Jesús Alcanda Vergara
Ingeniero Forestal
La mayoría de los grandes incendios forestales acontecidos en agosto de 2025 han sido cuidadosamente sembrados durante los últimos 40 años, con esmero, dedicación, parsimonia, predicamento, orgullo y sideral estulticia. Todos estos sembradores y sus colaboradores han corrido frenéticamente a la ventana de los medios de comunicación a denunciar la terrible consecuencia de sus propios actos y han vociferado sus repetidas soluciones de todo a cien, que son las mismas que llevan vociferando los últimos decenios y que no solucionan nada, como es lógico…
El clan de sembradores de incendios no llega nunca a atisbar el verdadero origen del problema porque se halla atrapado en el lodazal de la corrección política y de los respetos humanos, y tal estercolero le impide absolutamente acercarse con sinceridad a la verdad de las causas de esta lacra.
Incendios totales
Estos incendios totales que han asolado durante el pasado agosto (grandes incendios los llaman escondiendo su verdadera génesis) no se pueden explicar con pretextos técnicos de estructura u organización, o echándole la culpa al sursuncorda. Cuando en el ordenamiento jurídico se niega la posibilidad de la guerra justa, negando toda guerra y aferrándose a los sortilegios del pacifismo, la consecuencia directa es la guerra total (la Segunda Guerra Mundial es un claro ejemplo de negación previa de toda guerra, aunque fuese justa, para reventar en cataclismo bélico).
De idéntica forma ocurre con los incendios totales, que solo pueden generarse negando una evidencia tras un largo periodo de siembra tozuda y cuidadosa contra esa evidencia, día a día, año a año, y luego, cuando se juntan los astros y acontece una primavera generosa en lluvias y un verano ventoso, se desatan las siete plagas. Pero la catarsis se ha sembrado durante lustros. Veamos esa siembra.
Normativa y abandono rural
Durante más de 40 años, las administraciones del “Medio Natural” de las autonomías, de Madrid y de Bruselas han generado de su puño y letra un enjambre jurídico de normas abstractas todas convergentes hacia la usurpación de derechos de gentes montanas e incautación encubierta de los derechos de vuelo en el agro y en el monte de nuestras sierras.
Todo uso, disfrute, aprovechamiento y actividad de nuestros agricultores, ganaderos, forestales, cazadores, etc., tiene que supeditarse, subordinarse y humillarse al entramado delirante de miles de prescripciones legales de supremacía de la conservación de la biodiversidad, defendida ésta por un ejército de funcionarios armados con presupuestos desorbitantes y poderosos medios tecnológicos, empoderados por una sociedad urbanita mimada e ignorante que no entiende ni una palabra sobre la complejidad de los tradicionales equilibrios jurídicos, ecológicos, económicos y sociales que han posibilitado la vida de bosques y personas en las sierras españolas.
Los contribuyentes de nuestro reino ignoran que si, después de las copiosas lluvias de principios de año, algún vecino serrano se le hubiera ocurrido esta primavera abrir un cortafuegos o una faja auxiliar de defensa contra incendios (para defender su pueblo), o una pista forestal (para acceder con rapidez a los focos de ignición), o practicar desbroces bajo arbolado (para dificultar el fuego de copas), entonces ese vecino hubiera dado con sus huesos en la cárcel acusado de una infinidad de cargos contra la biodiversidad y denunciado por un batallón de ese ejército beato de la biodiversidad.
Consecuencias sociales y ecológicas
Y si al vecino serrano se le hubiese ocurrido pedir algún permiso administrativo para realizar esas labores, se habrían reído de él, o en el mejor de los casos se lo hubieran concedido en el mes de octubre, trufado con una recua de condicionados delirantes que le harían olvidar para qué había pedido el permiso. Pero los pocos habitantes de nuestras sierras están aburridos de tanto asedio administrativo y tanta sanción descomunal.
El resultado de tanta comisaría en nuestras sierras es el hastío de sus agricultores, ganaderos, selvicultores… que tienen miedo hasta de andar por los predios que les dan de comer, y que acaban reduciendo al mínimo sus labores, cuando no abandonando la gestión de sus campos y montes, embasteciéndose los pastos y trabándose los bosques, y consiguiendo que las pocas personas que viven en las sierras lo hagan de espaldas a ellas, quedando así los montes solos, solos, solos para defenderse de cualquier inclemencia.
El derecho de las personas de nuestras sierras está acogotado por un sinfín de derechos de protección de cosas (animales, plantas…), una dialéctica demoníaca que no solo está desalojando los pueblos montanos sino que está destruyendo vidas de personas, con nombres y apellidos: familias echadas a patadas de sus hogares por ese entramado jurídico que no cesa y que se acrecienta cada año en una deriva demencial que nadie denuncia.
Ideología y futuro
Es pura ideología devastadora de derechos tradicionales y de realidades. Y sin gente serrana no hay bosques serranos. Si la gente serrana no vive de los bosques, los bosques se queman. Si las gentes serranas se marchan, los bosques serranos se queman. Tarde o temprano, se queman: cuanto mayor es el abandono, mayor es el incendio. ¿Tan difícil de entender es esto?
Y todo este delirio ha sido apoyado y está apoyado, no solo por esas administraciones 3D, sino por políticos de todo género, y por la práctica totalidad de una sociedad urbanita que con una suficiencia vergonzante impone a la sociedad serrana la obligación de tributar un sinfín de servicios ecológicos y biodiversos de forma totalmente gratuita. Pues ahí tenéis las consecuencias de tanta arrogancia: el incendio total.
Descuiden. Nadie va a revocar ese enjambre de derechos de cosas sobre personas, ni va a devolver y arropar con derechos a las gentes serranas. Nadie va a admitir que para paliar los incendios hay que cortar muchos árboles para el cuidado de las sierras, que hay que desbrozar miles de hectáreas, que hay que abrir muchas pistas forestales, que hay que persistir en los disfrutes ganaderos y aprovechamientos forestales fomentándolos, que sobre todo hay que cuidar a las gentes serranas como oro en paño para que haya alguien que se encargue de cuidar y defender los montes, etc., etc., etc.
Y los sembradores de incendios seguirán atareaditos con sus labores inanes y se seguirán preguntando, cuando acontezcan, el porqué de estos incendios totales. Y cuando alguien les alumbre las razones que aquí se han expuesto, negarán displicentemente la mayor diciendo que este es un debate anacrónico y superado: cuando un modorro coge la linde, acaba la linde y sigue el modorro. ¡Y hay que ver la que arma!
Jesús Alcanda Vergara es Ingeniero Forestal
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