• 04/10/2025 00:21

El doble reto climático: acción y comunicación. Por (*) José Miguel Viñas (Meteored/Divulgameteo)

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(*) Por José Miguel Viñas.  Meteorólogo de Meteored y responsable de la web: www.divulgameteo.es


El cambio climático, el calentamiento global o la emergencia climática (como prefiera llamarlo) nos dirige hacia un mundo distinto al actual. La adaptación al nuevo clima que está por llegar será más o menos traumática para nosotros y el resto de seres vivos que habitamos la Tierra, en función de cómo vayamos actuando. Si seguimos instalados en la pasividad, es cuestión de tiempo que la sociedad que hemos ido construyendo termine colapsando, haciendo aguas por todas partes, lo que irremediablemente nos irá llevando por una senda llena de dificultades, en la que la lucha por la supervivencia adquirirá una dimensión desconocida hasta ahora.

Estamos ante el mayor reto al que jamás se ha enfrentado la humanidad. El reto, aparte de mayúsculo, es doble. Por un lado, tenemos que reaccionar; actuar con celeridad, tanto individual como colectivamente, en la dirección adecuada, que no es otra que la del sentido común, alineada con la ciencia, pero para conseguirlo es más necesario que nunca que la sociedad esté bien informada y tome conciencia de lo que nos jugamos. En esto último, la comunicación del cambio climático resulta fundamental. Debe de ser fiable, rigurosa, accesible, sin estridencias…

Hablar o escribir sobre este asunto no es una tarea fácil. Mientras que en el primer mundo la mayor parte de parte de la sociedad vive en su burbuja de cristal tecnológica, ajena (consciente o inconscientemente) a las consecuencias devastadoras a las que nos conduce nuestro ostentoso e insostenible modo de vida, en el resto —donde habitan los más desfavorecidos, que son mayoría absoluta— los impactos del calentamiento global empiezan a causar estragos. Es urgente y prioritario despertar a la gente de su letargo, transmitir de forma eficaz a la población los riesgos a los que nos enfrentamos, en base al conocimiento científico. Hay que acercar la ciencia a los ciudadanos a través de la educación y la cultura. Esto es fundamental y en ello la divulgación científica cumple un importante papel, pero hay que ampliar horizontes; es necesario buscar nuevas fórmulas. Hay que pasar también a la acción en la comunicación: informar sin sesgos, expresarse sin prejuicios, diciendo las cosas por su nombre, a cara descubierta, en primera persona; mostrar preocupación, frustración, indignación… el cambio climático está en un punto que lo requiere.

Como divulgador de las ciencias atmosféricas, desde que comencé con esta labor –hace casi treinta años–, me he tenido que enfrentar al reto de comunicar el cambio climático, y en ello sigo. He dedicado dos de mis libros a este asunto. El primero de ellos (¿Estamos cambiando el clima? Equipo Sirius) fue mi estrenos editorial— lo publiqué en 2005, y el segundo (Nuestro reto climático, Alfabeto) en 2022. Los dos llevan mi firma, mi forma de escribir, pero se ha producido una evolución en la manera de relatar los hechos. Mientras que el primero lo escribía era un joven físico, obsesionado por ofrecer datos científícos, referencias bibliográficas, tecnicismos…, el último lo hacía un comunicador ya entrado en canas, más preocupado por conectar con el lector que por apabullarle con informaciones contrastadas, en su afán por mantener el rigor científico como bandera.

Para comunicar mejor, es importante conocer cómo procesamos la información que recibimos. Sobre el cambio climático se ha escrito mucho, seguramente demasiado, lo que ha provocado cierto hartazgo entre la población, saturada por estas informaciones, que, además, son casi siempre negativas. El tema preocupa, lo confirman las encuestas, pero no estamos dispuestos a salir de nuestra zona de confort. Quizás lo hagamos cuando nos demos cuenta de que la felicidad (el bienestar, si prefiere) no viene solo de la mano de un consumo compulsivo, de seguir esquilmando los recursos naturales terrestres, o de que el decrecimiento no es una vuelta a las cavernas. Para tomar conciencia de esto hay que construir un discurso adecuado. Debe transmitirse la idea de que el cambio climático tiene una enorme complejidad, lo que dificulta su comprensión, pero también que las incertidumbres inherentes a la evolución del clima no invalidan todo el conocimiento adquirido sobre el tema. Los modelos físico-matemáticos con los que se elaboran las proyecciones climáticas, a pesar de sus limitaciones e incertezas, son un hito del conocimiento humano.

Hay que construir buenas historias, atractivas, que transmitan objetivamente, sin esquivar la cruda realidad, lo que está ocurriendo en el clima terrestre, cómo puede evolucionar y sus previsibles consecuencias. Paralelamente, la comunicación del cambio climático no debe de dar cancha al negacionismo. Difundir noticias falsas está a la orden del día y es algo que se debe combatir desde la pedagogía y el rigor científico. Actuando así conseguiremos que haya cada vez más ciudadanos capaces de identificar por sí mismos una información falsa o fuera de contexto, esquivando las peligrosas redes de los bulos. También es importante transmitir un mensaje esperanzador, algo a lo que aferrarse, pues por muy oscuro que veamos el futuro, seguimos teniendo en nuestras manos esquivar los peores escenarios que plantean las proyecciones climáticas.

El cambio climático es como una apisonadora y se está acelerando. Tenemos que autoprotegernos. Pero no podemos apostar solo por la adaptación y olvidarnos de la mitigación: las estrategias tienen que caminar en las dos direcciones. Para mitigar el calentamiento global y evitar esos escenarios futuros peligrosos —de altas o muy altas emisiones— hay que dejar de quemar combustibles fósiles. Así de simple y así de complicado a la vez. De no hacerlo, será complicado adaptarnos y las consecuencias serán traumáticas para las generaciones futuras. El reto es mayúsculo, pero no imposible. A pesar de las dificultades que acarrean las acciones que habría que llevar a cabo, hemos de poner todo nuestro empeño para ejecutarlas y hacerlo además con urgencia, ya que el tiempo juega en nuestra contra.

Los costes económicos de esas acciones son enormes, pero también lo son los beneficios. Hay que apostar firmemente por las energías renovables, mejorar la eficiencia energética o desarrollar sistemas de captura y almacenamiento de carbono. Sobre el papel, ese ha de ser el camino a seguir, pero no basta con hacer inversiones económicas cada vez más grandes en esas estrategias de mitigación. Si no cambiamos profundamente nuestro actual modo de vida –nuestra sociedad de consumo voraz–, si no ponemos freno al crecimiento insostenible en en el que nos hemos instalado, los avances que lograremos serán insuficientes; ineficaces a todas luces, sin que lleguemos a ver la respuesta esperada en la evolución climática. Estamos todavía muy lejos de alcanzar ese nuevo modelo de sociedad y hay serias dudas de que lleguemos a lograrlo, pero no hay que tirar la toalla. Lo peor que podemos hacer es alargar la inacción climática y no progresar en la eficacia comunicativa.

(*) José Miguel Viñas es  meteorólogo de Meteored y responsable de la web: www.divulgameteo.es

 

 

 

 

 

 

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Artículo de Arturo Larena publicado en https://efeverde.com/el-doble-reto-climatico-accion-y-comunicacion-por-jose-miguel-vinas-meteored-divulgameteo/