• 29/10/2025 10:09

Arraigada en la tradición, orientada hacia al futuro: la agricultura tradicional como solución climática. Por Qu Dongyu (director general de la FAO)

Tiempo estimado de lectura: 6 minutos, 36 segundos

Qu Dongyu
Director general de la FAO

En el siglo XVIII, una serie de erupciones volcánicas convirtió los fértiles campos de Lanzarote, la más oriental de las Islas Canarias españolas, en un desierto de ceniza negra. En lugar de abandonar la tierra, los agricultores se adaptaron.

Cavaron hoyos en la grava volcánica para proteger sus cultivos del viento y los cubrieron con capas de ceniza finas para capturar la humedad y enriquecer el suelo. Generaciones más tarde, esas mismas técnicas mantienen los viñedos de Lanzarote, donde se producen uvas con un riego mínimo en una de las regiones más secas de Europa, demostrando que los conocimientos tradicionales pueden ser una poderosa herramienta de resiliencia al clima.

Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM)

La historia de Lanzarote no es única. Por todo el mundo hay comunidades que han desarrollado sistemas similares: innovaciones nacidas de la adversidad que han perdurado durante siglos.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconoce 102 casos de este tipo, a los que designa como Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM).

En un momento en que el mundo lucha por encontrar soluciones al cambio climático, estos sistemas representan un recurso oculto a plena vista.

Desde los arrozales en terraza hasta la pesca tradicional y los terrenos agroforestales, estas prácticas del patrimonio demuestran que la adaptación está enraizada en conocimientos generacionales que han conservado la biodiversidad y sostenido la tierra durante siglos, y ofrecen enseñanzas que ninguna solución de alta tecnología puede aportar por sí sola.

Mirar atrás es esencial para avanzar en la adaptación al cambio climático.

Jardines flotantes de Xochimilco (México)

Uno de los ejemplos más claros se encuentra en las antiguas chinampas de Ciudad de México, los jardines flotantes de Xochimilco. Durante más de mil años, los agricultores han construido pequeñas parcelas en lechos lacustres poco profundos, donde se practica el policultivo, gracias al cual se obtienen cosechas fiables en condiciones difíciles.

Los canales que serpentean entre los campos mantienen la biodiversidad acuática, ofrecen protección ante las inundaciones y abastecen de alimentos a las comunidades locales, al tiempo que impulsan una vibrante economía basada en el ecoturismo.

El sistema ha evolucionado durante siglos y sigue prosperando en una de las ciudades más pobladas del mundo, a pesar de la amenaza que plantean la urbanización y la crisis climática. Las chinampas ilustran cómo el patrimonio agrícola puede contribuir a la seguridad alimentaria y los medios de vida, protegiendo al mismo tiempo los ecosistemas: un modelo vivo de innovación y no una reliquia del pasado.

Cultivos de secano en China

En el norte de China, el sistema de cultivo de secano de Aohan, que ha servido de sustento a comunidades durante más de 7 500 años, constituye otro ejemplo. En tierras donde escasea el agua, los agricultores rotan los alimentos básicos con plantas de cobertura que enriquecen el suelo y cultivan árboles y hierbas altas que sirven de cortavientos para proteger el suelo de la erosión.

También utilizan técnicas de riego localizado que “enseñan” a los cultivos a conservar el agua. Esta combinación de prácticas no solo proporciona alimentos y medios de vida en un entorno hostil, sino que preserva la salud del suelo y la biodiversidad. A medida que la escasez de agua se intensifica en todo el mundo, Aohan demuestra que la agricultura tradicional puede hacer más con menos, conservando su capacidad productiva durante milenios.

Desde los viñedos de Lanzarote hasta las chinampas de México y los cultivos de secano de China, estos sistemas demuestran que las tradiciones agrícolas sirven tanto para prepararse para el futuro como para conservar el pasado. Pero el reconocimiento no es suficiente.

Sin medios para hacer un seguimiento de los progresos realizados y proporcionar apoyo, estas prácticas corren el riesgo de ser ensalzadas a expensas de la protección.

Contribución del patrimonio agrícola

Para pasar de la celebración a la consolidación, necesitamos un marco que permita medir la contribución del patrimonio agrícola a la biodiversidad, la seguridad alimentaria, el desarrollo sostenible y la adaptación al cambio climático.

El programa de los SIPAM está estrechamente relacionado con la Estrategia de la FAO para la integración de la biodiversidad en los distintos sectores agrícolas, la Estrategia sobre el cambio climático y la Estrategia para la ciencia y la innovación.

Asimismo, está intrínsecamente relacionado con el Marco estratégico de la FAO para 2022-2031, que se basa en las aspiraciones de las cuatro mejoras: una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor, sin dejar a nadie atrás.

La FAO y los Estados miembros de los SIPAM están colaborando en la elaboración de métodos de medición de resultados y en iniciativas de sensibilización y captación de inversiones.

Con el apoyo adecuado, los SIPAM pueden pasar de ser una iniciativa de conservación a transformarse en un modelo de trabajo en favor de la resiliencia al clima, lo que pone de manifiesto que no solo merece la pena conservar la tradición, sino que es fundamental para nuestro futuro común.

28 nuevos sistemas del patrimonio agrícola

Esta oportunidad cobra especial importancia este mes. El 31 de octubre, como parte de su 80.º aniversario, la FAO reconocerá 28 nuevos sistemas del patrimonio agrícola en 14 países, lo que elevará la cifra total a 102 en todo el mundo.

Arraigada en la tradición, orientada hacia al futuro: la agricultura tradicional como solución climática. Por Qu Dongyu (director general de la FAO)

Cada designación es un hito, pero la verdadera prueba reside en lo que vendrá después: si estos sitios lograrán convertirse en laboratorios vivos en favor de la resiliencia climática y la seguridad alimentaria, con el respaldo de inversiones y apoyo a largo plazo.

Si lo logran, el patrimonio agrícola no solo honrará el pasado, sino que ayudará a garantizar el futuro de los alimentos en un mundo con temperaturas cada vez más altas.

Nuevo Museo y Red de la Alimentación y la Agricultura

Para conmemorar su aniversario, la FAO inaugurará oficialmente el nuevo Museo y Red de la Alimentación y la Agricultura con el fin de consolidar aún más el vínculo entre los alimentos, la cultura y la tradición.

A través de este Museo y Red, la FAO conectará y motivará a las comunidades, junto con los Miembros, los asociados y los jóvenes, al tiempo que exhibirá una colección internacional que celebra la diversidad de los alimentos y las tradiciones agrícolas.

Se trata de una nueva forma de compartir el mandato de la FAO consistente en lograr un mundo libre del hambre y la malnutrición a través de los conocimientos, la cultura y la innovación, conectando e inspirando a un público mundial.

Qu Dongyu es director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

 

Qu Dongyu es director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

 

 

Logotipo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)

 


Grounded in Tradition, Growing for Tomorrow: Heritage Agriculture as a Climate Solution. By Qu Dongyu, Director-General of the Food and Agriculture Organization

In the 18th century, a series of volcanic eruptions turned the fertile fields of Lanzarote, the easternmost of Spain’s Canary Islands, into a desert of black ash. Instead of abandoning the land, farmers adapted. They carved hollows in the volcanic gravel to guard their crops from wind and layered them with fine ash to capture moisture and enrich the soil. Generations later, the same techniques sustain Lanzarote’s vineyards, producing grapes with minimal irrigation in one of Europe’s driest regions and showing that traditional knowledge can be a powerful tool for climate resilience.

Lanzarote’s story is not unique. Around the world, communities have developed similar systems – innovations born from hardship that have endured for centuries. The Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO) recognizes 102 of them as Globally Important Agricultural Heritage Systems (GIAHS). As the world scrambles for climate solutions, they are a resource hiding in plain sight. From rice terraces to traditional fisheries and agroforestry landscapes, these heritage practices show that adaptation is rooted in generational knowledge that has conserved biodiversity and sustained the land for centuries, offering lessons no high-tech fix alone can provide. Looking back is essential to moving forward on climate adaptation.

One of the clearest examples lies in Mexico City’s ancient chinampas, the floating fields of Xochimilco. For more than a thousand years, farmers have built small plots on shallow lakebeds, cultivating mixed crops that yield reliable harvests under challenging conditions. The canals that weave between the fields support aquatic biodiversity, buffer floods, and supply food to local communities, while also anchoring a vibrant ecotourism economy. The system has evolved over centuries, and continues to thrive in one of the most populated cities in the world, despite the threat of urbanization and the climate crisis. The chinampas show how agricultural heritage can support food security and livelihoods while protecting ecosystems – a living model of innovation rather than a relic of the past.

In northern China, the Aohan Dryland Farming System, which has sustained communities for more than 7,500 years, offers another example. On land where water is scarce, farmers rotate food staples with soil-enriching cover plants and grow trees and tall grasses into windbreaks to protect the soil from erosion. They also use pinpoint irrigation techniques that “train” crops to conserve water. This mix of practices not only secures food and livelihoods in a harsh environment, it preserves soil health and biodiversity. As water scarcity intensifies worldwide, Aohan shows how traditional farming can make more with less, while remaining productive for millennia.

From Lanzarote’s vineyards to Mexico’s chinampas and China’s dryland farms, these systems prove that agricultural traditions are as much about preparing for the future as preserving the past. But recognition is not enough. Without ways to track progress and provide support, these practices risk being praised at the expense of protection. To move from celebration to strength, we need a framework that measures how agricultural heritage contributes to biodiversity, food security, sustainable development, and climate adaptation.

The GIAHS programme is closely linked with the FAO Strategy on Mainstreaming of Biodiversity across Agricultural Sectors, the Strategy on Climate Change and the Strategy on Science and Innovation. GIAHS is also intrinsic to the FAO Strategic Framework 2022-31 which is founded on the aspiration of the Four Betters: Better Production, Better Nutrition, a Better Environment and a Better Life – leaving no one behind.

FAO and GIAHS member countries are working together to develop ways to measure outcomes, raise awareness, and attract investment. With the right support, GIAHS can evolve from a conservation effort into a working model for climate resilience, proving that tradition is not only worth preserving, but essential for our shared future.

That opportunity comes into sharp focus this month. On 31 October, as part of its 80th anniversary, FAO will recognize 28 new agricultural heritage systems across 14 countries, bringing the global total to 102. Each designation is a milestone, but the real test lies in what comes next: whether these sites become living laboratories for climate resilience and food security, backed by investment and long-term support. If they do, agricultural heritage will not only honour the past, but help secure the future of foods in a warming world.

To mark FAO’s anniversary FAO will officially open the doors to the new Food and Agriculture Museum and Network to further consolidate the link between foods, culture and tradition. Through the Museum and Network, FAO will connect and motivate communities, together with Members, partners, and youth, while showcasing an international collection celebrating diverse foods and agriculture traditions. It is a new way to share FAO’s mandate for a world free of hunger and malnutrition through knowledge, culture, and innovation, connecting and inspiring a global audience.

Qu Dongyu es director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

 

Qu Dongyu, Director-General of the Food and Agriculture Organization. 

 

 

 

 

Logotipo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)

 


 

Sobre @CDOverdeArturo Larena director de EFEverde.como modera el coloquio del Foro Última Hora/Valores organizado por el Grupo Serra en Palma de Mallorca

Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de EFEverde

Esta tribuna puede reproducirse libremente citando a sus autores y a EFEverde.

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Este blog de «influencers verdes» ha sido finalista en los Premios Orange de Periodismo y Sostenibilidad 2023 en la categoría de «nuevos formatos».

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Artículo de Generico publicado en https://efeverde.com/fao-sistemas-patrimonio-agricola-mundial-sipam-2025/