Ana Tuñas Matilla
La temperatura en superficie del mar Mediterráneo alcanzó una media de 24,2 grados en junio, la máxima registrada para un sexto mes del año y 0,16 grados superior al anterior récord, alcanzado en junio de 2003 (24,04°C), según datos que maneja el Instituto Catalán de Investigación para la Gobernanza del Mar (ICATMAR).
El mar Balear fijó también un nuevo máximo histórico: 23,95 °C. Hasta hora, el tope estaba en los 23,61 grados registrados en junio de 2017, según la serie histórica que maneja el ICATMAR, iniciada en 1982 y basada en datos satelitales.
Más allá de los récords, lo que preocupa es la temperatura insualmente alta registrada en los últimos años, en los el calentamiento ha dado un salto y aún no se sabe si será temporal o si marcará una nueva normalidad, ha explicado a EFEverde Justino Martínez, investigador de ICATMAR y del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC.
Calentándose desde los 60
El Mediterráneo lleva en proceso de calentamiento, como mínimo, desde los años 60, pero el aumento de la temperatura estaba siendo bastante lineal hasta 2022, desde cuando se observa una «subida excepcional».
Hasta entonces, la tasa de calentamiento oscilaba entre 0,2 grados por década, en la zona de Alborán (por donde entra agua más fría del Atlántico) y 0,6 grados en el Egeo. Esto implica un aumento de la temperatura en 40 años de entre 0,8 y 2,4 grados.
Sin embargo, desde 2022, coincidiendo con un periodo de sequía severa y de aumento de la temperatura atmosférica, esta anomalía ha crecido, con olas de calor marinas más frecuentes y que abarcan cada vez más cantidad de mar.
«En 2022, tuvimos un aumento súbito de temperaturas durante más tiempo de lo habitual. Si antes enero, febrero y marzo eran meses en los que si había anomalías, éstas eran pequeñas, ahora son muy grandes (…) Lo que no tenemos claro es si, por ejemplo, dentro de tres años vamos a seguir así o volveremos a las anteriores tasas», ha apuntado el investigador.
Si no es algo puntual, «tendremos un problema todavía más grave» del previsto, ha advertido, tras recordar que el incremento de la temperatura del mar afecta a fauna y flora marina, pero también se deja notar también en tierra, ya que, a mayor temperatura, más tormentas y viento en la costa.
«Lo que ya estamos viendo es que un mar más caliente inyecta más humedad a la atmósfera y que las tormentas que se daban a partir de la segunda quincena de agosto, ahora se dan antes y ya no son simples chaparrones, si no que son mucho más serias».
«El agua caliente está concentrada en toda nuestra zona (…) Probablemente, estemos yendo a un mar tropical«, ha advertido el investigador, tras apuntar que el Mediterráneo se calienta más que otros mares porque está semiencerrado y cuenta con una salida para evacuar el agua caliente, el Estrecho de Gibraltar.
Preparar a la población, única opción a corto plazo
Este aumento de la temperatura del mar «es, para mi, lo más preocupante del actual proceso de cambio climático, es una especificidad genuinamente mediterránea. Yo lo llamo la ‘mediterraneizacion’ del cambio climático en España», ha explicado a EFEverde el geógrafo y climatólogo Jorge Olcina.
Un Mediterráneo tan caliente tiene dos efectos directos. El primero, el aumento de las noches tropicales y ecuatoriales, que desde 1980 se han multiplicado por 5 en las principales ciudades del litoral mediterráneo español y que en Valencia o Alicante no bajan de 80 al año, ha explicado.
El segundo efecto directo es que un mar tan caliente es «gasolina» para que procesos de fuerte inestabilidad, como la dana que dio lugar a las inundaciones de Valencia en octubre de 2024, causando más de 200 muertos, «puedan presentarse a partir de ahora».
«Ya no es necesario esperar al otoño. Desde ahora, cualquier situación de inestabilidad atmosférica puede desembocar en un episodio extremo, como lluvias torrenciales, granizadas o tornados», ha afirmado Olcina, considerado uno de los mayores expertos de España en adaptación climática y planificación sostenible.
En su opinión, a corto plazo y desde el punto de vista climático, no hay nada que se pueda hacer, de forma que solo nos queda «preparar a la población y adaptar los territorios».
Aunque paralizáramos radicalmente las emisiones hoy, algo que no va a ocurrir, todavía pasarían 20 o 30 años de efectos por ese calentamiento acumulado en las cuencas marinas.
El calor tiene que salir y tarda mucho más en hacerlo del agua que de la atmósfera por lo que se denomina «inercia térmica», que implica que se calienta o se enfría al doble de tiempo que el aire.
La temperatura del Mediterráneo no debería superar los 25 grados en julio y agosto para en septiembre estar a 20 y 21 grados, temperatura que aunque sigue siendo elevada no transfiere tanta energía a las danas, según datos aportados por Olcina
«La gente debe ser consciente del riesgo que corre donde vive y los protocolos de protección civil deben estar dispuestos para avisar rápido a la población en caso de que se de el aviso meteorológico de color rojo», ha insistido.
Datos en boya, también de récord
Según la mediciones realizadas por las boyas de Puertos del Estado, la temperatura máxima del agua del mar se registró en la boya de Dragonera (Mallorca): 30,55 grados el 30 de junio.
Esta misma boya detenta el récord absoluto de la temperatura del agua del mar en España, con 31,87 grados, registrados en agosto de 2024.
En la Red Exterior de boyas se registraron máximos individuales para el mes de junio en todas las fondeadas en el Mediterráneo, igualando la de Cabo Begur el máximo histórico de su serie, con 29,1 grados el 30 de junio.
También se registraron récords en toda la Red Costera de boyas (más próxima a puertos y playas), destacando los 28,8 grados obtenidos por la boya costera de Tarragona, el 29 de junio, y los 27,6 grados medidos en la de Barcelona, el último día del mes. EFEverde
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