Maria Sánchez Rivas
Madrid, (EFEverde)-. Campesino, escritor y periodista ambiental, Joaquín Araujo lleva más de cincuenta años vinculado íntimamente a la naturaleza. Desde su hogar en pleno bosque extremeño, donde vive alejado del bullicio del mundo, comienza cada jornada al amanecer cuidando su tierra. A lo largo de su vida, ha plantado 25.500 árboles. “¿Cómo no hacerlo? Es una forma de reciprocidad, de portarse bien con quien te da tanto. En el fondo, es una forma de gratitud”, explica en conversación con EFEverde.
Araujo acaba de publicar su nuevo libro “I Tterra”, un poemario caligrafiado en el que reivindica, casi de forma autobiográfica, el valor de la tierra. A través de la reflexión y una lírica muy cuidada, sus versos cuentan esa conexión tan personal que mantiene con la naturaleza, y que le ha regalado su huerta: “Ayer estuve plantando unas cebollas, en la que ya es mi huerta número 49”.
Cuando uno coge el libro, lo primero que sé pregunta es: ¿Por qué “I Tterra”? ¿Por qué un pictograma chino para titular el poemario?
Bueno, yo tengo un vínculo muy claro con la caligrafía. Soy un apasionado, y podríamos decir que el punto culminante de la historia de la caligrafía mundial es el chino, el japonés, el coreano… Pero, sobre todo, más que por elementos que puedan ser considerados estrictamente visuales, es porque muchas palabras son conceptos enteros que implican un mayor grado de comprensión, de acortar el trayecto que hay entre significado y significante.
Esto suena muy pedante, lo sé, pero el asunto es que Tterra en chino no solo es lo que entendemos generalmente las personas en cualquier parte del mundo. Hay un vínculo íntimo en ese pictograma, con algo que tiene que ver con quién soy yo, un campesino que escribe libros. Y es que, en chino, Tterra e intelectual son casi la misma palabra. Mucha gente dirá, ¿Y qué vínculo hay entre la tierra y un intelectual?, ya que aparentemente en nuestra cultura serían casi antónimos o contradictorios. Pues no, realmente se escribe con elementos de la naturaleza, se escribe lo que la naturaleza inspira y casi todo lo que es una creación artística tiene que ver con la naturaleza.
¿Cómo surge la idea de escribir este poemario? ¿Está en ese momento en la naturaleza?
Desde muy niño quise ser lo que hoy soy, campesino, que es bastante llamativo. Yo nací en el centro de Madrid en una familia de clase media que, en las anteriores cinco generaciones, no tuvo nada que ver con el campo por una circunstancia bastante llamativa, y es que mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo fueron militares. Todo lo que se pueda decir de mí, como ecologista, como escritor del medio ambiente o como periodista ambiental… todo empieza con mi pasión por la cultura rural.
Y “I Terra” es la expresión precisamente de lo que es mi origen, del vínculo con la naturaleza y de lo que considero que, en el fondo, es un grandísimo privilegio y que, además, escribo en el libro. Pues eso significa ver crecer a lo que te permite crecer y esto, a su vez, te permite comprender. Es ese orgullo de ser campesino, que yo al final cultivo para comprender qué es la vida. Este es el origen y el motivo, esta obra tiene un perfil autobiográfico porque muchísimas de las expresiones poéticas y aforísticas del libro son emociones que me ha suscitado el ser campesino y el ver lo que he visto.
Comienza el poemario dirigiéndose a los campesinos y a las campesinas, ¿Es para ellos este libro?
Me gustaría, pero en el fondo la mayor parte del mundo campesino prácticamente ha sido extinguida. Si este libro cayera en manos de convencionales productores industriales de alimentos, habría que distinguir la inmensa parte de ese 8% de la población del país que se dedica a producir, pues son productores industriales de alimentos, no son campesinos. Para ellos, el campo es algo que produce, lo llaman explotaciones. Fíjate, ahora la explotación es puramente económica. Es un poco el drama de la especie humana, que todo lo quiere explotar. Unos humanos explotan a otros, la humanidad.
Y explotar no es lo que hacemos los campesinos. Los campesinos ayudamos a que la inteligencia de las plantas, que son los mejores agricultores que existen, salga triunfante. Ayudamos a que las plantas crezcan, nada más. Esa es la historia. Por tanto, conceptualmente ser campesino es algo rarísimo hoy día.
Dice que cada vez hay menos campesinos y los jóvenes son el futuro, ¿Cree que no les interera esta actividad?
Hay un ridiculísimo porcentaje de gente joven que sí, que va al campo y se anima. Pero, bueno, insisto, es una minoría. Para alguien que podríamos decir que entendió algo de la vida leyendo libros, y yendo a escuelas, colegios, institutos, más o menos convencionales, si piensas ahora mismo otra escuela que no sean las tecnologías es difícil de encontrar. Para mí, la gran dificultad del hoy es contemplar. En mi caso reivindico la necesidad de contemplar. Si te meten en una habitación donde todo está limitado y circunscrito a líneas rectas, y lo que usas es una tablet o un teléfono móvil, no se puede contemplar.
Los viejos no nos rendimos y seguimos aspirando a que la gente aprenda a conocer la naturaleza, a tener vínculos con la vida. Ahora mismo la civilización ha elegido vivir con cosas muertas, y es muy duro, pero las tecnologías están muertas. Yo prefiero oír el canto de los pájaros, o un murmullo de las aguas. Prefiero ver crecer el verde en primavera, escuchar la lluvia o el viento. Prefiero eso a una sesión de redes sociales, pero, claro, la dificultad de que se entienda es enorme.
Vive en el campo, es su pequeño resguardo del mundo donde está en contacto con la naturaleza cada día, ¿Cuál sería el mes más especial para la naturaleza?
Tengo una afiliación especial al otoño. Para las culturas más rurales ya desaparecidas, en el fondo, el año empezaba en otoño. Además, etimológicamente significa el tiempo de lo aumentado y todos los procesos previamente agrícolas y algunos de los más importantes de la vida espontánea tienen lugar en otoño. Es decir, que en esta estación las cosechas están terminadas, sobre todo, las del bosque. Los árboles son los amores de los grandes mamíferos de la Península Ibérica, y el otoño es el tiempo de los colores de la fertilidad natural, que comienza la caída de la hoja como fenómeno. Yo que vivo muy vinculado a las estaciones del año, el otoño es el momento más extraordinario. EFEverde
msr/al
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