Lo primero que hizo el presidente y consejero delegado del gigante alemán Siemens, Christian Bruch, tras hacerse pública la decisión de absorber Siemens Gamesa hace poco más de un mes fue viajar a Bilbao para reunirse con el Gobierno vasco. En el Gabinete que preside Iñigo Urkullu había un alto grado de preocupación: por los efectos que puede tener esta operación y por el futuro del millar de empleados que la compañía tiene repartidos en la sede corporativa de Zamudio (Bizkaia) y en las fábricas de Asteasu (Gipuzkoa) y Mungia (Bizkaia). De aquel encuentro con la consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia, solo trascendió que “los trabajadores no son el problema de la empresa”. Pero dado que todas las gestiones que se han producido desde entonces se mantienen bajo un tupido velo de secretismo, las dudas están lejos de disiparse.