En España, la falta de educación financiera no es solo un suspenso académico: es un obstáculo que acompaña a los ciudadanos durante toda la vida. Cuando no se entiende cómo gestionar el dinero, tampoco se sabe cómo proteger ni transmitir el patrimonio familiar.
La ausencia de planificación patrimonial afecta a decisiones tan importantes como ahorrar, invertir o gestionar una herencia, decisiones que se toman a ciegas, y el coste de esa improvisación suele ser alto, tanto en términos económicos como en estabilidad familiar.
Contexto: el déficit financiero en España
Los datos no dejan lugar a dudas: España arrastra un problema estructural en materia de educación financiera. Según el último informe PISA, más de la mitad de los adolescentes españoles no alcanza el nivel mínimo en competencia financiera. Y el problema no se corrige con la edad: estudios de Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorros) muestran que los adultos tampoco destacan en comprensión de conceptos básicos como el interés compuesto, la inflación o la diversificación de inversiones.
A esta carencia se suma un obstáculo cultural. El dinero sigue siendo un tema tabú en la mayoría de los hogares españoles. Apenas se habla de planificación del ahorro, gestión de hipotecas o herencias, lo que alimenta un círculo vicioso: la falta de diálogo genera desconocimiento, y este desconocimiento conduce a decisiones poco meditadas.
Las consecuencias son palpables. Muchos ciudadanos se endeudan sin evaluar los costes reales, mantienen sus ahorros en cuentas corrientes con rentabilidad nula, o se enfrentan a procesos sucesorios con una alta carga fiscal por no haber preparado la transmisión del patrimonio.
Qué es la planificación patrimonial y por qué importa
La planificación patrimonial consiste en la organización estratégica de los recursos económicos y bienes de una persona o familia. Se trata del desarrollo de un proyecto detallado en el que se plasman unos objetivos financieros de un individuo. No es solo cuestión, por tanto, de acumular riqueza, sino de estructurar y proteger un patrimonio que puede incluir ahorros, inversiones, inmuebles, negocios familiares e incluso objetos de valor.
Su objetivo principal es conseguir un equilibrio entre los recursos futuros y las necesidades, preservar el patrimonio y garantizar su transmisión eficiente a las siguientes generaciones, minimizando riesgos y optimizando el impacto fiscal.
Existe la falsa creencia de que la planificación patrimonial es un lujo reservado a grandes fortunas. La realidad es que cualquier ciudadano con una vivienda, un plan de ahorro o un pequeño negocio necesita cierto grado de planificación. Desde decidir cómo se invertirá un fondo de pensiones hasta prever cómo se repartirá una herencia. La organización patrimonial afecta al bienestar financiero de todas las familias.
Las consecuencias de no planificar
Como consecuencia de la falta de conocimiento que impera en la sociedad española, no anticipar la gestión del patrimonio está derivando en problemas de gran calado.
La mayoría de los conflictos patrimoniales que vemos en los tribunales podrían haberse evitado con una mínima planificación previa. La improvisación es el peor enemigo de la estabilidad financiera y familiar.”, afirma Ana Feijóo, socia del área de derecho patrimonial de Javaloyes Legal.
Es muy habitual la existencia de herencias conflictivas y con altos costes fiscales. Esta problemática se agrava en España, ya que el Impuesto de Sucesiones varía notablemente entre comunidades autónomas, lo que hace que sea más difícil conocer la normativa concreta. Sin una planificación previa, los herederos pueden enfrentarse a pagos imposibles o disputas familiares que deterioren las relaciones personales y diluyan el patrimonio.
Por otra parte, es común sostener ahorros mal invertidos. Mantener todo el dinero en depósitos sin rentabilidad, o asumir riesgos excesivos sin diversificar es una práctica frecuente entre quienes carecen de asesoramiento financiero. El resultado puede ir desde un rendimiento insuficiente hasta pérdidas patrimoniales significativas.
Otro problema general es la jubilación precaria. Son muchas las personas que llegan a la edad de retiro con escasa previsión y confiando únicamente en la pensión pública. Actualmente, dado el contexto de envejecimiento poblacional y las tensiones del sistema, se trata de una apuesta arriesgada. Por ello, la ausencia de planes complementarios puede reducir la calidad de vida en la vejez.
En nuestro país, más del 80 % de las empresas son familiares. La ausencia de un plan de sucesión claro deja a estas empresas familiares sin continuidad. Miles de negocios desaparecen anualmente con motivo de la jubilación o fallecimiento de sus fundadores.
En definitiva, la falta de planificación patrimonial convierte al futuro en una incógnita cargada de incertidumbre y posibles pérdidas.
El papel de la educación financiera
La raíz del problema está en la base formativa. Si la educación financiera se incorporara en la enseñanza desde edades tempranas, conceptos como el ahorro, la inversión a largo plazo o el interés compuesto serían tan familiares como las matemáticas básicas. Además, al no haber formación tampoco en las familias, los jóvenes tampoco pueden recibir esta formación en el entorno familiar.
No obstante, muchas decisiones patrimoniales se siguen tomando tarde, bajo presión y con escasa información. Un ejemplo común es el de las herencias inesperadas: familias que deben decidir en semanas sobre bienes y obligaciones fiscales que nunca fueron discutidos en vida. Otro ejemplo es la gestión tras una crisis económica o un despido, donde se improvisan medidas de emergencia en lugar de contar con un colchón de previsión.
La planificación patrimonial debería formar parte de la cultura financiera básica, junto al control del presupuesto familiar y el hábito del ahorro. Solo así se logrará que los ciudadanos afronten las diferentes etapas de la vida con seguridad económica.
Quién impulsa la educación y la planificación
En los últimos años, han surgido iniciativas destacables en España. Programas como “Tus Finanzas, Tu Futuro”, impulsados por la Asociación Española de Banca, han acercado la educación financiera a miles de jóvenes. También proliferan pódcasts, talleres y plataformas digitales que explican de manera accesible temas complejos como la fiscalidad de las inversiones o la sucesión empresarial.
No obstante, el alcance de estas acciones es limitado. Falta integración en el sistema educativo: ni en colegios ni en institutos se enseña de manera sistemática cómo planificar un presupuesto, contratar un préstamo hipotecario o anticipar una jubilación.
Ante este vacío, los profesionales especializados (asesores financieros, abogados para planificación patrimonial o fiscalistas) se convierten en actores clave. Sin embargo, la sociedad suele acudir a ellos tarde, cuando los problemas ya son urgentes: tras un fallecimiento, una inspección fiscal o una crisis empresarial. El reto está en recurrir a estos expertos de forma preventiva, no reactiva.
Un llamado a la acción
Es importante tener muy presente que la estabilidad financiera de las familias españolas no puede depender de la improvisación. Es necesario normalizar la conversación sobre dinero y patrimonio tanto en el entorno familiar como en las escuelas. Hablar de estos temas no significa obsesionarse con la riqueza, sino aprender a gestionar con responsabilidad los recursos disponibles.
La planificación patrimonial debe presentarse como una herramienta de seguridad, no como un lujo. Incluirla dentro de la educación financiera permitiría a los ciudadanos proteger su presente y asegurar su legado.
En un país donde los retos demográficos, la volatilidad económica y las diferencias fiscales entre territorios marcan la agenda, planificar no es una opción: es una necesidad para garantizar la estabilidad de cada familia y de la sociedad en su conjunto.
La educación financiera no puede quedarse en enseñar a manejar una tarjeta o a elaborar un presupuesto básico. El futuro económico de las familias depende de incorporar la planificación patrimonial como parte esencial de esa formación.
Porque la diferencia entre improvisar y planificar puede determinar no solo la tranquilidad de una persona en su jubilación, sino también el legado que dejará a sus hijos y nietos. En definitiva, sin planificación patrimonial no hay estabilidad financiera. Es un aspecto clave, ya que la diferencia entre improvisar y planificar puede marcar el rumbo de toda una generación.
En palabras de Ana Feijóo, “Planificar el patrimonio no es solo una cuestión de fiscalidad o de números. Es una herramienta de protección que da seguridad a la familia y asegura que el esfuerzo de toda una vida no se pierda en un trámite mal gestionado.”
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