Irene Morante De la Hera
Madrid, 26 dic (EFE).- El miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, José María Baldasano, estima en una entrevista con EFE que «el clima es un tema de Estado y debería estar por encima de las voluntades de los partidos políticos».
Baldasano declara, a raíz del pacto de Estado frente a la emergencia climática propuesto por el Gobierno, que «todos los datos y estudios, incluso económicos» dicen que no solo hay que reducir las emisiones, sino también adoptar políticas de adaptación.
En su libro ‘Dos grados más no son para tanto’ (Cátedra), publicado el pasado octubre, explica que el negacionismo climático nació en Norteamérica alrededor de los años sesenta. En los noventa, este movimiento mutó: dejó de atacar únicamente a la ciencia climática y pasó a operar en el terreno político impulsando una polarización ideológica que continúa en la actualidad.
En su opinión, el clima debería ser cuestión de Estado y no un tema de «confrontación política», pero «se hace muy difícil por los planteamientos de pensamiento de los diferentes actores políticos en España».
Entre ellos, menciona a Vox, pero también al Partido Popular, al que le achaca una «actitud negacionista templada, pero activa». Como ejemplo, señala su voto en contra del objetivo de reducir las emisiones de CO2 el 90 % para 2040 propuesto por la Unión Europea (UE) antes de la COP30, donde votó de forma diferenciada a los populares europeos.
«No es una cuestión de creer o no creer, es una cuestión de análisis de datos», comenta el también doctor en Ciencias Químicas, ya que desde el siglo XIX los científicos han demostrado que gases como el CO2, liberado por la quema de combustibles fósiles, aumentan la temperatura de la Tierra.
Baldasano apunta que la mayoría de los estudios económicos indican que «ocuparse de las consecuencias del cambio climático es económicamente mucho más eficiente que esperar a la llegada de fenómenos climáticos extremos», como en el caso de la dana del 29 de octubre de 2024 en Valencia.
«La evolución del actual cambio climático exige respuesta política y el negacionismo trata de retrasarla al máximo posible para seguir viviendo en la civilización de los combustibles fósiles», agrega.
Avances y asignaturas pendientes
Para el experto, desde 2018 el Gobierno «está llevando una política climática positiva y necesaria» con medidas como la Ley de Cambio Climático o el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), aunque quedan aspectos por mejorar.
Respecto a la Unión Europea, donde la semana pasada la Comisión planteó retirar el veto a los coches de gasolina y diésel previsto para 2035, lo califica de «grave error estratégico».
«La factura que pagamos en España, donde no tenemos ninguna fuente de combustibles fósiles, representa 90.000 millones de euros al año. Esa sería razón suficiente para cambiar la dirección de nuestras fuentes de energía», afirma.
La política de energías renovables en España permitió que en 2024 se alcanzase un récord al representar el 57,2 % del mix eléctrico total y Baldasano destaca que ha permitido bajar las emisiones de C02, pero se necesita avanzar «en otros sectores claves».
Entre ellos, la movilidad o la descarbonización de los sectores de producción industrial que necesitan calor para funcionar como el del cemento.
El éxito del negacionismo
En su libro, Baldasano recorre la historia del negacionismo climático, una corriente que, según explica, no surge de opiniones espontáneas, sino que tras de ella se encuentran grandes corporaciones de combustibles fósiles, centros de pensamiento conservadores y sectores políticos que ven amenazados sus privilegios.
Pese a las advertencias científicas, las emisiones de CO2 de origen fósil no han parado de crecer y marcarán un nuevo récord en 2025, con 38.100 millones de toneladas, un 1,1 % más que el año anterior, de acuerdo con las proyecciones del Global Carbon Project.
En la actualidad «el negacionismo climático sigue siendo un proyecto de éxito para las personas que lo promueven». Baldasano incide en que solo se cambiará cuando haya un punto de ruptura que afecte en el día a día, que vaya más allá de fenómenos extremos puntuales.
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