Texto de Valeria López Peña
Vídeo de Julen Suescun
Madrid (EFEverde).- A una hora de Madrid está Robledillo de la Jara, un pueblo en la sierra que, como el 75 % de España es vulnerable a las sequías, de acuerdo a WWF. Sin embargo, allí también comenzó Retree, con su primer bosque, Valle de los Sueños, un proyecto que regenera suelo seco desde las manos de jornales locales e IA.
Normalmente las plantaciones se hacen en noviembre o abril, cuando pueden aprovechar al máximo las lluvias. Pero en invierno, las ruedas se deslizan más, lo que dificulta pasar la ya empinada cuesta, aún en sus camionetas blancas. Tales complicaciones son comunes en la ruralidad, y el algoritmo de Marie Drouard, su solución.
Innovar para regenerar a distancia
Drouard, responsable de I+D+I del proyecto, explica a EFEverde que colaboran con sistemas satelitales, principalmente Copérnico, para tomar “fotos” de sus bosques. En ellas, no sólo ven desde arriba la condición de los árboles, sino también el índice de humedad, la temperatura, entre otros datos procesados con IA para hacerle mantenimiento a sus plantaciones sin necesidad de ir presencialmente. Así, sólo necesitan subir esa cuesta una vez a la semana.
Quizá el valor más importante sea el de la monitorización de carbono atmosférico. Gracias a la tecnología de Retree, conocen el intercambio neto de carbono en el ecosistema. Es decir, han podido cuantificar la respiración del bosque y su absorción de CO2. En total, han capturado 36,04 kilotoneladas de este gas efecto invernadero.
Son conscientes que la compensación con su tonelada de carbono es más cara que la competencia, al enfocarse en la mitad sur del país. El CEO y fundador de Retree, Pedro Pérez de Ayala, lo argumenta: «un roble en Almería vale más que uno en Cantabria, donde no son tan vulnerables a la sequía, en comparación», algo que ha convencido a los responsables de grandes compañías que les han contactado para compensar su huella de carbono, como el Banco Santander, Decathlon, iryo y Amazon.

Praderas regeneradas para captar carbono
Cada empresa financia la plantación de árboles para compensar sus emisiones de carbono. En el modelo de negocio de Retree, cuando las compañías adquiere sus bosques, se comprometen con proyectos de plantación que seguirán durante próximos 50 años. Pero también se comprometen a crear un plan de reducción, para, en palabras de Joaquín Cubero, responsable de marketing, “evitar las soluciones temporales, como es la compensación, y el greenwashing”.
Así es que en Extremadura, por ejemplo, Helios benefició a La Cima de Pottokas (Piornal), donde Retree tiene previsto absorber 382,59Kg de CO2 por cada árbol. Y en el mismo municipio, La Caixa ha plantado 3.930 árboles.
Juntos, han empleado el equivalente a 514 jornales locales, y es que otro esfuerzo de Retree ha sido la de crear empleo rural en la denominada españa vaciada. Al llegar a Robledillo, como muchos otros, parece un pueblo fantasma. No importa si es la hora del desayuno, y hace falta un café, o si ya se viene el tardeo, las calles están vacías. Esto tampoco es algo especial, pues localidades pequeñas, como Mos (Pontevedra) o Tías (Las Palmas) tenían -en 2021- el 40 % de sus viviendas vacías. Para contextualizar, Madrid contaba con apenas 6,3 % desocupadas, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística (INE).
“De hecho, por eso nació Retree. Lo del mercado de carbono, replantar, y desarrollar tecnología llegó después, porque necesitábamos alguna forma de ingreso”, reconoce Pérez de Ayala a EFEverde, aunque su sonrisa al ver a Marcos Varela, el coordinador de ventas y del departamento ‘Forest Generation’, plantando un roble en lo que fue el primer bosque de la empresa, sugiere otra cosa.

Robles, pinos y jaras revitalizados
Con árboles verdes y marrón de fondo, Varela explica el método con el que han plantado, en total, 126.640 árboles en suelo aparentemente adverso. Entre ellos, robles, pinos, y jara, una especie que a pesar de no ser nativa, se ha expandido por su resiliencia al fuego y la sequía. Una oportunidad para recuperar los suelos gallegos que ardieron este verano, donde ya tienen ofertas de regenerar.
El primer paso, es la prueba de oro. Si la rama sobrepasa al intento de Varela por romperla, aunque sea una resistencia débil, “la dejamos, pero si se rompe fácil, es mejor reemplazar”, explica el coordinador al agacharse ante el pino más cercano. Apenas lleva una semana plantada -y en un octubre particularmente caluroso-, no tiene buenas posibilidades.
Efectivamente, su rama se quiebra. Pero el año pasado “tuvimos un mortalidad de casi 14 %”, evoca De Ayala, aún así, orgulloso “teniendo en cuenta el suelo donde plantamos; seco, con pocos minerales, con estaciones cada vez más drásticas y afectadas por el cambio climático, no está nada mal”.

Las manos de Valera han retirado el plantín de pino, y se prepara para quitarle la bolsa que resguarda las raíces de otro. Ha esperado tres años de germinación, suficiente para que llegue al bosque de Retree a ocupar el hueco que ya estaba, sólo quedaba despeinar las raíces para que se acomoden mejor.
Sin fertilizantes ni pesticidas, la preparación del suelo es sencilla. Tras llegar a un acuerdo con propietarios privados o ayuntamientos, excavan la primera capa del terreno delimitado. Con ello, se llevan piedras y llegan a una capa de tierra ligeramente más sana. Luego, con pequeña maquinaria crean senderos horizontales para que el agua no baje por la montaña, y se pueden cavar los hoyos de cada árbol.
Intercalando especies, el equipo reforestador se arma con piedras, agua y gemas de gel contra la sequía. El pequeño pino, ya con tierra a su alrededor aún debe sobrevivir a un suelo dañado y altas temperaturas. Por eso, después de regar, Varela pone una pizca de esferas de gel para enfriar y tapa con un par de piedras para retener la humedad. Si las condiciones son muy adversas, recurren a una malla protectora, pero eso dependerá de lo que concluya su algoritmo.
Así, combinando trabajo manual, experiencia y algoritmos han regenerado ya 123,48 hectáreas en Cantabria, Aragón, Valencia, Almería, Cáceres, Toledo, Madrid y Beja (Portugal). En ellas, al igual que en el Valle de los Sueños, se escuchan abejas y se camina sobre suelo vivo, que antes crujía al pisar. Se erigen altos robles y pinos de varios años que trabajan juntos para reducir el carbono, reforestando en colaboración con nueva tecnología.EFEverde
vlp/al
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