Ilustre Colegio de Procuradores de Madrid (ICPM) por su extenso y documentado trabajo como cronista e historiador de la profesión, cuyo Colegio celebró el año pasado el 450 aniversario de su fundación. En esta entrevista resume su vocación y su visión del pasado, presente y futuro de la profesión.
Carlos Capa
Julián Caballero
Pregunta: A lo largo de su discurso en el acto de entrega de la Medalla de Oro del ICPM menciona a sus casi dos centenares de artículos y tres libros sobre la profesión, así como su labor como comisario de la exposición del 450 aniversario de la Hermandad de Procuradores; ¿cuál fue el momento en el que usted sintió que su trabajo investigador empezaba a cambiar de verdad la forma en que los procuradores se miran a sí mismos como colectivo?
Rerspuesta: Los procuradores siempre hemos sido conscientes de la antigüedad de nuestra profesión, y desde las primitivas formaciones colegiales en el siglo XVI ya ha existido una conciencia de grupo o de clase, como se quiera. No creo que mi trabajo haya influido en mirarnos como colectivo. Si la pregunta se refiere a que hayan podido influir mis comentarios históricos y jurisprudenciales a formar algo de conciencia de colectivo, no creo que pudiera ser así. Creo que la propia singularidad de la profesión ya la tenía formada.
P: Lleva ejerciendo como procurador desde 1982, con una trayectoria ligada al ICPM como vocal, vicesecretario y miembro de distintas comisiones, además de ser premiado con distinciones como el “Premio Don Justo”; ¿qué hilo conductor identifica entre su práctica diaria en los juzgados, su trabajo en los órganos de gobierno del Colegio y los reconocimientos que ha recibido en estas cuatro décadas?
R: Creo que el reconocimiento que he recibido lo ha sido por mi contribución a desempolvar la historia de la profesión y de nuestro colegio de Madrid, así como por mi contribución al mejor conocimiento de nuestra labor profesional a través de mis análisis jurisprudenciales. Si lo hubiera sido por mi práctica diaria en los juzgados y tribunales, casi todos mis compañeros de profesión deberían estar premiados. La Procura es una profesión de mucho trabajo abnegado y silente, muy ignorado, excepto cuando algo nos sale torcido y somos objeto de crítica por fallar en un trabajo que parece haberse transformado y se ha vuelto primordial.
P: En su intervención insistió en que la Procura ha vivido amenazas cíclicas de desaparición desde el siglo XIX hasta las reformas liberalizadoras del siglo XXI, y que, sin embargo, en muchas reformas “salimos reforzados”; ¿qué lecciones extrae de esa historia para afrontar hoy los debates sobre digitalización, competencia y posible redefinición del papel del procurador en la Justicia española?
R: La lección no es otra que aprender de la unión que hubo en la profesión en los momentos duros y en el trabajo cotidiano que antes he adjetivado como silente y abnegado. En cuanto a una posible redefinición de nuestro papel creo que se debería apostar por la efectividad que no es otra que nuestra labor de gestión judicial, bien sea física o digital, para estar encima del pleito. Nuestra función es la gestión, pero si tenemos que estar presentes en las vistas civiles y contenciosas, malamente podemos emplear nuestro tiempo en esa nuestra función primordial, y mucho menos en la cooperación con la administración de justicia con los actos de comunicación y, no te digo, con la anhelada función de ejecución que desde finales del siglo pasado venimos pidiendo. Sinceramente creo que fuera de sala aportaríamos mucho más a la administración de justicia empleando nuestro tiempo en actos útiles a su buen funcionamiento.
P: Ha descrito la procura como una profesión “vetusta como el proceso mismo” pero indispensable, reivindicando su papel como “infantería del Derecho”, y ha estudiado aspectos como el acceso a la Procura o la justicia gratuita en clave histórica; ¿qué elementos esenciales del procurador histórico siguen siendo irrenunciables hoy y cuáles, en cambio, deberían revisarse sin miedo para no quedar anclados en un modelo del pasado?
R: El procurador ha estado y está para facilitar la agilidad del pleito. Estamos ansiosos de que se agilicen y podríamos facilitar mucho las atascadas ejecuciones haciendo actos de comunicación y de ejecución quitándosenos el lastre de la presencia física en las vistas, desde luego, un modelo del pasado.
P: Además de procurador, es investigador, escritor y ahora Cronista Oficial de la Villa de Alcobendas muy vinculado a la historia y la identidad de la ciudad; ¿cómo se alimentan entre sí su mirada de cronista local y su mirada de historiador de la Procura, y qué le ha enseñado Alcobendas sobre el valor de la memoria en las instituciones jurídicas y profesionales?
R: La verdad es que ha sido a la inversa. Comencé a interesarme por la historia de la Procura haciendo el doctorado en Historia del Derecho, que tuve que dejar por no poder compaginarlo con el ejercicio profesional. En esos momentos de investigación localizaba referencias de mi Alcobendas familiar y comencé a almacenarlas. En un principio eran casi todos procedentes del mundo jurídico y judicial, para ir paso a paso ampliándolos en una lenta labor por falta de material de tiempo -el eterno problema de los procuradores-. Y ya lo ve, he terminado siendo nombrado cronista de los procuradores y de Alcobendas. Todo un orgullo para mí, no solo por el reconocimiento sino haber podido contribuir al conocimiento de ambos pasados históricos.
P: En su discurso concede un peso especial a la gratitud, a la familia y a la idea de “unión” frente a egos y discordias dentro de la profesión; si tuviera que dejar un mensaje concreto a las nuevas generaciones de procuradores que hoy se incorporan al ICPM, ¿qué les diría sobre cómo conjugar ambición profesional, compromiso corporativo y vida personal sin perder esa “vergüenza torera” de la que habla?
R: Es cuestión se sacar tiempo al tiempo. Hoy quizá sea un poco más fácil por aquello de la digitalización, aunque ésta nos haya hecho más esclavos. Es frecuente escuchar decir que antaño, sin informática, teníamos más tiempo. Era otra vida profesional muy distinta. Hoy se puede conjugar mejor la cercanía familiar al poder trabajar en muchos casos desde la propia casa. Nuestra labor es cada vez más telemática, pero no hay que dejar nunca nuestra proximidad a los juzgados y tribunales que es nuestra esencia. Hoy con la libre territorialidad quizá se está desvirtuando y es algo muy peligroso para nuestro futuro. La oficina judicial totalmente telemática es una pura entelequia en el presente y la función del buen procurador ha de estar ahí donde el sistema falla y dónde no está agilizado el pleito. Sé que los pleitos a distancia pueden seguirse con la colaboración de compañeros en sustitución, pero su generalización desmedida creo que está haciendo daño a la profesión. Aunque solo sea por los problemas de confidencialidad y responsabilidad que se plantean, creo que se está perdiendo esa vergüenza torera profesional por la que me pregunta.
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