Marcos Domínguez
Madrid, 6 jun (EFEverde).- El calentamiento global está provocando que surjan numerosas especies de plantas donde tradicionalmente no crecían debido al aumento de las temperaturas, además de desaparecer cada año una superficie de bosques equivalente al tamaño de Portugal.
La destrucción de los suelos y la sobrexplotación agrícola son dos de las principales causas de la pérdida de biodiversidad vegetal, que aunque sea «más resiliente» que los animales, su extinción sigue preocupando a los expertos, quienes han destacado también que se han perdido un total de 600 especies en los últimos 250 años.
«La superficie vegetal tiene una diversidad que incluye cientos de miles de especies dependiendo de ese ecosistema, y cuando se lo quitas, destruyes una red biológica de interacciones impresionantes», argumenta la vicedirectora de Jardín y Cultura Científica del Jardín Botánico, Ricarda Riina, en una entrevista con EFEverde.com por el Día Mundial del Medioambiente.
Diez millones de hectáreas al año
De hecho, los bosques, por ejemplo, no sirven sólo de refugio para multitud de animales sino que también ofrecen muchos beneficios ecosistémicos positivos para el planeta: como la absorción de CO2, la producción de oxígeno y la reducción del calor extremo.
Concretamente, los bosques absorbieron 7,6 gigatoneladas de CO2 entre 2001 y 2019 , es decir un 18% de las emisiones humanas, según el informe Planeta Vivo de WWF. Pese a ello, la deforestación provoca que cada año se pierda un total de 10 millones de hectáreas de terreno, lo que equivale al tamaño de todo Portugal.
Retamas con flor amarilla. EFE/Tomás Álvarez
Cambio climático: un enemigo tramposo
Por otro lado, el impacto que está teniendo el cambio climático acelera la extinción de muchas plantas, ya que con el aumento de las temperaturas cambia su fenología al desequilibrarse las estaciones de floración con la polinización de insectos. Esto provoca que se acabe reduciendo la adaptación de estos seres vivos, así como su resistencia a climas extremos.
También, se observa un crecimiento en la actividad de la vegetación con más recursos y mejores condiciones hidrotermales en zonas de alta montaña, según sugieren los estudios. No obstante, no significa que eso sea positivo porque, asimismo, también se ha acelerado la extinción de muchas variedades.
En los últimos cuarenta años se han visto cambios en la distribución de las especies vegetales en la península ibérica, ya que las variantes termófilas se han expandido desde zonas costeras hasta regiones más frías del interior como ha sido el caso de la olivarda o la cerraja por el incremento de las temperaturas en invierno.
«No supone un riesgo que surjan nuevas especies de plantas», cuenta la científica, «el problema es que se pierdan aquellas que ya estaban antes por culpa del cambio climático».
La extinción de plantas con semilla se ha producido a un ritmo mucho mayor y en los últimos dos siglos han desaparecido una media de 2,3 especies al año, según un estudio de Nature Ecology and Evolution.
Aumento inusual de vegetación
Las zonas en las que más se han acelerado los procesos de vegetación se encuentran las ciudades, las zonas polares y los jardines botánicos, sobre todo porque son lugares donde las temperaturas han aumentado. En concreto, la temperaturas urbanas han crecido un grado con respecto a su entorno próximo.
Aunque parezca lo contrario, las plantas son especialmente resistentes al cambio climático y se ha demostrado en tiempos pasados cuando la Tierra pudo sufrir alguna extinción masiva. Sin embargo, el factor humano ha empeorado los pronósticos con trabas como la explotación de los recursos, los cambios en el uso de la tierra y la pérdida de los hábitats.
Educar sobre medioambiente
La causa que más impacto tiene sobre la vegetación es la destrucción de los suelos por la agricultura, según sugiere Riina, mucho más que el aumento de las temperaturas. «No podemos seguir con el nivel de consumo superfluo e innecesario que tenemos», añade.
«Hoy en día no existe conciencia para saber de donde proceden esos productos finales que compramos», argumenta sobre la necesidad de sacrificar ciertas comodidades para reducir el consumo en exceso y luchar contra la desigualdad.
Para Riina la educación tiene un papel fundamental y ve en ella la clave para crear conciencia.. «Me da rabia que no hemos podido inculcar el amor por el medioambiente», cuenta.
«Existe una falta de conexión entre el producto que consumimos y de dónde procede por lo que si podríamos inculcar el amor por la naturaleza, seguramente, apreciaríamos mejor el valor que tienen las plantas, animales y los recursos naturales. EFEverde.
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