Por Hans Stegeman, economista jefe de Triodos Bank
La decisión de la NZBA de suspender sus actividades y proponer la eliminación de su modelo de afiliación, tras la salida de los principales bancos, confirma lo que desde hace tiempo era evidente: los compromisos climáticos voluntarios fracasan. Cuando la ambición amenaza los beneficios, se derrumba. Sin leyes vinculantes que obliguen a las instituciones financieras a alinearse con un futuro bajo en carbono, el sector frenará el progreso.
Triodos Bank abandonó la NZBA en abril. Fue una respuesta directa a una votación de la mayoría de los bancos miembros que redujo la ambición climática de la alianza y estableció requisitos menos estrictos. Como persona involucrada en la decisión de Triodos Bank de abandonar la alianza, puedo dar fe de que no fue una decisión impulsiva. Fue el resultado de meses de debate interno, conversaciones con otros bancos y con la secretaría de la NZBA.

Nos enfrentábamos a un dilema: ¿permanecer en la alianza e intentar elevar la ambición desde dentro o reconocer que, tras cuatro años de esfuerzo, no hemos conseguido cambiar la agenda hacia una acción climática significativa y ahora debemos adoptar una postura basada en nuestros principios? Al final, elegimos lo segundo, porque quedó claro que la ambición de la NZBA se rebajó intencionadamente para mantener la participación de los bancos más grandes y sistémicamente importantes del mundo.
Irónicamente, ni siquiera esta rebaja ha sido suficiente para mantener en funcionamiento la NZBA, después de que varios de esos mismos bancos abandonaran la alianza. Su argumento al entrar en la alianza en Glasgow en 2021 —que los bancos deben apoyar a su clientela durante la transición— suena hueco cuando se compara con sus decisiones financieras reales. En 2024, los bancos más grandes del mundo, entre ellos Barclays, JP Morgan Chase y Bank of America, aumentaron la financiación de combustibles fósiles en 162.000 millones de dólares, lo que supone un preocupante cambio de rumbo tras varios años de descenso.

Sin leyes vinculantes, el progreso será una ilusión
Los compromisos voluntarios pueden ser útiles para establecer marcos generales, realizar un seguimiento de los progresos y fijar normas comunes. Han fomentado la inversión en energías renovables e industrias sostenibles. Pero la realidad es que, cuando se requiere un cambio real —como poner fin a la financiación de nuevos combustibles fósiles— los acuerdos voluntarios fracasan. En el momento en que estos compromisos comienzan a amenazar los modelos de negocio y los beneficios establecidos, el sector se une para defender sus intereses.
Las instituciones, los consejos de administración, los grupos de presión y las asociaciones industriales dominan el debate, reprimen la ambición y dan prioridad a los beneficios a corto plazo sobre la salud del planeta a largo plazo.
Esto ocurre casi una década después del Acuerdo de París, cuyo artículo 2.1 compromete a los países a “hacer que los flujos financieros sean coherentes con una trayectoria hacia bajas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y un desarrollo resiliente al clima”. Sin embargo, el lenguaje ambiguo del artículo 2.1c ha permitido al sector financiero retrasar la adopción de medidas significativas.
Diez años después, todavía no hay consenso sobre lo que realmente significa alinear los flujos financieros con los objetivos climáticos, y no existen medidas coercitivas.
La presión ciudadana empieza a mover el tablero
Mientras los gobiernos no apliquen medidas legislativas vinculantes que obliguen a los bancos a alinear sus carteras con un futuro bajo en carbono, el sector financiero seguirá dando largas al asunto. ¿El resultado? Otra década perdida, mientras los bancos más grandes del mundo continúan financiando la expansión de los combustibles fósiles y agravan así la crisis climática.

Aunque hay un rayo de esperanza. La presión pública aumenta, y tanto la base accionarial como la clientela exigen cada vez más que sus bancos actúen de forma responsable en materia climática.
Cuando HSBC anunció su salida de la NZBA, la empresa energética Ecotricity declaró que había abandonado HSBC y trasladado su “volumen de negocio de 600 millones de libras esterlinas en economía verde a otra parte”.
Si más personas y un mayor volumen de inversión se orientan hacia instituciones con credenciales de sostenibilidad genuinas, la dinámica de poder podría empezar a cambiar. Pero no basta con esperar un cambio voluntario.
Sin normas obligatorias no habrá acción climática real
En esta era de auge del trumpismo y retroceso normativo, solo unas normas claras y aplicables —y no promesas voluntarias— harán que las finanzas pasen de ser saboteadoras a aliadas del clima.

La lección de las salidas de la NZBA y su posterior cierre es clara: los compromisos voluntarios no sustituyen a la responsabilidad real. El tiempo de las demoras ha terminado.
Si nos tomamos en serio evitar los costes humanos y económicos del cambio climático descontrolado, solo la fuerza de la ley será capaz de conseguirlo.
Hans Stegeman
Economista jefe de Triodos Bank
Ilustración de Victor Solís (@visoor) para la #ViñetaVerde en @efeverde
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