• 30/06/2024 22:22

Mensajes en una botella: del desahogo humano y deseo por comunicar al estudio de las corrientes marinas

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Marcos Domínguez.-Madrid, (EFEverde).-Detrás de muchos mensajes lanzados al mar -no todos-  hay personas cuyo último aliento se lo entregaron al oleaje, un tierno desahogo que, motivado por alguna catástrofe natural, se convirtió en una costumbre entre marineros al verse en una situación desesperada. Necrológicas donde no sólo se expresaba el anhelo humano por comunicar, sino que también contribuyeron en gran medida a la comprensión de los océanos hasta la actualidad.  

De todo ello habla el alemán Wolfgang Struck en su libro ‘Mensajes en una Botella’, donde el mar se convierte en el destinatario de naufragios, encallamientos  y navegantes perdidos en islas desiertas que confiaron a las corrientes sus llamadas de auxilio. Sus testimonios, muchos de ellos todavía en lugares desconocidos, fueron la base de los experimentos con botellas en el siglo XIX y todo un precedente con autores «de carne y hueso» para la oceanografía del momento.

«Cuando empecé con esta investigación me esperaba una gran colección de mensajes embotellados, pero no fue así. Encontré muchos textos y notas muy diferentes», cuenta Struck en una entrevista con EFEverde.

«Lo que más me llamó la atención fue ver la cantidad de pequeños documentos de gente perteneciente a lugares remotos», explica el autor con respecto al océano como un gran espacio común.

Al principio, reconoce que le fue difícil conectar cada una de estas historias pero que le llegó a «fascinar» lo que hay detrás de cada una. «Aprendí a conocer a las personas que las escribieron», y cuenta que gracias a ello se aventuró a investigar más sobre lo que dio comienzo a los estudios oceanográficos.

El mar como espacio en común

Para Struck, su relación con el mar mejoró gracias a su investigación. «El mar es nostalgia, quizás algo de romanticismo también», y no sólo por los paseos que le encanta dar en sus orillas, sino también por la idea de ser «un espacio de conectividad global a nivel internacional».

Las culturas de la antigüedad como Grecia o Roma eran talasocracias, es decir casi toda su supervivencia consistía en el control del Mar Mediterráneo. Para ellos, «la cultura marítima jugaba un papel fundamental», argumenta.

A partir del siglo XVIII esta fascinación por los océanos se reactivó mundialmente y supuso un cambio en las relaciones socioeconómicas de las poblaciones. «Las culturas marítimas han cultivado siempre esta idea de conexión, no eran estructuras centralizadas, sino fuertemente conectadas», apunta.

Las corrientes, las misteriosas venas del océano

No obstante y aunque fuera necesaria la navegación por sus aguas, «el océano seguía siendo un misterio», ha añadido.  «No sabemos mucho sobre sus profundidades, ni tampoco sobre cómo funciona», dice en alusión al estudio de las corrientes marinas.

De hecho, los estudios con mensajes embotellados surgieron para dar luz a la investigación sobre las corrientes. Se supo entender de dónde procedían y dónde terminaba su travesía, pero ese recorrido caótico era muy difícil de comprender desde el punto de vista científico.

 

Fotografía facilitada por la Organización para la Investigación Industrial y Científica de la Mancomunidad de Australia (CSIRO), EFE.

Una botella tardaría cuatro años y noventa y tres días en dar la vuelta al mundo desde cabo de Hornos hasta la costa suroeste de América, según los estudios recogidos en este libro; pero todo ello en condiciones favorables. Hay multitud de complicaciones a las que se podría ver sometida, desde los vientos, hasta las criaturas que lo habitan y la voluntad de esas «venas» que bombean el océano – las corrientes-.

«El mar sigue siendo un misterio y eso es un principio fundamental para seguir investigando. Nosotros llenamos los huecos de alguna manera, es lo que hacemos. Siempre tenemos vacíos que llenar y, la realidad es que poseemos pocas certezas», argumenta Struck.

Un desahogo para navegantes

Los remitentes de estos mensajes embotellados fueron marineros que sufrieron calamidades de todo tipo y cuyo último consuelo fue el hecho de comunicar. «Me di cuenta que estas cartas representaban un desahogo para ellos», apunta el filólogo. «Proceden de experiencias traumáticas y confían en el mar para que se las lleve».

«Ser encontrados por alguien era parte de la idea», comenta, pero también cierto abandono  a un espacio «incontrolable y caótico» como es el océano. «La idea de hacer mensajes embotellados provenía de alguna situación de estrés como la posibilidad de un hundimiento, donde sólo se tenía la esperanza de que esas palabras fueran encontradas algún día».

Esto habla de la necesidad del ser humano por expresar y comunicar. «La parte de uno mismo que necesita dar testimonio y dejarlo ir», señala Struck sobre el valor antropológico que tienen estas misivas.

Humanizar la ciencia es conectar con la naturaleza

Frente al estatismo de la ciencia, los estudios de mensajes en botellas contribuyeron a hacer la oceanografía mucho más humana, «por ser una especie de teoría del caos», argumenta. «Al principio los científicos no querían tener nada que ver con el contenido de estas cartas, solo les interesaba el dónde y el cuando».

«Para que siga siendo ciencia, tienes que mantener unos estándares y hay que dejar poco espacio para la historia humana que hay detrás», cuenta el filólogo. Sin embargo, esa conexión es fundamental y «te hace más consciente de la naturaleza y sus problemas».

Actualmente, los mares están contaminados y llenos de basura, según atestigua Struck, un hecho que empeora el estudio de los mensajes embotellados por acumularse en islas de residuos. «Gracias a mi investigación me he dado cuenta de que el océano está lleno de cosas que no deben estar ahí», explica.

«Es un espacio que debería estar limpio», argumenta, «un lugar rodeado de misterio y que conecta a todo el mundo», concluye. EFEverde

 

mdo

 

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Artículo de generico publicado en https://efeverde.com/mensajes-botella-desahogo-humano-deseo-comunicar-estudio-corrientes/