• 02/08/2024 00:21

Sus primeros diez añitos del SERFOR. Por (*) Enrique Angulo Pratolongo

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Recuerdo con claridad cuando entré al Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR). El día exacto en el que esta aventura empezó fue el 24 de agosto de 2015. No pensé quedarme tanto tiempo, aunque en realidad, dudo si realmente pensé eso. Sea cierto o no, el tema es que estoy por cumplir nueve años en esta institución que he aprendido a querer y a la que, aún, voy día a día con ganas de aportar, pese, por supuesto, a algunos altibajos y situaciones que a veces me dejan un sinsabor. Pero como un amigo me dijo hace ya más de tres lustros, “si pierdes el entusiasmo, mejor deja de trabajar en lo que crees que te gusta”. Felizmente, ese entusiasmo no lo he perdido aún.

El pasado 26 de julio de 2024, el SERFOR cumplió diez años de vida institucional. Para la Autoridad Nacional Forestal y de Fauna Silvestre, una década es bastante y poco a la vez. Esa ambigüedad parece contradecirse con el hecho de que, si bien se ha avanzado en construir una normatividad contundente para regir el destino de nuestra flora y fauna silvestre, aún existen vacíos y contradicciones para su correcta aplicación, salen a flote demasiada verborrea y tramitología a las que debemos vencer y a veces nos invade una visión muy “controlista” de nuestro patrimonio natural. Pero estas breves líneas no intentan armar una discusión bizantina sobre el accionar de esta institución. No, por ahora no. Quiero, tan solo, detenerme unos minutos y celebrar el aporte del gran equipo humano que en ella labora.

Creo que fue en abril del 2018 que fuimos a la Reserva  Paisajística Noy Yauyos Cochas a liberar a este especímen de cóndor andino. El chofer fue mi recordado amigo Héctor Cordero (QEPD).

Cuando entré al SERFOR, debo confesar, pensé dos cosas: voy a toparme con mucha gente “antigua” que seguramente viene desde el ex Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) —institución que hasta ahora forma parte del léxico y recuerdo de muchas personas— y de la extinta Dirección General Forestal y de Fauna Silvestre; y seguro me ahogaré en la burocracia de la que tantas veces reniego y que genera anticuerpos en casi todas y todos los peruanos.

 

Efectivamente, encontré servidores añejos, pero, para sorpresa mía, encontré también bastante “juventud”. Es decir, conocí a muchas y muchos colaboradores jóvenes que impregnaban (y lo siguen haciendo, pese cierto cansancio innegable y a los CAS permanentes —ustedes saben a qué me refiero—) vitalidad, empuje y (asumo) el ya nombrado entusiasmo. Por supuesto también enriquecen a la institución con conocimientos y experiencias previas. Su presencia, en conjunción con las “viejas glorias”, parece ser una buena jugada para pasar a ser la combinación perfecta, la misma que está destinada a sacarle lustre a una institución “nueva” que fue ensamblada y compuesta por partes de instituciones extintas. Si bien, personalmente, creo que ese ensamblaje pecó de mucha “consulta social” y de decisiones políticas discutibles, fue así como, en resumen, nació mi querido SERFOR.

Con la gente brava de Comunicaciones (Lima y ATFFS), julio 2024.

Laborar en el SERFOR es para mí una gran satisfacción porque, como muchos saben, estoy “en mi salsa”, en esa misma en la que estoy ya más de 20 años o más. Una de las cosas que me gusta es que cada día conozco a más personas comprometidas hasta el tuétano con la causa, pese a diversas carencias presupuestales y al accionar, a veces, kafkiano del aparato estatal. Esa causa que parecería simple, si la plasmo acá como: gestionar inteligentemente (para no decir, como siempre, de manera sostenible) lo que nos queda de patrimonio forestal y de fauna silvestre es bastante compleja de realizar en un país como el nuestro. Debemos evitar las posiciones y miradas muy “parquistas”, “conservacionistas a ultranza”, “animalistas” y aquellas que solo se refieren a la “cosmovisión” de unos como la panacea y la única manera de salvar al planeta.

 

Una de las cosas que me parecen fabulosas del SERFOR es la presencia de especialistas de diversas profesiones, con los que me topo, bromeo y me agarro casi a golpes en discusiones de alto nivel intelectual. Si bien cada uno puede hablar su propio idioma, al final todos caen por un embudo hacia un mismo fin. De esta forma, en las incontables reuniones, en las que he participado y participo, afloran diversas posturas ideológicas (inevitables), argumentos técnicos válidos, experiencia profesional acumulada y una carga subjetiva a veces ya muy evidente. Todo ello en su conjunto enriquece una reunión, pero también puede llevarnos a la nada o a una dilatación cuestionable para la toma de decisiones. No obstante, esa diversidad de opiniones enriquece nuestro accionar y parezca o no, es necesario y útil si se regula. Al final, el balance es positivo.

El camino así es. Lo dije durante la XXI Reunión de la Comisión Técnico – Administradora del Convenio para la conservación y manejo de la vicuña, en mayo de 2024.

Lo que sí me queda claro y debería ser algo evidente en cada uno de los que estamos en el SERFOR, es el hecho de que, reneguemos o no, somos funcionarios públicos. Es decir, trabajamos para el colectivo nacional. Servimos al país por si a alguien se le olvido. Y es que ¡alguien debe hacerlo! Y bajo esa premisa, me toca a mí y por eso estoy en el SERFOR. No me arrepiento en lo más mínimo ser un funcionario del Estado y recibir golpes de la ciudadanía que nos tilda de “lentos”, “inoperantes”, “corruptos”, “insensibles con los animalitos” y de varias cosas más.

Así, otra de las cosas que me gusta y me retiene en el SERFOR, es la extensa paleta de tópicos que veo y atiendo; claro, pese a los temas administrativos y programáticos de los que no puedo escapar. Estas dos últimas tareas pueden ser tediosas, sobre todo porque no son mi especialidad, pero las considero fundamentales e ineludibles. Sin ellas no somos nada. Va mi saludo para todas y todos mis amigos de las oficinas generales de administración y de planeamiento y presupuesto. Me hacen renegar a veces, pero valoro y reconozco sinceramente su trabajo.

 

Con las vicuñeras. Abril 2024.

Un día puede empezar, para mí, viendo asuntos de prensa, para luego revisar textos sobre aprovechamiento de thola y de vicuña en Puno, para ir corriendo a moderar un evento sobre los avances y retos en la gestión del género Cinchona (quina); y luego continuar con la revisión de los “copys” que acompañan a las publicaciones que hacemos en las redes sociales. En el interín, revisé dos notas de prensa, sobre lo que hace el SERFOR en Cusco y en Piura, edité una hoja de créditos de una publicación sobre árboles nativos del departamento de Arequipa y revisé otra publicación sobre la instalación de viveros forestales en Cajamarca.

En la tarde, me debo avocar a revisar y mandar mis aportes en torno a la propuesta del Plan de Continuidad Operativa (para afrontar los eventos que pongan en riesgo la continuidad de las operaciones de la entidad y del cual no tenía ni idea que existía), revisar una cartilla para la identificación anatómica de la madera de las especies de los géneros Dipteryx (shihuahuaco) y Handroanthus (tahuarí) en el Perú y la Guía de identificación y cuidados iniciales de animales silvestres decomisados o hallados en abandono, validar un informe sobre la participación de la Oficina de Comunicaciones en un proyecto que financió la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT o ITTO por sus siglas en ingles) para la “Prevención y Respuesta a Incendios Forestales en Bosques Tropicales y Plantaciones Forestales en Perú”, preparar mi ppt para un taller con los comunicadores del SERFOR, para acabar el día atormentado por revisar más documentos, entre ellos, varias propuestas para las redes sociales. Y así es todos los días, felizmente.

No voy a entrar en frases como “Feliz aniversario familia SERFOR”, “Vamos por más”, “Vamos con todo”, “Orgullosos de nuestro país”, “Diez años y qué sean muchos más” y cosas por el estilo. No. No hemos ganado nada aún. Nos quedan muchas responsabilidades por delante. Es cierto, merecemos celebrar. Celebremos, pero no perdamos de vista el importante rol que cumplimos cada uno de los aburridos y burocráticos funcionarios del SERFOR. No perdamos las ganas de seguir aportando beneficios al país; y no dejemos de tener entusiasmos por lo que hacemos. Si no lo tienes, empezamos mal esta siguiente década.

(*) Enrique Angulo Pratolongo es  magíster en Desarrollo Ambiental y licenciado en periodismo con más de diez años de experiencia en el sector público y privado en labores periodísticas en Perú

Este post se copublica en @cdoverde de efeverde por gentileza de Mi Tambor de Hojalata

 

 

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Artículo de Arturo Larena publicado en https://efeverde.com/sus-primeros-diez-anitos-del-serfor-por-enrique-angulo-pratolongo/