Ecología y economía comparten el mismo prefijo: eco. Según la RAE significa “casa”, “morada” o “ámbito vital”. Cualquiera de estas tres acepciones tiene algo que las une: unos límites que les confieren su propia entidad. Economía y ecología deberían ir de la mano, puesto que la economía administra lo que la ecología le provee.
Pero es evidente que esta concepción del límite la economía lineal no ha sabido respetarla, y ya hace tiempo que se han gestado las consecuencias que esto tiene sobre nosotros y nuestro medio ambiente. La posibilidad de generar una economía circular mucho más saludable y sostenible está siendo impulsada desde hace años por instancias gubernamentales, algunas entidades financieras y muchas iniciativas tanto empresariales como del tercer sector.
Estado de la economía circular
Sin embargo, según el Circularity Report 2025, que mide los índices de circularidad a nivel mundial, solo un 6,9 % de la economía internacional puede considerarse circular. Lo preocupante es que el índice ha bajado respecto al informe anterior, que estaba situado en un 7,2 %. En España, según datos de la Fundación Fórum Ambiental (octubre de 2023), el nivel de circularidad era del 8 %, por encima de la media mundial pero por debajo de la europea (11,7 %).
De forma espontánea, en una conferencia que impartí me salió del alma decir: “Bienvenidos a la secta de la economía circular”. Los que trabajamos en ella, a base de estudiar, compartir experiencias y asistir a congresos sobre la materia, pensamos que es un paradigma económico. Quizás porque conocemos el Pacto Verde y sabemos que en 2026 se plantea un nuevo Plan de Acción Circular de la UE, o porque existe una Estrategia Española de Economía Circular para 2030, acabamos generando, sin darnos cuenta, una cierta ficción de que todo el mundo está por la labor. Pero los resultados nos indican lo contrario.
Frenos y necesidad de socializar la economía circular
A la vista está que toca hacer mucha divulgación —y hasta me atrevo a decir proselitismo— porque falta conciencia y acción sobre qué significa la economía circular. Es necesario comprender que existen otras formas de hacer economía que juegan a nuestro favor y no en nuestra contra. La economía circular adopta múltiples formas y se aplica a distintos sectores y dimensiones, no solo a empresas y al tercer sector, sino también a las administraciones públicas.
Vivimos un problema de percepción cultural que nos impide discernir aquello que nos perjudica de las oportunidades que nos apoyan. Pero no nos engañemos: cuando se quiere hacer un cambio económico se lucha contra factores como:
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Intereses económicos que rechazan cambios a pesar de los daños que generan.
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Impedimentos jurídicos que no facilitan la innovación.
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La falta de profesionales especializados en economía circular en la administración.
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Escasos apoyos a las inversiones sostenibles y medioambientales.
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Falta de imaginación y coraje para visualizar nuevas formas de economía y gobernanza.
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El dominio de una cultura de consumo sin frenos, que tampoco genera más felicidad.
Quedarnos con relatos bonitos sin apoyar realmente a los proyectos circulares crea una visión ilusoria y peligrosa. La ecología nos envía señales muy claras: pérdida de biodiversidad, crisis climática, sobreexplotación de recursos. Nuestra economía depende de nuestra casa, la ecología, y no al revés.
Agentes e instrumentos para visibilizar la economía circular
Es fundamental visibilizar y apoyar casos de éxito de pequeños proyectos circulares que llegan a nuestros comercios, generando tejido socioeconómico local. Así, proteger el pequeño comercio circular es también una herramienta para dar a conocer esta otra economía que apoya a la ecología.
También debemos visibilizar a las empresas medianas y grandes que están transitando hacia la circularidad, con rigor y sin prejuicios. La Directiva Green Claims hubiera sido un buen instrumento para cotejar estas prácticas y facilitar la labor de los medios. Se espera que el pasaporte digital de productos ayude a garantizar la transparencia.
Las administraciones también deben ser motor de este cambio, no solo como garantes, sino siendo ellas mismas prueba de que mantener la economía circular es posible. La contratación pública verde juega un papel clave, aunque muchas veces se priorizan criterios económicos de corto plazo.
Y, finalmente, necesitamos conversaciones diferentes, discursos creativos y pruebas reales de cambio, empezando por nuestras casas, trabajos y comunidades. A menudo, descubrir un producto o servicio circular práctico es el primer paso para que una persona considere esta otra manera de hacer economía.
Conclusiones
Existen actualmente numerosos proyectos y empresas de economía circular, pero rara vez trascienden los foros especializados. El reto es llegar a los indiferentes o escépticos. No es fácil, pero es abordable.
Quizás algunos se pregunten: ¿por qué el título habla de economía y ecología y no directamente de economía circular? Porque los límites nos los pone la ecología: todo lo que permite la vida. La economía, en cambio, la hemos desconectado de la naturaleza, como si todo cupiera en cifras de bolsa. Pero la vida no se limita a eso. Como decía Lynn Margulis, la evolución se apoyó en la simbiosis, algo parecido a la cooperación que podemos desarrollar los humanos.
Desde aquí, agradezco a todas las empresas que han sido valientes al apostar por nuevas formas de economía con la circularidad en el corazón de sus actividades. Y también a aquellas que, por falta de apoyo, tuvieron que cerrar.
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