Sònia Flotats, directora de Move! Moda en Movimiento
Es probable que hayas leído que Francia ha aprobado una ley anti-Shein, y es que este tema ha sido trending topic en redes sociales y espacios de debate público.
Hace unos días, el Senado francés aceptó a trámite, prácticamente por unanimidad, una proyecto de ley que oficialmente se llama Proyecto de Ley para reducir el impacto ambiental de la industria textil. Sin embargo, al leerla con atención, parece más bien una ley orientada frenar la actividad de plataformas online de origen asiático como Shein o Temu, que en los últimos años se han convertido en serios competidores de los operadores occidentales.
La propuesta solo aplica a las empresas catalogadas como “moda ultra express”, un término que el propio Gobierno francés ha acuñado para referirse a aquellas compañías que introducen una enorme cantidad de productos nuevos cada semana, a precios bajos y con una calidad tan limitada que imposibilita su reparación, reutilización o reciclaje. En cambio, las marcas tradicionalmente asociadas al fast fashion quedan fuera del alcance de esta normativa, ya que, aunque también ofrecen productos asequibles, el Senado considera que modelo no promueve un consumo desproporcionado. Lo que esta ley penaliza no es tanto la cantidad total de prendas que se ponen a la venta, sino el número de referencias distintas, la baja calidad de los productos y, muy especialmente, el lugar desde donde se envían.
Ecoscore y ecotasas: el nuevo sistema de penalización ambiental
Para regular todos estos temas, el proyecto de ley plantea un sistema de penalizaciones económicas, aplicando el principio de “quien contamina más, paga más”. Estas ecotasas, que pueden llegar a un máximo de 10 euros por prenda (y nunca superar el 50% del precio de venta antes de impuestos), se calcularán según un ecoscore, un indicador ambiental que también ha desarrollado el gobierno del país galo y que mide, entre otros aspectos, el impacto en biodiversidad, la huella de carbono y la durabilidad del producto. Las prendas con un ecoscore más alto pagarán más tasas.
El dinero recaudado se destinará a financiar el sistema de gestión de residuos textiles francés (Refashion) y a bonificar a las empresas que el Senado ha definido como “virtuosas”.
Además, las empresas de moda ultra express no podrán beneficiarse de las deducciones fiscales de hasta el 60% que disfrutan las marcas que donan ropa no vendida a entidades sociales, subrayando que la sobreproducción está penalizada.
Más impuestos a envíos y restricciones publicitarias
Finalmente, y esto ha sido una decisión de última hora, se aplicará un impuesto adicional de entre 2 y 4 euros por paquete a los envíos de menos de dos kilos provenientes de fuera de la Unión Europea, que lleguen directamente a domicilios en Francia.
Más allá de las medidas económicas, la ley incluye restricciones en la comunicación comercial de estas empresas. Se les prohibirá hacer publicidad en medios tradicionales o a través de influencers, con multas de hasta 100.000 euros. También deberán informar sobre el impacto ambiental de sus productos e incluir mensajes que fomenten un consumo más responsable.
Está claro que Europa necesita unas nuevas reglas de juego que garanticen que todas las empresas del sector de la moda compitan en igualdad de condiciones. Y si esas normas, además, contribuyen a un modelo más sostenible, mejor que mejor. Pero, ¿es realista pensar que esta ley francesa lo va a conseguir por sí sola? Tal vez sería más eficaz que fuera la Comisión Europea quien estableciera un marco común para toda la Unión. Y de hecho, aunque lentamente y con muchas idas y venidas, lo está haciendo.
Europa también se mueve hacia la sostenibilidad textil
El Reglamento Europeo de Ecodiseño, que se aprobó hace poco más de un año pero que todavía no ha entrado en vigor, especifica unas reglas de juego comunes para los textiles, pero también para muchas otras categorías de producto, que obligan a que todas las prendas que se comercialicen en la Unión Europea, independientemente de dónde hayan sido fabricadas, cumplan unos estándares vinculados a la sostenibilidad, que incluyen la durabilidad y la posibilidad real de ser reparadas.
De la misma manera, la Unión Europea está trabajando en una propuesta que le permitiría imponer aranceles a las importaciones de grandes operadores online como Shein o Temu. Este texto acabaría con la excepción (que se conoce como de minimis) y que permite a las plataformas de ecommerce enviar sus productos a Europa sin pagar aranceles, siempre y cuando el paquete no supere un determinado valor.
Finalmente, y por lo que respecta a la comunicación, también Europa estaba trabajando en unas directivas orientadas a evitar el greenwashing, aunque también es cierto que, mientras escribo estas líneas, se hace público que la Comisión Europea, a petición del Partido Popular Europeo, acaba de cancelar la propuesta de directiva más ambiciosa en este sentido.
Y mientras esperamos a que unos y otros regulen de manera coherente y eficiente, el mundo sigue girando, los recursos naturales agotándose, los suministros encareciéndose y la opinión pública apretando. Por ello, estoy casi segura de que la solución llegará de las propias empresas del negocio de la moda.
De hecho, ya hace años que los operadores veteranos del sector, y en España tenemos unos cuantos, están invirtiendo en startups que desarrollan materias primas alternativas o recicladas, formando a sus equipos en ecodiseño, probando modelos desvinculados de la producción de prendas nuevas (como el alquiler, la segunda mano o la reparación), y explorando muchas otras propuestas para que ni las situaciones geopolíticas, ni las ambientales, ni las sociales afecten a sus cuentas de resultados.
Y quien no sepa ver eso, está condenado a desaparecer.
Por supuesto, cualquier medida legislativa que acelere este proceso será bienvenida. Pero sería deseable que fuera lo más global, coherente y justa posible, para que contribuya a cambiar el sistema, y no solo a frenar a un competidor incómodo.
Sònia Flotats, directora de Move! Moda en Movimiento
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