Eric Pelofsky, vicepresidente de la Fundación Rockefeller
La reciente Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York marcó un punto de inflexión para una comunidad internacional cada vez más fracturada. Nos enfrentamos a una tormenta perfecta: amenazas cada vez más grandes al bienestar humano, una disminución de la ayuda y unas instituciones internacionales a menudo paralizadas. Esta combinación pone vidas en riesgo en todo el mundo; según The Lancet, solo los recortes de la ayuda estadounidense podrían derivar en la pérdida de 14 millones de vidas de aquí a 2030.
El mundo se encuentra en un contexto crítico, donde las decisiones sobre qué financiar – y qué abandonar – determinarán quién vive y quién muere: nunca ha estado tanto en juego.
Los desafíos son evidentes: vulnerabilidades económicas crecientes, conflictos que se multiplican, fenómenos meteorológicos extremos, enfermedades mortales e inseguridad alimentaria. Lo que resulta menos claro es cómo responderá la comunidad internacional, quién ayudará y en qué plazos.
Cooperación con resultados
En medio de estos desafíos globales y un instintivo repliegue hacia las agendas nacionales, una investigación reciente, encargada por la Fundación Rockefeller, arroja un hallazgo clave: pese al escepticismo, el apoyo a la cooperación internacional se mantiene.
Esta encuesta global – realizada a 36.405 adultos en 34 países – buscó entender cómo las personas perciben la cooperación internacional en una época de cambios profundos. Los resultados son claros: el 55 % de los encuestados en todo el mundo apoya la cooperación internacional, incluso si conlleva comprometer algunos intereses nacionales.
Pero ese apoyo es condicional: la ciudadanía quiere una cooperación que funcione, que ofrezca resultados tangibles. Existe un reconocimiento general de que la cooperación internacional es una herramienta necesaria para responder a desafíos globales cuyos impactos locales pueden llegar a ser devastadores.
No se trata de una idea abstracta. Las prioridades de la población son concretas: seguridad alimentaria y del agua (93 %), desarrollo económico (92 %), salud global (91 %) y paz y estabilidad (92 %). Son estos los ámbitos donde los sistemas internacionales deben demostrar eficacia o corren el riesgo de volverse irrelevantes.
Ejemplos de impacto real
El brote de ébola en África Occidental (2014–2016) ilustra de manera contundente el poder de la cooperación internacional. Si se hubiera dejado avanzar, habría causado estragos más allá de la región. Pero el mundo actuó con rapidez y decisión, ofreciendo soluciones que salvaron vidas. Ese es precisamente el tipo de impacto que las personas esperan.
El clima extremo representa un desafío comparable, o incluso más letal; durante la sequía prolongada de la Amazonia (2023–2024), 1,2 millones de personas resultaron afectadas y el 59 % del territorio brasileño sufrió consecuencias directas. La escasez de agua redujo la producción agrícola, poniendo en riesgo los medios de vida en todo el país.
Un nuevo análisis, el Índice de Vulnerabilidad Climática (CliF), cuantifica la magnitud del desafío y las brechas de financiación que enfrentan los países cuando actúan de forma aislada.
Cooperación eficaz y rendición de cuentas
Aunque la ciudadanía considera el cambio climático un problema personalmente relevante, menos personas confían en que la cooperación internacional pueda resolverlo. Esta brecha refleja la necesidad de que las instituciones multilaterales demuestren, con claridad y fuerza, su capacidad de acción e impacto.
El apoyo público a la cooperación internacional viene condicionado de una exigencia clara: debe generar resultados concretos. Tres cuartas partes de los encuestados afirmaron que apoyarían la cooperación internacional solo si demuestra ser eficaz.
La gente no solo quiere ver cambios positivos en los grandes temas globales, sino también mejoras tangibles en su entorno: más estabilidad laboral, seguridad y salud.
Modernizar la cooperación global
Consciente de este contexto, la Fundación Rockefeller ha lanzado la iniciativa “Build the Shared Future” (Construir el Futuro Compartido), con un compromiso de 50 millones de dólares. El programa busca modernizar los sistemas de cooperación internacional, priorizando los sistemas alimentarios humanitarios, la salud global y la innovación en los propios mecanismos de cooperación.
Lograr un impacto medible, utilizando todas las herramientas disponibles, debe ser el nuevo estándar global.
Un llamado a la acción
El mensaje es claro: debemos actuar con decisión, comunicar con fuerza y centrarnos en las prioridades que más importan a la gente: alimentación, agua, salud, paz y resiliencia climática.
Esta encuesta mundial da nuevo impulso a la reforma de la cooperación internacional. Las instituciones deben actuar ahora, ofrecer resultados visibles y rendir cuentas ante la ciudadanía.
La pregunta que queda es: ¿estaremos a la altura del desafío?
Demanding Results: International Cooperation Must Deliver Impact to Sustain Support
By Eric Pelofsky – Vice President of the Rockefeller Foundation
The recent United Nations General Assembly in New York was an inflection point for the increasingly fractured international community. We are facing a perfect storm: increasing threats to humanity’s well-being, diminishing aid, and often hamstrung international institutions. This combination is putting lives at risk worldwide, with The Lancet estimating that 14 million lives will be lost due to American aid cuts alone by 2030. The world is in a triage environment, where choices about what to fund – and what to drop – will determine lives. The stakes have never been higher.
The challenges we face are clear: mounting economic vulnerabilities, spiralling conflicts, extreme weather, deadly diseases, and food insecurity. What remains less certain is how the international community will respond, who will help, and on what timeline.
Amid these global challenges and a perhaps instinctive inward focus, recent research commissioned by The Rockefeller Foundation offers a crucial insight: despite scepticism, support for international cooperation endures. This global poll surveyed 36,405 adults across 34 countries to capture how people view the world and international cooperation in a time of seismic change. The results revealed that over half of respondents worldwide (55%) favour international cooperation – even when it requires compromising on some national interests.
But that support is conditional. People want cooperation that delivers. Fundamentally, there is a recognition that international cooperation is a needed tool to respond to global challenges that have devastating local impacts.
This is not abstract: it is anchored in tangible, everyday needs. Food and water security (93%), economic development (92%), global health (91%), and peace and stability rank (92%) stand at the top of public priorities. These are the spaces where global systems must deliver solutions (or be relegated).
The Ebola outbreak in West Africa (2014-2016) is a compelling demonstration of the power of this tool. Left to spread, it would have ravaged lives well beyond this region. But the world intervened effectively – because governments and international institutions acted aggressively and offered solutions that saved lives. This is precisely the kind of impact people say they want from international cooperation.
Extreme weather and climate offer a comparable, perhaps even more deadly challenge. For example, when the Amazon region suffered a prolonged drought between 2023 and 2024, 1.2 million people were impacted along with 59% of Brazil’s territory.1 Water shortages reduced crop production which, in turn, impacted livelihoods across the country. A new, first-of-its-kind analysis – the Climate Finance (CliF) Vulnerability Index – reflects the magnitude of the challenge, as well as the financing gaps, that countries face when they stand alone.
While people rate tackling climate challenges as personally important, fewer believe that international cooperation can deliver on it. This disconnect underscores the need for multilateral institutions to demonstrate – powerfully and clearly – how action and impact are delivered.
Public support for international cooperation is also tempered by a clear condition: cooperation must produce concrete outcomes. In fact, three-quarters of people said they would support international cooperation if it proves effective in solving global problems. Not only do people want to see positive change on global issues, but they want to see gains at home, including greater stability in their jobs, security and health.
Very conscious of this landscape, The Rockefeller Foundation’s ‘Build the Shared Future’ initiative – backed by a $50 million commitment – brings diverse voices to the table to modernize global cooperation systems, prioritizing humanitarian food systems, global health, and innovation in cooperation itself. Delivery impact – using all of the tools available – must be standard we must all work towards.
The call to action is clear: we must act decisively, communicate powerfully, and aim directly at the priorities people care about: food, water, health, peace, and climate resilience. This global poll gives new urgency to reform and modernization of international cooperation. Institutions must act now, deliver visible impact, and be accountable for results.
The question now is whether we will rise to meet these challenges.
Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de EFEverde
Esta tribuna puede reproducirse libremente citando a sus autores y a EFEverde.
Otras tribunas de Creadores de Opinión Verde (#CDO)
Este blog de «influencers verdes» ha sido finalista en los Premios Orange de Periodismo y Sostenibilidad 2023 en la categoría de «nuevos formatos».
La entrada Exigiendo resultados: la cooperación internacional debe ofrecer impacto para mantener el apoyo. Eric Pelofsky, vicepresidente de la Fundación Rockefeller se publicó primero en EFEverde.
