María Sánchez Rivas
Madrid, (EFEverde)-. Al sur de Badajoz, en Burguillos del Cerro, se encuentra la Finca de los Alcornocales, un enclave natural donde decenas de alcornoques conforman el paisaje sobre el que pasean, se alimentan y viven algunos cerdos. Un entorno donde corretea el perro de su dueño y donde la hierba crece alrededor de una gran charca, a la que todo animal que pasa se lanza como pez en el agua.
Este espacio, lleno de vida, es una dehesa, un ecosistema antropogénico generado por la actividad del hombre y formado por plantas leñosas perennes, cultivos herbáceos y la presencia de animales, como el cerdo o la oveja merina, que convierten al entorno en un paisaje como si de una pintura se tratase.
En algo más de 40.000 km², Extremadura recoge entre sus dos provincias, Cáceres y Badajoz, una superficie de casi un millón de hectáreas de dehesa, un ecosistema que a lo largo de los siglos se ha ido configurando a través del pastoreo extensivo.
Dehesa, originaria del latín, “defensa”, hace referencia a un espacio terrestre protegido orientado para pastos, y su uso posee gran importancia desde la Edad Media, cuando a través del control de la Mesta los ganados trashumantes aprovechaban los pastos de las dehesas, de lo que hoy conocemos como Extremadura.
¿Qué función tiene la dehesa en nuestros días?
La dehesa cumple una función fundamental en la conservación de la biodiversidad, ya que alberga en ella numerosas especies que, en libertad, cohabitan unas con otras y se alimentan a través de los ciclos que la naturaleza les aporta.
Además de su paisaje y de la cantidad de biodiversidad que las habitan, las dehesas son un aliado en la lucha contra los efectos del cambio climático, ya que absorben CO2 y regulan el ciclo del agua, así como protegen y mantienen el suelo.
Las dehesas también permiten la fijación de la población en el medio rural, pero y, sobre todo, constituyen un conjunto de acervos, gastronomía y saberes tradicionales, que hacen de esta un patrimonio cultural y paisajístico, que se configura como parte de la identidad local de las regiones en las que se encuentran, explica en uno de sus informes el Observatorio de la Dehesa de España.

El cerdo en la dehesa
El cerdo es el animal por excelencia de la dehesa extremeña, y su sistema de producción tradicional dentro de la misma permite garantizar la sostenibilidad del ecosistema, según recoge el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Su vida en la dehesa se desarrolla en plena libertad, permitiendo que su cría favorezca al equilibrio del entorno así como a la economía rural de la zona, especialmente en lugares como Extremadura donde, según los últimos datos de la EPA, casi el 8% de la población se dedica a la agricultura, un cifra muy por encima de la media nacional, que se sitúa en el 3,5%.
La explotación extensiva del cerdo permite la producción de jamones, una actividad agraria que suscita interés en todo el mundo por la calidad del producto, que lo convierte en un atractivo nacional e internacional, así lo explica Enrique Espárrago, ingeniero agrónomo y presidente de la Denominación de Origen Dehesa de Extremadura (DOP).
Denominación de Origen Dehesa Extremadura es una agrupación de 38 industrias certificadas que trabajan junto a 280 ganaderías, que crían a los cerdos bajo exigentes estándares de calidad, al certificar tan solo aquellos cerdos 100% ibéricos que se han alimentado a base de bellota durante toda su vida, y que han permanecido en la dehesa al menos durante 60 días.
Los cerdos amparados por la DOP Dehesa de Extremadura viven en un espacio entre dos y cuatro hectáreas cada uno, y su modelo de producción ecológico hace que varíe cada año, ya que depende de las condiciones biológicas: “Hay años en los que las encinas producen un 25% menos de bellota y, otras veces, viene una bandada de grullas que se las come. Ya sabes que tu producción va a ser menor ese año,” explica Álvaro Soto, veterinario y director técnico de la DOP Dehesa de Extremadura.
Factores ecológicos y ambientales marcan el rumbo de las explotaciones agropecuarias de la dehesa, un ecosistema que, de forma milenaria, configura el paisaje español y en el que el cerdo ibérico se ha convertido en una seña de identidad, que, además, hace que el sistema de producción extensivo permita el equilibrio entre la naturaleza y el aprovechamiento ganadero. EFEverde
msr/al
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