• 03/10/2025 12:05

Tu código postal decide si sobrevives al calor. Por Antonieta Cádiz (Climate Power En Acción)

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Por Antonieta Cádiz, Directora Ejecutiva, Climate Power en Acción

Mientras más de 130 millones de personas sudaban bajo temperaturas récord esta semana, dos realidades paralelas se hacían evidentes: en Brentwood, Los Ángeles, las familias subían el aire acondicionado; a solo 20 minutos de distancia, en Boyle Heights, los residentes abrían las ventanas esperando una brisa que nunca llegaba. La diferencia: 12 grados Fahrenheit que pueden determinar si duermes o pasas la noche en vela.

Esto no es un tema de geografía. Es un tema de política. El calor extremo mata a más estadounidenses que huracanes, inundaciones y tornados combinados. Y cuando miramos el mapa, el patrón es claro y brutal: los vecindarios latinos son auténticos hornos urbanos, hasta 7 grados más calientes que las zonas cercanas con más recursos y poder adquisitivo.

¿Por qué Gulfton, en Houston, se cocina sin árboles mientras otros vecindarios disfrutan de parques con amplia sombra? ¿Por qué los mismos códigos postales que sufrieron redlining hace décadas hoy registran las temperaturas más letales? La respuesta está en decisiones deliberadas: décadas de planificación urbana que concentraron el asfalto y negaron la vegetación a las comunidades con menos poder político para defenderse.

El costo se mide en vidas, no solo en grados. Los trabajadores agrícolas latinos tienen 20 veces más probabilidad de morir por calor extremo que el resto de la fuerza laboral del país. Veinte veces. Hablamos de padres, madres, hermanos que salen al campo cada mañana a temperaturas que superan los 110°F, sin sombra, sin descansos garantizados, sin protección.

Un sistema que les da la espalda

 Cuando estas comunidades piden ayuda, se encuentran con un sistema que les da la espalda. Investigaciones muestran que los vecindarios con alta población latina e inmigrante—aunque estén clasificados como altamente vulnerables—reciben menos fondos federales para enfrentar la crisis climática.

Y el impacto no es solo físico o emocional—también es económico. Este verano, se espera que las familias estadounidenses gasten un récord de $784 dólares, en promedio, para enfriar sus hogares entre junio y septiembre. Más de 21 millones de personas ya están atrasadas en el pago de sus facturas de energía. Las familias latinas, que ya enfrentan cargas energéticas más altas, podrían ver un aumento de más de $110 en sus facturas el próximo año y hasta $400 en la próxima década si se eliminan los créditos fiscales para energía limpia, como propone el plan presupuestario de Trump. Para muchas familias, eso significa tener que elegir entre prender el aire acondicionado o poner comida en la mesa.

Y lo peor: la situación sigue deteriorándose. Mientras el calor extremo le cuesta al país $162 mil millones al año, los recortes a las agencias y programas federales encargados de prevenir y mitigar esta crisis han sido igualmente extremos. La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, sigla en inglés) ha perdido más de 850 empleados; la Agencia de Protección Ambiental  (EPA, por sus siglas en inglés) enfrenta un recorte del 26 % que afectaría directamente programas de justicia ambiental y monitoreo de aire. Los CDC han eliminado la unidad que vigilaba enfermedades relacionadas con el calor. Y programas vitales como LIHEAP, que ayudan a pagar el aire acondicionado a familias vulnerables, también están en la cuerda floja.

Eliminar la Estrategia Nacional contra el Calor nos deja sin un plan, sin coordinación, sin respuesta federal cuando más se necesita. Todo esto, en medio de veranos cada vez más largos, más intensos y más letales. 

Salud mental y física al límite

Las consecuencias van más allá del termómetro. Quienes toman antidepresivos u otros medicamentos psiquiátricos son más vulnerables al calor, y los estudios muestran una relación directa entre olas de calor y crisis de salud mental. La pérdida de sueño por las altas temperaturas también incrementa el estrés. Para comunidades latinas, ya con acceso limitado a servicios de salud mental, esto es una tormenta perfecta.

Los trabajadores al aire libre—quienes recogen nuestros alimentos, construyen nuestras ciudades y mantienen en movimiento nuestras comunidades—están entre los más expuestos al calor extremo, y la mayoría son latinos. Según la EPA, los latinos tienen un 40 % más de probabilidad de vivir en zonas donde pronto será demasiado peligroso trabajar todo el día bajo el sol. Y los datos son alarmantes: estos trabajadores tienen 35 veces más riesgo de morir por enfermedades relacionadas con el calor que el resto de la población. 

El impacto no es solo humano, también es económico: hacia mediados de siglo, el calor extremo podría provocar la pérdida de $55 mil millones al año en salarios, golpeando con más fuerza a las comunidades de color. Aun así, los recortes de Trump han eliminado protecciones básicas como descansos, sombra y agua, y han desmantelado oficinas clave de OSHA y programas federales que protegían a quienes, literalmente, están dejando el sudor en el suelo.

A corto plazo, el calor extremo afecta órganos como el corazón, los riñones, y agrava enfermedades respiratorias y metabólicas. A largo plazo, incrementa el riesgo de suicidio, hospitalizaciones y un ciclo de sufrimiento que no se detiene cuando baja la temperatura. 

No es el clima: es el código postal

A nivel nacional, los días de eventos de calor extremo son responsables de casi 235,000 visitas a salas de emergencia y más de 56,000 admisiones hospitalarias por enfermedades relacionadas o adyacentes al calor, agregando aproximadamente $1 mil millones en costos de atención médica cada verano. Los efectos a largo plazo incluyen mayor riesgo de suicidio y aumento en admisiones hospitalarias y visitas a salas de emergencia relacionadas con salud mental, creando un ciclo de vulnerabilidad que persiste mucho después de que bajan las temperaturas.

Solo en 2024, el condado de Maricopa en Arizona confirmó 602 muertes por calor, con casos aún bajo investigación. Phoenix vivió 113 días consecutivos con más de 100°F. En Carolina del Norte, la empresa Duke Energy advirtió sobre apagones por la ola de calor, mientras trabajadores agrícolas—la mayoría latinos—denunciaban condiciones peligrosas y agotamiento térmico. En Atlanta, donde se superan los 100°F, el índice Climate Shift señala que estos eventos son ahora cinco veces más probables por efecto del cambio climático.

El mensaje es claro: tu código postal puede determinar si vives o mueres cuando llega el calor. Y desde Climate Power en Acción lo vemos como lo que es: una emergencia vital que exige respuestas concretas y urgentes.

Los planes climáticos—locales, estatales y federales—deben tomar en cuenta que muchas comunidades latinas están entre las más vulnerables al calor extremo. Las soluciones como centros de enfriamiento gratuitos y accesibles, personal bilingüe, techos frescos, pavimento permeable, árboles y espacios verdes pueden marcar una gran diferencia, especialmente en los códigos postales de mayoría latina.

Soluciones reales para una crisis evitable

A nivel federal, expertos y líderes comunitarios han propuesto que el calor extremo sea reconocido como un desastre bajo la Ley Stafford, lo que permitiría a FEMA liberar fondos en momentos críticos. También se ha planteado la necesidad de establecer estándares nacionales para proteger a trabajadores al aire libre—como descansos, sombra y acceso a agua potable—ya que solo tres estados cuentan con protecciones laborales específicas para el calor: California, Oregon y Washington.

Además, se está observando un creciente interés en que el sector privado invierta en energía limpia en comunidades latinas, mediante paneles solares, almacenamiento de energía y microrredes comunitarias. Estas inversiones no solo ayudan a bajar los costos de electricidad—hasta en un 40 % en algunos casos—sino que también fortalecen la resiliencia local y generan empleos.

Cada persona puede ser parte de la solución. Exige que tu comunidad esté en los planes locales de adaptación climática. Contacta a tus representantes. Firma peticiones. Involúcrate.

Las comunidades que menos han contribuido al cambio climático están pagando el precio más alto. Pero cada ola de calor también es una oportunidad para construir un país donde protegerse del calor sea un derecho, no un lujo.

El futuro que merecemos no puede construirse ignorando a quienes hoy se queman en silencio. Hagamos sombra. Hagamos justicia. Porque cada grado que sube pone otra vida en riesgo. Y no podemos permitirnos perder ni una más.

Antonieta Cádiz, directora ejecutiva adjunta de Climate Power En Acción 
Antonieta Cádiz

(*) Antonieta Cádiz es directora ejecutiva adjunta de Climate Power En Acción 

https://climatepower.us/cpea/

*Climate Power En Acción es un proyecto de Climate Power enfocado en alcanzar y movilizar a los latinos para la acción climática y una economía más justa, limpia y saludable.

 

 

Fotografía principal: Foto de archivo de niños jugando bajo el agua len una fuente en Chicago (EE.UU.). EFE/Tannen Maury


 

Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de EFEvhttps://efeverde.com/prohibicion-uso-fueloil-aguas-artico/erde

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Artículo de Arturo Larena publicado en https://efeverde.com/calor-extremo-justicia-climatica-comunidades-latinas-eeuu-antonieta-cadiz-climate-power/