Ana Tuñas Matilla
Los incendios de este verano han agravado la crítica situación de dos especies emblemáticas de España, el urogallo y el desmán ibérico, que han visto cómo las llamas devoraban parte de su ya escasa área de distribución en la Cordillera Cantábrica, según un informe de urgencia elaborado por la Universidad de León.
El documento, que centra su análisis en Asturias, Cantabria y Castilla y León (León y Palencia) y una parte de Galicia, alerta también del duro golpe asestado por las llamas a especies en peligro o vulnerables como el oso pardo, el lobo y la perdiz pardilla, y plantas endémicas, como Geranium dolomiticum y Genista sanabrensis.
El estudio se ha realizado siguiendo los protocolos habituales de este tipo de análisis: solapando las áreas afectadas por los fuegos ofrecidas por Copernicus con las ocupadas por las especies en la Cordillera y materializadas mediante la distribución de los registros de presencia de individuos o grupos, cuadrículas UTM (sistema de coordenadas) o subcuencas hidrográficas ocupadas.
Los resultados «ofrecen un panorama preocupante», con afecciones que varían según grupos y metodologías, según sus responsables, que piden una reflexión sobre la necesidad de considerar la protección de estas especies en los planes de prevención y extinción de los incendios futuros para no agravar su delicada situación demográfica, porque, subrayan, los incendios se repetirán.

Datos por especie
El urogallo cantábrico y el desmán ibérico, son dos de las ocho especies declaradas en peligro crítico de desaparición en España, un listado que completan el visón europeo, la cerceta pardilla, el alcaudón chico, la nacra, la margaritona y la focha moruna.
Según el informe, los incendios de este verano quemaron entre el 8 y el 15 % (según la metodología aplicada) del pequeño territorio ocupado por la última población del urogallo cantábrico, y el 17 % de las subcuencas hidrográficas ocupadas por el desmán ibérico, especie semiacuática afectada por la contaminación de arroyos por las cenizas.
Los fuegos afectaron también al 28 % de los lugares ocupados por los 130 grupos de lobos conocidos en la cordillera Cantábrica y el 14 % de los 202 lugares donde se había registrado la presencia de la perdiz pardilla.
En el caso del oso pardo, se ha visto afectado el 25 % del territorio ocupado por la especie en la Cordillera, una afección que se eleva al 58 % de su reciente área de expansión suroccidental (León, Orense y Zamora).
Según la misma fuente, en esta última zona sobreviven algunas especies de plantas endémicas de montaña que también han sido fuertemente afectadas.
En el caso del Geranium dolomiticum, se han quemado el 56 % de los rodales ocupados por la población de Peñas de Ferradillo (una de las dos existentes).
En el de la Genista sanabrensis, se han quemado el 78 % de los puntos de presencia de la subpoblación de Sanabria y el 80 % de la sierra del Teleno.

Desde pérdida de poblaciones enteras a desplazamientos
El estudio, añaden los autores, permite tener una primera visión del impacto cuyos efectos particulares pero las consecuencias del impacto de estos incendios sobre la supervivencia de unas especies tan escasas o amenazadas están todavía por determinar.
«En nuestro caso, los informes de cada especie sugieren el impacto directo de los fuegos de agosto sobre plantas y animales y demuestran su devastador efecto sobre un porcentaje importante de sus hábitats», concluye el informe, al que ha tenido acceso EFEverde.
Es posible que en unos casos las afecciones se asocien a la pérdida de subpoblaciones enteras (desmán), en otros a pérdidas parciales (geranios y genistas) y, en otros, al desplazamiento de individuos hacia los sectores más accesibles a ciertos riesgos (caza en perdices y lobos) o al bloqueo de las áreas de expansión necesarias para recuperar sus poblaciones (oso).
Objetivo: prevenir y/o atenuar el impacto
Por eso, considerando la magnitud y el carácter recurrente de estos incendios, es urgente estudiar sus efectos a corto y largo plazo sobre las especies escasas o amenazadas (no solo las abordadas aquí) y los sistemas ecológicos que las mantienen (aspecto no evaluado en este informe) con el fin de prevenirlos y/o atenuarlos en la medida de lo posible.
Desde un punto de vista preventivo, proponen que las especies raras y amenazadas sean consideradas, junto con otros valores y recursos, objetivos
explícitos de protección en los futuros planes de contingencia contra los incendios. Esto implica el mantenimiento actualizado de una cartografía que indique la ubicación de los hábitats y enclaves críticos para la supervivencia de estos organismos y que esta información sea utilizada por los responsables de diseñar las estrategias de extinción.
Durante la fase de extinción, habría que ser particularmente cuidadoso con el uso de intervenciones que alteren o pongan en peligro dichos enclaves. Por ejemplo, dado el potencial peligro de los contrafuegos creemos importante utilizarlos tras un análisis previo de su efecto sobre las especies o enclaves presentes en el área intervenida, añaden.
Siguiendo la legislación vigente, deben prohibirse los cambios de uso e iniciar la recuperación de los hábitats alterados (acotamientos), acompañados de los debidos programas de seguimiento y sin renunciar a la traslocación y/o reintroducción de las especies impactadas.
Igualmente, habría que evitar las interferencias con las especies afectadas extremando la prohibición de su caza, recolección o cualquier tipo de intervención (sobrepastoreo, pisoteo, etc.) en las áreas quemadas.
En cualquier caso, las obras vinculadas a la prevención de los incendios del monte no debieran producir una 10 alteración de los sistemas ecológicos afectados con infraestructuras que impacten sobre los sectores más prístinos y sus especies. EFEverde
atm

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