• 16/11/2025 13:58

Insultar con nombres de animales, un ejemplo más de la soberbia humana. Por Arturo Larena (Director de EFEverde.com)

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Decirle a alguien perro, burro, cerdo, zorra, víbora, piojo, garrapata o vaca forma parte del repertorio cotidiano de insultos. Son expresiones tan habituales que apenas nos detenemos a pensar en lo que dicen —no tanto sobre el otro, sino sobre nosotros mismos y la relación que mantenemos con el resto del mundo vivo.

En todas las lenguas, los animales han servido como espejo de nuestras pasiones, defectos y miedos. Los convertimos en símbolos morales, proyectando sobre ellos lo que no queremos ver en nosotros. Pero si observamos con atención, descubrimos una gran ironía: los animales que usamos para insultar suelen tener virtudes o comportamientos más coherentes que los nuestros.

Tomemos al burro, emblema de la ignorancia. Nada más injusto: el asno es uno de los animales más nobles y resistentes del planeta, capaz de soportar condiciones extremas y mostrar una fidelidad que pocos humanos igualan. Su memoria es excelente, y su prudencia —esa supuesta “cabezonería”— es en realidad una forma de inteligencia: el burro no se arriesga innecesariamente.

El cerdo, insulto clásico asociado a la suciedad, es otro malentendido monumental. El cerdo es limpio dentro de sus posibilidades; el barro con el que se revuelca no es signo de dejadez, sino de ingenio biológico: le sirve para refrescarse y protegerse de parásitos. Además, pocas especies domésticas han contribuido tanto a la alimentación humana y a la economía rural.

La zorra, usada para denigrar sobre todo a las mujeres, encierra otro prejuicio cultural. El zorro es símbolo de inteligencia y adaptabilidad. La “zorra” que cuida de sus crías demuestra una ternura y una organización social que desmienten la carga negativa que le hemos impuesto.

La víbora, invocada como sinónimo de maldad, cumple funciones ecológicas fundamentales: controla poblaciones de roedores, mantiene el equilibrio en los ecosistemas y, paradójicamente, su veneno ha permitido avances médicos. La asociación entre serpiente y traición revela más sobre nuestros temores que sobre el animal mismo.

Lo mismo ocurre con los piojos y las garrapatas, nombres que reservamos para quienes consideramos parásitos sociales. Pero incluso esos pequeños seres, desagradables para nosotros, forman parte de una red ecológica compleja. Son indicadores de desequilibrio, no enemigos naturales; sin ellos, ciertos procesos biológicos y evolutivos quedarían incompletos.

La vaca, por su parte, se convierte en insulto cuando se quiere aludir al cuerpo o la lentitud, especialmente en mujeres. Sin embargo, pocas especies merecen tanto respeto: la vaca ha sido fuente de alimento, energía y sustento durante milenios. En muchas culturas, es incluso símbolo de fertilidad y abundancia. Reducirla a una caricatura corporal dice mucho de la violencia con que el lenguaje puede degradar tanto a los animales como a las personas.

El problema no está solo en las palabras, sino en lo que revelan: una visión jerárquica del mundo, en la que los humanos nos situamos en la cúspide y despojamos al resto de los seres vivos de dignidad. Cada insulto animal es una pequeña victoria del antropocentrismo: reafirma la idea de que lo humano es superior y lo animal, degradante.

Pero los animales no son metáforas de nuestros defectos morales. No son “malos”, “sucios” o “perezosos”: simplemente son. Siguen su instinto, se adaptan, cooperan, sobreviven. Si algo demuestra la biología es que la inteligencia adopta muchas formas, y que nuestra capacidad de nombrar no nos da derecho a despreciar.

Revisar el lenguaje no es un gesto de corrección política, sino de humildad ecológica. Las palabras moldean el pensamiento, y cómo hablamos de los animales refleja cómo nos relacionamos con ellos. Si dejamos de usar su nombre para insultar, quizás empecemos a reconocer que compartimos con ellos algo más que el planeta: compartimos la vulnerabilidad, la necesidad y, en muchos casos, la ternura de estar vivos.

Porque, en el fondo, cuando insultamos llamando “animal” a alguien, olvidamos que lo somos nosotros también.


 

Sobre @CDOverdeArturo Larena director de EFEverde.como modera el coloquio del Foro Última Hora/Valores organizado por el Grupo Serra en Palma de Mallorca

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Artículo de Arturo Larena publicado en https://efeverde.com/insultar-con-nombres-de-animales-un-ejemplo-mas-de-la-soberbia-humana-por-arturo-larena-director-de-efeverde-com/