Con la llegada del verano, esa estación tan esperada para disfrutar del buen clima, del aire libre y de las playas, muchos nos dirigimos a las costas para desconectar de la rutina diaria. Este período de relajación puede incluir actividades como visitar playas, practicar deportes de agua, o el uso de embarcaciones de recreo a motor. Sin embargo, en esta desconexión, a menudo olvidamos el impacto que nuestras acciones pueden tener en el entorno costero.
Un vistazo a las aguas de nuestras playas en estos días revela una variedad de contaminantes: no solo los omnipresentes plásticos que suelen atraer la atención de los medios, sino también aceites procedentes de las cremas solares, colillas y otros desechos no identificados. Hace poco visité una hermosa cala de Mallorca, conocida por sus aguas cristalinas durante todo el año. Mi sorpresa fue ver que sus aguas estaban sucias, turbias y llenas de residuos. Esta playa es solo un claro ejemplo de cómo la contaminación en nuestras costas se intensifica en verano debido al aumento de visitantes y a las actividades que realizan cerca del agua, no solo en la playa, sino también en hoteles e instalaciones cuyos desechos terminan en el mar. Las plantas de tratamiento de aguas residuales, diseñadas para la población residente habitual de la zona, a menudo no están preparadas para gestionar el incremento de residuos durante los meses en los que la población se multiplica considerablemente, lo que resulta en vertidos de aguas residuales no tratadas al mar.
Un fenómeno que me ha llamado la atención desde hace pocos años es el aumento de restos de toallitas húmedas que aparecen en las costas sin descomponerse. Estas toallitas, desechadas en los hogares, terminan en el agua del mar sin ser retenidas en las estaciones depuradoras, permaneciendo largos periodos en el medio marino. A estos nuevos contaminantes debemos sumar otros contaminantes emergentes, cuyos efectos negativos están siendo estudiados por grupos de investigación, desvelando su importante impacto negativo sobre los ecosistemas marinos. Un ejemplo son los pellets de plástico, pequeñas bolitas cada vez más comunes en nuestras playas, con un periodo de degradación muy largo, que hace que su capacidad de generar impactos negativos sobre las comunidades marinas sea muy elevada, ya que, al igual que los contaminantes orgánicos persistentes, se acumulan a lo largo de la cadena trófica, permaneciendo en los organismos marinos hasta su muerte. Personalmente, pensaba que con la nueva normativa europea, que prohíbe el plástico en los productos de un solo uso, la problemática de los residuos plásticos en los ecosistemas marinos mejoraría, pero sin ir más lejos, el pasado lunes vi un producto a la venta que me generó una gran sorpresa: unos globos de agua que se cerraban automáticamente mediante una bolita de PVC. Tras revisar el embalaje, mi sorpresa fue aún mayor al ver que llevaba el sello de certificado europeo, lo cual solo aumenta mis dudas sobre la utilidad de las actuales políticas para abordar el problema de los microplásticos y productos nocivos para el medio ambiente. Parece que hoy en día solo se habla de agendas sin tener en cuenta los problemas reales, que requieren respuestas urgentes.
Pero si vamos a las playas, no solo encontramos plásticos. Las cremas solares presentan otro problema significativo. Estos productos contienen bloqueadores de rayos ultravioleta, algunos de los cuales están prohibidos en países fuera de la Unión Europea debido a su impacto negativo en la vida marina. Investigaciones científicas han demostrado que estos compuestos, como la oxibenzona y el octilmetoxicinamato, pueden causar blanqueamiento de los corales, reducir su capacidad para reproducirse y afectar el desarrollo de los peces juveniles, además de generar problemas hormonales en diferentes especies marinas. Cuando hablo del impacto negativo de las cremas solares sobre la vida marina, mucha gente me dice que prefiere cuidar su salud frente a la del ecosistema marino. Sin embargo, es un mito creer que debemos elegir entre una de las dos opciones, ya que existen alternativas: podemos optar por cremas solares ecológicas, menos dañinas para las comunidades marinas, o mucho mejor para el medio ambiente, reducir la exposición al sol durante las horas pico y usar ropa protectora, minimizando el uso de cremas solares.
La contaminación que afecta a las aguas marinas y las zonas costeras no solo es química. Las embarcaciones a motor, desde las motos de agua hasta los grandes yates, también generan un importante impacto negativo, tanto por el ruido que perturba la vida marina, como por el daño directo a mamíferos marinos y grandes peces con las hélices de los motores, o por el fondeo en zonas protegidas, como las praderas de Posidonia oceánica, una especie de planta marina protegida en el mar Mediterráneo, cuya extensión se ha reducido en más del 30% en las últimas décadas debido al turismo masivo.
Con este texto mi intención no es ofrecer una visión pesimista del turismo, considero que es necesario para la economía de nuestro país, pero igualmente necesario es buscar el equilibrio entre el uso de las costas y su conservación. Es esencial que reconozcamos el impacto de nuestras acciones y actuemos para proteger nuestras zonas marinas, buscando alternativas y apostando por un turismo y uso de las costas sostenible si queremos que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando de nuestras playas.
¿Cómo podemos ayudar a mitigar la contaminación marina en verano?
Hacer uso de las papeleras destinadas para la recogida de residuos sólidos, o en su defecto, llevarnos los residuos al punto más cercano para su correcta gestión.
Apuntarnos a jornadas de limpieza de playas y actividades de sensibilización que se realicen en la zona donde estamos.
Utilizar materiales reutilizables, evitando comprar envases de un solo uso.
Comprar cremas solares cuya composición no contenga oxibenzona y octilmetoxicinamato, o usar ropa especial para el sol y sombrillas.
Ponernos la crema solar una hora antes de bañarnos en la playa.
Si vamos a utilizar una embarcación de recreo, optar por la vela o por motores híbridos.
Si tenemos que fondear, informarnos de las zonas donde se puede hacer sin causar daño a las zonas protegidas.
Implementando estas medidas, podemos disfrutar del verano y sus placeres, ayudando a cuidar la salud de nuestros océanos y costas, asegurando un entorno limpio y saludable para las generaciones futuras.
(*) Maribel Cerezo, directora del Máster Ingeniería y Gestión Ambiental de la Universidad Internacional de Valencia (VIU)
La Dra. Maribel Cerezo completó su licenciatura en Ciencias del Mar en la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir. Posteriormente, cursó un Máster Universitario en Ingeniería del Reciclaje de Aguas Residuales Industriales y realizó formación complementaria de posgrado en Cambio Global, lo que la llevó a obtener su doctorado en IMEDEA, CSIC. Su tesis doctoral, parte del programa de Ciencia y Tecnología, se centró en el estudio del efecto de los hidrocarburos policíclicos aromáticos sobre las comunidades pico-fitoplanctónicas del océano abierto. Tras su etapa investigadora, la profesora Cerezo se dedicó a la docencia de ciencias en educación secundaria y bachillerato, especializándose en los currículos educativos británico, internacional y español. Además, ha diseñado e implementado un máster universitario en Ingeniería y Gestión Ambiental para la Universidad Internacional de Valencia (VIU), que actualmente dirige, a la vez que imparte docencia en la universidad y forma parte del grupo de investigación GREENIUS.
Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de EFEvhttps://efeverde.com/prohibicion-uso-fueloil-aguas-artico/erde
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