Europa podría duplicar las materias primas críticas obtenidas de sus residuos electrónicos en 2050 y reforzar su independencia verde. El continente guarda en sus aparatos desechados una mina urbana de más de un millón de toneladas de materiales estratégicos, esenciales para la transición ecológica y digital.
Así lo señala el nuevo informe Perspectivas críticas sobre las materias primas para los aparatos eléctricos y electrónicos de desecho, elaborado por el consorcio europeo FutuRaM, que revela que el flujo de teléfonos, ordenadores, cables y electrodomésticos desechados en la UE27+4 (Unión Europea, Reino Unido, Suiza, Islandia y Noruega) contiene un volumen equivalente al peso de 50.000 contenedores marítimos.
Estos residuos esconden cobre, aluminio, paladio y tierras raras, materiales indispensables para fabricar turbinas, baterías, chips y paneles solares. Pero gran parte de ellos aún se pierden o se exportan sin control, lo que mantiene la dependencia europea de proveedores externos, especialmente de Asia.
El estudio, publicado con motivo del Día Internacional de los Residuos Electrónicos, advierte de que en 2022 la UE generó 10,7 millones de toneladas de residuos electrónicos, unos 20 kilos por persona, de las cuales casi la mitad no se gestionaron de forma adecuada.
Recuperar más y perder menos
El tratamiento correcto permitió recuperar 400.000 toneladas de materias primas críticas, entre ellas 162.000 de cobre y 207.000 de aluminio. Sin embargo, todavía se pierden otras 100.000 toneladas cada año, sobre todo de tierras raras contenidas en imanes, motores y pantallas.
Las rutas no conformes siguen siendo el gran agujero negro del sistema: 3,3 millones de toneladas terminan mezcladas con chatarra, 700.000 toneladas acaban en vertederos o incineradoras y 400.000 toneladas se exportan sin trazabilidad. El resto ni siquiera se documenta.
“Europa depende de terceros países para más del 90 % de sus materias primas críticas, pero apenas recicla el 1 %”, recuerda la comisaria de Medio Ambiente, Jessika Roswall. “Convertir los residuos electrónicos en recurso es una cuestión estratégica, no solo ambiental”.
El informe insiste en que cada dispositivo recuperado reduce la vulnerabilidad del continente y genera empleo local, al tiempo que disminuye el impacto ambiental de la minería tradicional.
2050: el futuro se juega en los residuos
Las proyecciones para 2050 muestran un panorama de oportunidad. Si se refuerzan la recogida, el reciclaje y el ecodiseño, el volumen total de materias primas críticas contenidas en los residuos electrónicos podría alcanzar entre 1,2 y 1,9 millones de toneladas al año, el doble que en la actualidad.
El flujo total de residuos crecerá hasta 12,5–19 millones de toneladas, pero su composición será más valiosa: los aparatos contendrán más materiales estratégicos, especialmente los vinculados a tecnologías limpias como paneles fotovoltaicos, vehículos eléctricos y centros de datos.
El informe plantea tres escenarios: continuidad, recuperación y circularidad. En los dos últimos, Europa podría recuperar entre 0,9 y 1,5 millones de toneladas de materiales críticos al año. El modelo circular —basado en la reparación, reutilización y diseño sostenible— logra la misma recuperación con menos residuos generados.
Apostar por esa vía permitiría mantener estables los volúmenes de desechos y, al mismo tiempo, garantizar el acceso continuo a los materiales esenciales para la transición energética.
Cobre, aluminio y tierras raras
El informe identifica los puntos calientes de esta “mina urbana”. El cobre se concentra en cables y placas electrónicas; el aluminio, en carcasas y estructuras; y las tierras raras y el paladio, en imanes y circuitos.
Aunque su cantidad en cada dispositivo es mínima, su valor económico es altísimo: el paladio, por ejemplo, supera los 30.000 dólares por kilo.
Las categorías de residuos que más crecerán hasta 2050 son los electrodomésticos grandes y los paneles solares, cuyo volumen podría multiplicarse por quince. En cambio, las pantallas y monitores disminuirán gracias a un diseño más eficiente.
También los servidores y centros de datos ganarán protagonismo, al concentrar grandes volúmenes de aluminio, cobre y metales preciosos. Se perfilan como una de las minas urbanas más valiosas del continente.
Cómo convertir basura en recurso
Para aprovechar este potencial, FutuRaM propone mejorar la recogida y trazabilidad mediante puntos de entrega accesibles y sistemas de devolución en tiendas. Además, pide diseñar productos fáciles de desmontar, con piezas estandarizadas y materiales identificables.
El consorcio sugiere centrar los esfuerzos en los componentes más ricos en materiales críticos —motores, imanes y placas electrónicas— e invertir en plantas europeas de reciclaje avanzado. También plantea alinear los incentivos con políticas de ecodiseño y durabilidad.
“El mayor vertedero está en la etapa de recogida”, resume Kees Baldé, científico de UNITAR y coordinador del proyecto. “Cada kilogramo que recuperamos fortalece nuestra economía, reduce la dependencia y crea empleo verde”.
El documento destaca además la importancia de recuperar silicio, plata y metales raros de los paneles solares para garantizar el suministro de energía limpia en Europa.

De la estrategia industrial a la acción ciudadana
El impulso político acompaña este cambio de paradigma. La Ley de Materias Primas Críticas (2024) establece que al menos el 25 % de la demanda europea se cubra con materiales reciclados antes de 2030.
La futura Ley de Economía Circular, actualmente en consulta pública, ampliará la oferta de materias primas secundarias, mientras que la revisión de la Directiva RAEE (2026) reforzará la trazabilidad y la recogida obligatoria.
La plataforma FutuRaM de Minas Urbanas, que se lanzará en noviembre de 2025, reunirá datos abiertos sobre la disponibilidad de estos materiales, impulsando inversiones y cooperación entre países.
“Ya no hablamos de un concepto teórico, sino de una oportunidad industrial”, explica Giulia Iattoni, investigadora de UNITAR. “La minería urbana se consolida como un nuevo sector económico europeo”.
Europa ante su elección verde
El informe concluye que una economía circular robusta puede mantener estables los residuos electrónicos y duplicar la recuperación de materias primas críticas para 2050. Esto implicaría más empleo, menos dependencia y un entorno más limpio.
El cambio, sin embargo, no depende solo de leyes o empresas, sino también de las decisiones cotidianas de los ciudadanos: reparar, devolver o reciclar en lugar de desechar.
Europa dispone de los recursos, la tecnología y los conocimientos necesarios para cerrar el ciclo. Los residuos electrónicos pueden convertirse en una nueva moneda verde, capaz de impulsar la transición ecológica y asegurar el suministro estratégico del continente.
La mina del futuro no está bajo tierra, sino en los cajones, garajes y vertederos de Europa, alerta el estudio. EFEverde
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