Valeria López Peña
Madrid (EFEverde).- «El negro es infinito desde el aire», explica a EFEverde el fotógrafo gallego Pedro Armestre, quien ha documentado desde una avioneta el rastro de los megaincendios que este verano arrasaron amplias zonas Ourense, León y Zamora. En colaboración con Greenpeace, Armestre ha volado sobre lo que antes fueron hogares, espacios protegidos y bosques, captando imágenes de casas destruidas, biodiversidad reducida a manchas negras y antiguos santuarios ecológicos calcinados.
Desde su casa en Villamayor (Ourense), Armestre explica a EFEverde como la crisis climátia a agravado estos desastres: “estamos más que acostumbrados a los incendios forestales porque todos los años tenemos abundancia de ellos, aunque últimamente son más grandes y voraces”.
Con una trayectoria de más de 30 años de fotoperiodismo, retratando temas sociales y ambientales, el impacto del fuego ha sido uno de sus temas recurrentes. Durante dos de estas décadas retrató campañas de extinción, trabajando de cerca con bomberos que, según recuerda, “llegan hasta donde pueden, en condiciones laborales deplorables”.
Este verano, sin embargo, no pudo cubrir de forma activa los incendios debido a una infección pulmonar. “Aunque estaba en el epicentro de la noticia, no he podido documentar como hubiera querido uno de los peores veranos desde que hay registros, ya que 2025 acumula 8 de los 10 grandes incendios forestales más graves del siglo», lamenta.
Un verano marcado por dos semanas de una ola de incendios que arrasó con más de 330.000 hectáreas, más superficie que en cualquier otro año completo de este siglo, según datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS).
“Estos días que parece que ya todo ha acabado, es cuando me planteo hacer un trabajo desde el aire”. Así, el pasado 30 de agosto se subió a una avioneta durante cuatro horas para sobrevolar zonas devastadas en León, Castilla y Galicia.
Ceniza convertida en memoria
Las imágenes muestran retratos inéditos de suelos calcinados: casas con techos destruidos rodeadas de ceniza, espacios protegidos reducidos a manchas negras y antiguos santuarios ecológicos arrasados. Entre ellos, puntos que no habían sido fotografiados hasta ahora como la Serra do Courel, el Parque Natural de O Invernadeiro o la parroquia de Parafita, que hace parte de la Red Natura 2000.
Una magnitud que se logra apreciar desde las alturas: “cuando estás en tierra y ves todo quemado, la mirada queda limitada por una montaña o los árboles; pero cuando estás a 300 o incluso a 1.500 metros de altura, la imagen es sobrecogedora, el negro es infinito”, relata Armestre.
Aun así, entre las cenizas persisten algunos brotes verdes. Para el fotógrafo, son “una manera de resaltar que la vida se mantiene, aunque le esté costando mucho”, un resquicio de esperanza para unos bosques que tardarán décadas en recuperarse.

©Greenpeace/ Pedro Armestre
Reflexiones desde Ourense
Armestre es contundente: “El mayor pirómano es el político que, conociendo la problemática desde hace años, ha abandonado la gestión forestal y el territorio”.
Si bien reconoce que la ola de calor de 15 días y la primavera lluviosa agravaron la situación, insiste en que la falta de planificación convierte cada verano en un polvorín porque “si tienes el territorio abandonado y además no cuidas a los servicios de extinción, lo que ocurre es normal: un día arde, y cuando lo hace, el fuego es imparable”, dice Amestre.
En su opinión, “el problema no se debe únicamente al abandono rural, ni a la emergencia climática, ni a la falta de inversión pública y prevención; es un poco de cada cosa, y cuando todas se juntan sucede lo que vimos este verano”.EFEverde
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