La noche del 12 de diciembre de 2015, mientras en Francia se cerraba el Acuerdo de París, en la redacción central de EFEverde en Madrid seguíamos cada movimiento con la tensión y la excitación propias de los grandes hitos informativos.
Desde allí coordinaba la cobertura, con mi compañera Caty Arévalo desplazada en primera línea y enviando cada avance, cada giro, cada matiz.
Aquella noche elaboré una infografía de urgencia con sus datos y los del equipo, intentando condensar las diez claves de un acuerdo que, aunque imperfecto, marcaba un antes y un después.

Hoy, al cumplirse su décimo aniversario número, es un buen momento para recordar explicar por qué París fue -y sigue siendo- una buena noticia, y por qué resulta tan preocupante que, a finales de 2025, se levanten voces que trivializan la crisis climática, revientan consensos básicos o tratan de revertir políticas ambientales que costaron décadas construir. Así Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump lo volverá a abandonar en 2026.
Un acuerdo con luces y sombras, pero decisivo
Todos sabíamos entonces -y lo sabemos ahora- que el Acuerdo de París no resolvía la emergencia climática. Pero aportó algo que no existía: un marco global, universal, flexible y revisable.
Una señal política inédita: Por primera vez, casi todos los países aceptaron que había un límite físico -1,5 ºC- que no se debe cruzar sin consecuencias irreversibles. Esa sola cifra cambió el debate mundial.
Una implicación universal: París acabó con la lógica de “unos pocos hacen, el resto observa”. Todos, con más o menos capacidad o responsabilidad histórica, debían presentar sus planes de reducción.
Una arquitectura que obligaba a avanzar: Cada cinco años, elevar la ambición. Revisar, medir, reportar los compromisos nacionales de reducción (NDC). Nada de firmar y guardar en el cajón.
Por eso París fue un acuerdo valioso: no porque solucionara la crisis climática, sino porque abrió la única puerta posible para solucionarla.
Los frutos de París: lo que sí ha cambiado
Aunque la acción climática sigue lejos de lo necesario, sería injusto ignorar los siguientes logros alcanzados en esta década:
- El despliegue renovable se aceleró hasta niveles impensables en 2015.
- El coste de la energía solar y eólica se desplomó, permitiendo competir sin subsidios.
- Las leyes climáticas se multiplicaron en cadenas globales de mejora regulatoria.
- La descarbonización dejó de ser retórica para convertirse en expectativa de mercado.
- La opinión pública y las empresas despertaron, impulsados por la ciencia, la evidencia y la divulgación.
Mucho de este movimiento sistémico habría sido imposible sin París como marco.
Y mientras tanto…
Los fenómenos extremos -danas, olas de calor, incendios, sequías e inundaciones…- ya no son “excepcionales”; son más frecuentes, más intensos y más costosos.
La ciencia es inequívoca: sin recortes drásticos de emisiones, será difícil ceñirnos a la meta 1,5 ºC. https://efeverde.com/2024-fue-el-ano-mas-calido-y-el-primero-en-superar-en-15-c-la-temperatura-media-preindustrial/
No es el Acuerdo de París el que falla; son los gobiernos que no cumplen las promesas de París.
Además vivimos una fase peligrosa del debate climático. El negacionismo puro -el de “el clima no cambia”- es minoritario, pero ha mutado en algo más sofisticado: retardismo, cinismo, relativismo económico, o involución enmascarada de simplificación administrativa.
Frases como… “No es el momento”; “La transición es demasiado cara”; “Ya veremos más adelante” …son las nuevas coartadas para no hacer nada. Y algunas administraciones están desandando políticas ambientales que estaban consolidadas, pero el planeta no espera.
Como recordó entonces WWF en su análisis del acuerdo y que sigue vigente (https://efeverde.com/acuerdo-de-paris-clima-valoracion-wwf/), París es una herramienta válida, pero necesita ambición real, no meros anuncios.
Por qué, pese a todo, París sigue siendo nuestro mejor instrumento
Porque sin París:
- No habría un marco internacional común,
- No habría presión diplomática,
- No habría una hoja de ruta hacia la neutralidad climática,
- No habría señales económicas claras para acelerar la transición,
- No habría rendición de cuentas.
Si el Acuerdo de París no existiera, tendríamos que inventarlo de nuevo.
Una llamada de atención
Por eso cada diciembre me acuerdo de aquella noche en la redacción de Madrid: del ritmo frenético, del cruce de mensajes con Caty, de la sensación de que algo histórico se estaba firmando. Y, visto en perspectiva, lo era.
Pero un acuerdo no se celebra: se cumple.
Y París aún espera, una década después, que los países estén a la altura del compromiso que adoptaron.
En un momento en el que el ruido negacionista crece y algunas políticas retroceden, conviene recordarlo: París fue una buena noticia entonces, y sigue siendo una buena noticia hoy.

Lo irresponsable sería convertirlo en papel mojado.
Arturo Larena es periodista ambiental y de ciencia.
Esta tribuna puede reproducirse libremente citando a sus autores y a EFEverde.
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Este blog de «influencers verdes» fue creado por Arturo Larena y ha sido finalista en los Premios Orange de Periodismo y Sostenibilidad 2023 en la categoría de «nuevos formatos».
La entrada Por qué el Acuerdo de París sigue siendo, diez años después, una buena noticia. Por Arturo Larena se publicó primero en EFEverde.