Por Andrés Schuschny
En los últimos años, los avances en eficiencia y abaratamiento de la tecnología de generación eléctrica fotovoltaica han cambiado sustancialmente la forma en que producimos el fluido eléctrico. Las celdas fotovoltaicas han dejado de ser utilizadas exclusivamente en los grandes paneles instalados en tejados o parques solares para ser incorporadas en una gran variedad de dispositivos de uso cotidiano de bajo consumo de corriente continua. Muchos de estos dispositivos se integran con baterías recargables internas que permiten su uso incluso en ausencia de luz. Se trata de productos especialmente útiles en zonas donde el acceso a la red eléctrica es limitado.
Los dispositivos alimentados por celdas solares son tan variados como sus aplicaciones. Entre los más comunes encontramos: dispositivos de iluminación de jardines y senderos, que se cargan durante el día y se encienden automáticamente al anochecer; cargadores solares portátiles, ideales para cargar móviles, tablets o cámaras durante viajes o actividades al aire libre; bombas de agua solares, que son ampliamente empleadas en agricultura para facilitar el riego y la extracción de agua; linternas y lámparas solares; calculadoras; cámaras de vigilancia, que permiten combinar seguridad con autonomía energética; refrigeradores solares portátiles, utilizados para conservación de medicinas o vacunas en lugares remotos.
Existen también versiones de relojes, ventiladores, sensores y estaciones meteorológicas, bancas urbanas retroiluminadas con puntos de recarga para dispositivos móviles y hasta embarcaciones pequeñas que se alimentan con energía proveniente del sol. Podríamos también hablar de las cocinas y calentadores solares que, en lugar de basarse en la electricidad fotovoltaica, concentran la energía térmica.
Ventajas y límites de los dispositivos solares
Descontando el hecho de que una vez construidos no contribuyen a generar gases de efecto invernadero, el atractivo de este tipo de dispositivos radica en que, una vez adquiridos, el consumo de energía se torna gratuito. Además, facilitan una autonomía plena al no necesitar estar conectados a la red eléctrica y poseen una larga vida útil. Las principales desventajas las podemos encontrar en la dependencia que poseen de ser alimentados con luz, algo que puede disminuir en los días nublados cuando el nivel de almacenamiento es limitado, y en que poseen un costo inicial bastante más alto que los dispositivos equivalentes convencionales.
Por otro lado, los dispositivos suelen tener menos potencia que los dispositivos enchufables. Respecto a los costos iniciales, en términos generales, los dispositivos alimentados con celdas solares suelen tener un precio que duplica a sus homólogos convencionales. En efecto, y como resulta evidente, los modelos solares suelen ser más caros en un principio, pero tienden a compensar esa inversión con el tiempo gracias al ahorro en electricidad que generan.
¿Cuándo compensa invertir en energía solar?
La clave está en evaluar cuál es el uso al que se destinará. En zonas donde el acceso a electricidad es escaso o se usan lejos de las redes de distribución, los dispositivos solares pueden ser más económicos y sostenibles a largo plazo.
La incorporación de celdas solares en dispositivos de uso diario no es una moda, sino una transformación profunda en la manera de consumir energía. A medida que esta tecnología se abarata y se vuelve más eficiente, veremos más dispositivos solares en hogares, escuelas, granjas y ciudades. Apostar por ellos no solo representa un ahorro económico y energético, sino también un paso firme hacia un modelo de vida más resiliente y respetuoso con el planeta.
Andrés Schuschny
Licenciado en Ciencias Físicas y Doctor en Economía. Actualmente es Profesor en el Master Universitario de Energías Renovables, en el Grado en Relaciones Internacionales y en el Máster Universitario en Ingeniería y Gestión Ambiental de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).
Fue Director en la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) y funcionario de las Naciones Unidas donde trabajó en temas vinculados a la planificación y las políticas energéticas y el análisis económico cuantitativo y la sostenibilidad del desarrollo. Es autor de numerosos artículos publicados en revistas científicas y capítulos de libros en temas vinculados al desarrollo sostenible, la evaluación de impactos de políticas públicas, el cambio climático, el sector energético y la sociedad-red. Ha publicado el libro: La Red y el futuro de las organizaciones (2006).
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