Ana Tuñas Matilla
La ciencia necesita del arte para generar soluciones para frenar la crisis climática y de biodiversidad que sólo con la parte «racional» del conocimiento no se producirán, así como para conmover a las personas y promover los cambios que se necesitan para lograrlo, según la educadora ambiental, escritora y pintora María Novo.
Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación y Catedrática Emérita de la UNED, además de haber publicado una treintena de libros, Novo es la impulsora de EcoArte, una iniciativa que busca integrar la ciencia y el arte para abordar cuestiones ambientales desde una perspectiva sistémica.
En su opinión, lo primero es comprender que ciencia y arte no son opuestos, sino complementarios, dos dimensiones de un mismo proceso, el conocimiento, que es complejo. «No se conoce sólo con la mente, se necesita corazón, alma,…», ha explicado en una entrevista con EFEverde tras recibir el reconocimiento a toda su trayectoria en el VII el Congreso Internacional de Educación Ambiental.
Para que haya cambios, hay que seducir y eso lo da el arte
La ciencia nos da muchos datos a los que recurren las personas que tratan de difundir el mensaje de la crisis ambiental. Esa información nos llega por la vía racional y necesita completarse con el mundo de las emociones, los sentimientos. Eso lo aporta el arte.
«Llevamos décadas difundiendo datos sobre el cambio climático y el aumento de la virulencia de sus efectos y estamos viendo evidencias, como los incendios de California. Sin embargo, no está funcionando como sería deseable, no reaccionamos y eso es porque muchas veces falta seducción y creatividad en el mensaje», ha explicado.
Otro tanto sucede con el drama de las migraciones. «Costaba que la sociedad lo asumiera hasta que apareció muerto en una playa el niño Aylan (…) Su fotografía conmovió mucho más que algunos reportajes escritos y contados».
«Hay mucha información pero hace falta seducción», que es lo que puede proporcionar el arte a través de las emociones, ha insistido Novo, que ha subrayado que, además, «el arte nos proporciona una mirada distinta» con la que ampliar el abanico de soluciones.
Romper esquemas
En nuestra cultura tenemos muy grabadas las ideas de verdadero o falso, bueno o malo o blanco o negro. Frente a esto, el arte nos pone ante toda una gama de grises o de soluciones que podemos adoptar, ha apuntado.
«El papel del artista es ver lo que todos ven y pensar lo que nadie ha pensado«, el arte nos invita a la creatividad, nos plantea preguntas y la respuesta del artista, con su conciencia de ayudar a entender el problema ambiental, nos puede llevar a soluciones inéditas e innovadoras para poder «avanzar».
Lamentablemente, ha señalado, esta forma compleja de entender el conocimiento no está llegando a la mayor parte de los centros educativos.
Sin embargo, al menos en las ciencias sociales, habría que eliminar preguntas como ¿verdadero o falso? y, en su lugar, enseñar a los alumnos a buscar «muchas soluciones para una misma cosa» desafiándolos a ser creativos con preguntas que les rompan los esquemas, ha apuntado.
«Tenemos que colaborar con la ciencia que, por sí sola, no puede conseguir todas las respuestas que necesitamos, ni conmovernos para que nos planteemos un cambio en nuestra forma de vida», ha dicho Novo, que considera que mientras la ciencia nos da el rigor del conocimiento, el arte nos da la capacidad de imaginar y vislumbrar soluciones inéditas.
Ver a la naturaleza como una máquina, origen del problema
Los seres humanos, ha insistido, «no somos unidimensionales, no sólo trabajamos con la mente, también lo hacemos con el corazón, las emociones, y todo eso lo moviliza el arte»; olvidarnos de esto, ha aseverado, es algo que nos impide comprender y asumir en toda su complejidad crisis como la ecológica.
Según Novo, en el origen de esta crisis está una visión de la naturaleza que ignora sus límites y condicionamientos y el olvido o la ignorancia de las interdependencias que se dan en el mundo vivo.
«Eso nos ha hecho contemplar los sistemas ecológicos con una visión mecanicista. Pero un río, un bosque, un mar, no funciona como una máquina. Para comprenderlos y actuar sobre ellos hay que situarse con un enfoque complejo».
Esto significa que para comprender y analizar los problemas ecológicos no podemos parcelar la realidad, diseccionándola en «piezas independientes» como si fuese una máquina. «La complejidad requiere que usemos una mirada integradora, interdisciplinaria, en la que el conocimiento esté basado en relaciones y no en hechos aislados», según Novo.
Esta es una forma mucho más rica de aproximarnos a los problemas ambientales, de penetrar en sus causas y posibles soluciones alternativas, viéndolo como un mosaico en el que se dan relaciones científicas, económicas, sociales, artísticas, etc, ha subrayado. EFEverde
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