Por Karina Godoy
Madrid, (EFEverde).- América Latina es el escenario de la trigésima Conferencia de las Partes (COP30), que tendrá lugar en Belém, Brasil. Los expertos de distintos sectores de la región analizan los desafíos y expectativas clave: la fragmentación política, priorizar la adaptación al cambio climático, avanzar hacia una transición energética justa, asegurar un financiamiento efectivo y proteger la Amazonía.
Este año, la COP tiene como destino a un país y a una ciudad de la Amazonía: el pulmón verde del planeta, que enfrenta una serie de amenazas para su conservación.
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Para la exministra de ambiente de Colombia y politóloga, Susana Muhamad, un evento de esta envergadura en el territorio debería significar, por lo menos, que se propusiera cerrar la frontera extractivista. Sin embargo, se dan casos como el de Brasil, que a pocas pocas semanas de la COP aprueba la exploración de petróleo.
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Muhamad cuestiona que esto se da “cuando al mismo tiempo se necesita restaurar la Amazonía y recuperarla para el equilibrio climático de la humanidad”.
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Líderes políticos
La figura del presidente brasileño, Inácio Lula da Silva, despierta grandes expectativas. María Inés Rivadeneira, gerente de Políticas y Gobernanza de WWF Ecuador, señala que la sociedad civil y el Sur global esperan que Lula promueva una representación colaborativa de sus necesidades y visiones. Esto, a su vez, genera presión en su política interna.
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A nivel general, Rivadeneira describe un contexto político adverso, caracterizado por un número creciente de líderes con visiones que no favorecen a la protección del medio ambiente.
Una región fragmentada
El periodista Fermin Koop, editor adjunto para América Latina en Dialogue Earth y mentor en las COPs para Earth Journalism Network, recuerda que a diferencia de otras conferencias ambientales, la región no negocia como un bloque unificado en las COPs.
Algunos de los bloques son: la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC), integrada por Paraguay, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Perú y Honduras; la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), conformada por Venezuela, Cuba, Nicaragua y países del Caribe —actualmente Bolivia está suspendida—; el G77 + China, que agrupa a países en desarrollo y al gigante asiático; el Grupo Sur, integrado por Argentina, Brasil, Ecuador, Paraguay y Uruguay; y la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS), que reúne a países del Caribe.
A pesar de esta fragmentación, que podría restar peso, Koop subraya que se ha logrado desarrollar liderazgos significativos y contribuciones importantes en los procesos de negociación sobre el cambio climático.
“América Latina tuvo figuras individuales importantes y tiene, como el presidente de la COP 20, Manuel Pulgar Vidal; la presidenta de la COP de Cancún, Patricia Espinosa y una de las denominadas arquitectas del Acuerdo de París, Christiana Figueres. Y al mismo tiempo, también a nivel bloque, la región ha tenido contribuciones significativas, como por ejemplo el papel de AILAC en la creación del Acuerdo de París”.
Destaca además el acercamiento a partir de la conferencia de ministros de ambiente en México, en la que se logró consensuar un documento con posiciones comunes. “Hay líneas de acuerdo en posicionar temas como adaptación, financiamiento, abrir la puerta a una transición energética justa; es decir, se pudieron encontrar ciertas líneas de acuerdo, y eso es un buen antecedente para llegar a la COP”, considera.
Acciones dispersas. Muhamad describe, además de la fragmentación dentro de la COP, otras dificultades de América Latina para coordinar acciones globales.
El Acuerdo de París pretendía ser un marco global para enfrentar la crisis climática, pero, según la politóloga, tiene la “trampa” de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs), con lo que cada país actúa según sus propias capacidades, sin un verdadero sistema internacional de cooperación que cambie las reglas del juego y permita una acción común a la escala necesaria.
Aunque reconoce que deben considerarse las diferencias entre países y pueblos bajo principios de justicia social y económica, advierte que ese acuerdo no se logró y hoy predomina una dispersión de acciones que no conducen eficazmente a enfrentar la crisis climática.
En ese contexto, lamenta que Latinoamérica, también políticamente dividida, no haya podido impulsar iniciativas regionales con impacto global —por ejemplo, la transformación de los sistemas de residuos para cerrar rellenos sanitarios con inclusión social—, lo que para Muhamad sería una agenda provechosa que bajaría las emisiones de metano y tendría una contribución global impresionante.
Sin embargo, afirma que no existe la capacidad, la estructura y la sinergia política.
“Si América Latina trabajara más en iniciativas regionales de impacto global podría conseguir más recursos, más visibilidad y más capacidad de acción con beneficio”.
Transición energética
La transición energética, señala Koop, sigue siendo un desafío para países como Brasil, Colombia, Venezuela y Ecuador, cuyas economías dependen en gran medida de la exportación de petróleo.
Sobre el punto, la exministra de Colombia declara que no hay una respuesta del sistema financiero internacional frente a la deuda y la transición que requieren los países productores, por lo que se ha propuesto Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles impulsado por la sociedad civil, al que Colombia se unió como gobierno.
“Sin una planificación conjunta entre productores y consumidores sobre el uso de las reservas según la realidad climática, ni una transformación del sistema financiero que adapte sus reglas a las situaciones fiscales de los gobiernos productores, no habrá una transición energética justa”, expresa Muhamad.
Las renovables aumentan, pero sin reemplazar los combustibles fósiles, advierte.
“Los países deben entrar en un debate que les permita diversificar sus ingresos”, recomienda Rivadeneira, y aprovechar sus ventajas comparativas, recordando que “América Latina aloja al menos cinco países megadiversos”. La biodiversidad, dice, “puede ser la clave para esa diversificación de la economía”, con ejemplos como el turismo basado en naturaleza, la producción sostenible y la agroecología.
Adaptación climática
“Esta es la cumbre de la adaptación”, sostiene Rivadeneira como representante de WWF. «América Latina debe asegurar que los indicadores reflejen medidas para reducir la vulnerabilidad y aumentar la resiliencia. Se prioriza la adaptación basada en ecosistemas y las soluciones basadas en la naturaleza, que contribuyan al bienestar de las personas. Es clave asegurar el financiamiento para la adaptación, históricamente rezagado frente a la mitigación», manifiesta.
Uno de los frente para el éxito de la COP, afirma Rivadeneira, es que las NDCs estén alineadas con la misión 1.5: que reflejen medidas de mitigación y adaptación coherentes y, crucialmente, marcos claros de implementación vinculados a planes nacionales de desarrollo y con financiamiento robust
La COP puede ser particularmente interesante para la región, indica Koop, porque la idea de Brasil es traer sobre la mesa la adaptación, un tema históricamente relegado en las conferencias de cambio climático.
“Para América Latina, que es una región extremadamente vulnerable al cambio climático, con efectos visibles todos los años y cada vez en aumento, la posibilidad de empezar a discutir financiamiento para la adaptación y priorizarla es importante”, declara.
El Índice de Vulnerabilidad al Financiamiento Climático (CliF, por sus siglas en inglés) sitúa a la región como la segunda más expuesta del planeta —solo superada por África— y coloca a ocho países latinoamericanos dentro de la “Zona Roja” de riesgo máximo: Belice, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Venezuela.
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Financiación
Los expertos coinciden en la necesidad de una ruta clara para los 1.3 trillones de dólares que se trabajaron en la COP 29.
Rivadeneira considera además necesario avanzar con mecanismos innovadores de financiamiento, como la propuesta del gobierno de Brasil sobre el Tropical Forest Forever Facility (TFFF), que permitirá a los países conservar en pie bosques nativos.
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Deforestación
Cadenas de valor libres de deforestación y conversión destaca Rivadeneira también como parte de las prioridades para la COP. Esto significa, agrega, transformar sistemas alimentarios y cadenas de suministro para que no provengan de la degradación de bosques tropicales, manglares y otros ecosistemas
La economía latinoamericana se basa en gran medida en la agroganadería, un sector que requiere vastas extensiones de tierra para la producción. Esto implica la conversión de bosques en áreas destinadas a la agricultura mecanizada o al pastoreo de ganado.
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Para lograr el equilibrio entre el desarrollo sostenible y el crecimiento económico, Muhamad define dos perspectivas: una es la soberanía alimentaria, que requeriría una transformación hacia la agroecología, empoderando las capacidades campesinas, disminuyendo los costos de producción y aumentando la calidad de suelos, alimentos y la preservación del agua. La otra corresponde a las grandes agroindustrias de exportación, que necesitan una transformación del sistema alimentario mundial hacia alimentos bajos en la producción de carbono, lo que implica una transformación total del sistema.
“Es una de las transformaciones más interesantes por su potencial de captura de carbono, aumento de biodiversidad, justicia social, mejor alimentación y preservación del agua”.
Lo considera como una «revolución» y argumenta que se necesita impulso y reglas del sistema financiero que ayuden a costear las transiciones.
Rivadeneira, por su parte, recuerda que ya existen evidencias de producciones sostenibles que funcionan, como la agroecología y la agricultura regenerativa, que previenen la expansión de la frontera agrícola, mejoran prácticas, aseguran comercio justo y benefician toda la cadena de valor.
Justicia climática y compromiso con la verdad
Muhammad concluye que es muy preocupante que, en lugar de enfocarse en las transiciones hacia la justicia social, el empoderamiento y la restauración ecológica, se avance en la defensa del capitalismo impulsado por combustibles fósiles, que conduce al autoritarismo y la guerra.
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“La acción climática debe entenderse como un derecho, protegiendo especialmente a las poblaciones vulnerables y generando oportunidades para comunidades, pueblos indígenas, mujeres, jóvenes y personas en movilidad humana”.
Desde el sector de la información, Koop lamenta las dificultades logísticas y los costos, que limitarán la amplia participación de periodistas para brindar una amplia cobertura desde el lugar de los hechos con el fin de ofrecer información clave y, sobre todo, certera en tiempos de amplia desinformación.
“La desinformación climática está claramente en aumento, a partir de múltiples factores, políticos, económicos y demás, y el periodismo tiene un papel central en trabajar sobre esa desinformación, en encontrar estrategias, caminos para adelante; desempeña un papel muy destacado”, reflexiona.
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