este tipo de solución colaborativa también habría sido beneficioso desde una perspectiva económica y social. Para TikTok, una disputa pública y prolongada con los estados de Estados Unidos no solo daña su reputación, sino que también podría llevar a costosas reformas forzadas por el sistema judicial. Igualmente, si los tribunales fallaran en su contra, la compañía se enfrentaría a precedentes que podrían ser utilizados como base para futuras demandas y regulaciones más estrictas en todo el mundo. Para los poderes públicos, llevar el caso ante la justicia implica un gasto significativo de recursos y tiempo, sin mencionar que las soluciones que se derivan de un fallo judicial suelen ser menos flexibles y específicas que las que se podrían haber acordado en un proceso negociado.

A pesar de estos posibles beneficios, la realidad es que la creciente preocupación sobre los efectos negativos de las redes sociales, sumada a la presión pública para que los gobiernos actúen, probablemente limitó las posibilidades de un diálogo productivo. El riesgo político de parecer demasiado indulgente con una plataforma ampliamente percibida como problemática en cuanto a la seguridad infantil y la privacidad de los menores pudo haber disuadido a los legisladores de buscar soluciones menos visibles o más lentas. Además, la naturaleza transnacional de TikTok, con sede en China, complicó aún más la posibilidad de establecer una colaboración fluida, debido a las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China.

Las demandas en Estados Unidos contra TikTok representan un punto de inflexión en la lucha por la protección de los menores en el entorno digital. El principio del interés superior del menor, tal como se aplica en el Derecho estadounidense, exige que se adopten todas las medidas necesarias para proteger a los menores de los riesgos que plantean las plataformas digitales. En este sentido, el caso contra TikTok no solo se centra en la plataforma en sí, sino que tiene implicaciones más amplias para la industria tecnológica en su conjunto.

Este litigio plantea preguntas fundamentales sobre el equilibrio entre el progreso tecnológico y la responsabilidad social, y pone de relieve la necesidad de una regulación más efectiva que pueda garantizar la protección de los menores sin sofocar la innovación tecnológica. Los tribunales tendrán la difícil tarea de determinar si TikTok ha incumplido sus obligaciones legales y éticas, y si las sanciones propuestas por los fiscales generales son proporcionales a los daños causados.

Independientemente del resultado que puedan tener las acciones ejercitadas por los fiscales estadounidenses, este caso deja claro que la protección de los menores en la era digital seguirá siendo un tema de intensa preocupación tanto para los poderes públicos como para la sociedad en general.

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Artículo de Redacción publicado en https://www.lawyerpress.com/2024/10/22/fiscales-estadounidenses-contra-tiktok-por-proteccion-de-menores/