Diego Fierro Rodríguez

Diego Fierro Rodríguez
I. Introducción a la convergencia de símbolos y poder en la era contemporánea
En la intersección de la política, la cultura popular y el espectáculo, la figura de Donald Trump surge como un arquitecto de narrativas que trascienden lo convencional, con un amplio contraste mostrado gracias a sus defensores y detractores. Su anuncio del 4 de mayo de 2025, en el que ordena la reapertura y expansión de la prisión de Alcatraz para albergar a los «delincuentes más despiadados y violentos» de Estados Unidos, no es un simple ejercicio de política penitenciaria, sino una maniobra simbólica cargada de intencionalidad.
Este proyecto, articulado a través de un mensaje en Truth Social, se entrelaza con la evocación del torneo de baloncesto Red Bull King of the Rock, un evento que, entre 2010 y 2013, transformó la isla de Alcatraz en un escenario de competencia deportiva. La yuxtaposición de estas dos iniciativas —la prisión como símbolo de ley y orden, y el torneo como expresión de libertad individual— revela una tensión profunda entre el control estatal y la celebración de la autonomía personal. Este ensayo analiza, desde una perspectiva jurídica e histórica, las implicaciones de la propuesta de Trump, explorando cómo su retórica se nutre de la mitología de Alcatraz y del imaginario cultural para consolidar una visión de autoridad, mientras se enfrenta a obstáculos legales, prácticos y éticos.
La historia de Alcatraz, conocida como «The Rock», es un compendio de narrativas de confinamiento, resistencia y reinvención. Desde su uso como fortaleza militar en el siglo XIX hasta su conversión en penitenciaría federal en 1934, la isla ha encarnado la idea de aislamiento absoluto. Su cierre en 1963, debido a costos operativos tres veces superiores a los de otras prisiones federales, marcó el fin de una era, pero su transformación en un parque nacional y atracracción turística, que genera 60 millones de dólares anuales, la consolidó como un ícono cultural. La propuesta de Trump de revertir esta evolución, combinada con la memoria del torneo Red Bull King of the Rock, plantea preguntas sobre el uso del espacio público, la legitimidad de las políticas punitivas y la instrumentalización de símbolos en la política contemporánea. Este análisis se estructura en torno a tres ejes: el marco jurídico de la reapertura de Alcatraz, las tensiones culturales entre la prisión y el torneo, y las implicaciones éticas de la propuesta en el contexto democrático.
II. El marco jurídico de la reapertura de Alcatraz como desafío constitucional
La orden de Trump para reabrir Alcatraz, emitida el 4 de mayo de 2025, instruye a la Oficina Federal de Prisiones, el Departamento de Justicia, la Oficina Federal de Investigación y el Departamento de Seguridad Nacional a reconstruir y ampliar la isla como una penitenciaría de máxima seguridad. Esta directiva, sin embargo, enfrenta obstáculos legales significativos, derivados tanto de la estructura constitucional de Estados Unidos como de las leyes que rigen la gestión de sitios históricos. La isla de Alcatraz, desde 1972, forma parte del Área de Recreación Nacional Golden Gate, administrada por el Servicio de Parques Nacionales, una entidad federal que opera bajo la Ley de Parques Nacionales de 1916. Esta legislación establece que los sitios designados como parques nacionales deben preservarse para el disfrute público, lo que entra en conflicto directo con la conversión propuesta por Trump. La redesignación de Alcatraz como prisión requeriría una acción legislativa del Congreso, ya que el presidente no posee autoridad unilateral para alterar el estatus de un parque nacional.
Además, la propuesta de Trump se enmarca en un contexto de tensiones con el poder judicial, particularmente por su uso de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 para deportar a presuntos miembros de pandillas sin debido proceso. En marzo de 2025, un juez federal en Texas declaró esta práctica «ilegal», invocando las garantías de debido proceso de la Quinta Enmienda y la igual protección de la ley de la Decimocuarta Enmienda. La reapertura de Alcatraz, si se destinara a albergar a inmigrantes deportados o ciudadanos estadounidenses sin juicio, enfrentaría desafíos similares. La jurisprudencia, como Boumediene v. Bush (553 U.S. 723, 2008), ha establecido que los detenidos en instalaciones federales, incluso fuera del territorio continental, tienen derecho a habeas corpus. La retórica de Trump, que describe a los jueces como «radicalizados» por exigir juicios, sugiere una intención de eludir estas protecciones, lo que podría desencadenar una cascada de litigios.
Otro obstáculo jurídico radica en la financiación. La Oficina Federal de Prisiones, que enfrenta crisis de infraestructura y personal, operaba Alcatraz en 1963 a un costo tres veces superior al de otras prisiones debido a su aislamiento geográfico. En 1962, el director de la oficina, James Bennett, estimó que la restauración de la isla costaría entre 3 y 5 millones de dólares, una cifra que, ajustada a 2025, supera los 30 millones. La construcción de una nueva prisión en Letcher County, Kentucky, con capacidad para 1,400 reclusos, está presupuestada en 500 millones de dólares, lo que indica que la reconstrucción de Alcatraz, con su infraestructura deteriorada por la sal marina, sería aún más costosa. Trump, quien propone recortar miles de millones del presupuesto del Departamento de Justicia, no ha aclarado cómo financiaría este proyecto, lo que sugiere una falta de viabilidad práctica que podría ser impugnada bajo la Ley de Apropiaciones de 1974, que prohíbe el uso de fondos federales sin autorización congressional.
III. La tensión cultural de Alcatraz como prisión y escenario del Red Bull King of the Rock
La propuesta de Trump no solo enfrenta barreras legales, sino que también choca con la transformación cultural de Alcatraz en las últimas décadas. Entre 2010 y 2013, la isla albergó el torneo Red Bull King of the Rock, un campeonato de baloncesto callejero que atrajo a competidores de todo el mundo para enfrentarse en duelos uno contra uno en una cancha instalada en el patio de la prisión. Este evento, que celebraba la destreza individual y la creatividad, contrastaba radicalmente con la historia de Alcatraz como un lugar de confinamiento y disciplina. Mientras la prisión simbolizaba el control estatal sobre los «incorregibles», el torneo encarnaba la libertad de expresión física y la resistencia cultural. La imagen de jugadores desafiando las sombras de las celdas vacías evocaba una narrativa de redención, transformando un espacio de castigo en uno de competencia y comunidad.
Esta dualidad cultural complica la visión de Trump de restaurar Alcatraz como un símbolo de «ley, orden y justicia». La isla, que atrae a 1.4 millones de turistas al año, ha sido resignificada como un lugar de reflexión histórica y artística, no solo por el torneo, sino también por eventos como la ocupación de 1969-1971 por activistas nativos americanos, que reclamaron la isla como tierra indígena. La reapertura de la prisión implicaría desmantelar esta identidad, un acto que críticos como la ex presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, han calificado como «no serio». Pelosi, cuyo distrito incluye Alcatraz, argumenta que la isla es un parque nacional y una atracción turística, no un recurso penitenciario viable. El senador estatal Scott Wiener, por su parte, ha descrito la propuesta como «profundamente desquiciada», un ataque al estado de derecho que ignora el valor cultural de Alcatraz.
La retórica de Trump, sin embargo, se nutre precisamente de esta tensión. Al invocar a Alcatraz, apela a su mitología como un lugar «inevitable», reforzada por películas como Escape from Alcatraz (1979) y The Rock (1996). Estas producciones han consolidado la imagen de la isla como un bastión de autoridad, un lugar donde los criminales más notorios, como Al Capone y George «Machine Gun» Kelly, eran aislados de la sociedad. Trump, al describir la prisión como un «símbolo de ley y orden», busca capitalizar esta percepción, presentándose como un líder dispuesto a restaurar una era de disciplina frente a lo que describe como un país asediado por «delincuentes seriales». Sin embargo, esta narrativa choca con la realidad de Alcatraz como un espacio que, a través del torneo Red Bull King of the Rock, demostró su capacidad para trascender su pasado punitivo y abrazar una identidad de libertad y creatividad.
IV. Implicaciones éticas del riesgo de la espectacularización de la justicia
La propuesta de Trump no es solo un proyecto penitenciario, sino un ejercicio de espectacularización de la justicia que plantea serias cuestiones éticas. Al anunciar la reapertura de Alcatraz en Truth Social, Trump utiliza un lenguaje hiperbólico, describiendo a los potenciales reclusos como «los desechos de la sociedad» que solo aportan «miseria y sufrimiento». Esta retórica deshumanizante, que recuerda sus comentarios sobre inmigrantes como «criminales» que deben ser deportados sin juicio, refuerza una visión de la justicia como castigo en lugar de rehabilitación. La elección de Alcatraz, un lugar cuya historia está marcada por condiciones brutales y un régimen de «máxima seguridad, mínimo privilegio», sugiere una intención de revivir un modelo penitenciario que prioriza la segregación sobre la reinserción, en contradicción con las tendencias modernas de reforma penal.
Además, la propuesta de Trump ignora las lecciones de la historia de Alcatraz. Durante sus 29 años de operación, la prisión albergó a menos del 1% de la población penitenciaria federal, con un promedio de 260 a 275 reclusos. Su capacidad limitada y altos costos operativos la hicieron insostenible, como señaló el historiador John Martini, quien describe la isla como una «cáscara» sin agua potable, electricidad ni saneamiento adecuados. La insistencia de Trump en reconstruirla, a pesar de la existencia de 16 penitenciarías federales de alta seguridad, como la de Florence, Colorado, sugiere que su objetivo es más simbólico que práctico. David Ward, profesor emérito de sociología en la Universidad de Minnesota, argumenta que Alcatraz siempre fue más un «elemento de relaciones públicas» que una solución penitenciaria efectiva, una observación que resuena con la estrategia de Trump de utilizar la isla como un emblema de su agenda de «ley y orden».
La evocación del torneo Red Bull King of the Rock añade una capa adicional de complejidad ética. Mientras Trump busca restaurar Alcatraz como un lugar de castigo, el torneo representó una apropiación del espacio para celebrar la agencia individual. La transformación de la isla en un escenario deportivo desafió su legado de opresión, ofreciendo una visión de comunidad y competencia que contrastaba con la deshumanización de la prisión. Al ignorar esta historia, Trump no solo desestima el valor cultural de Alcatraz, sino que también perpetúa una visión de la justicia que privilegia el espectáculo sobre la equidad. La propuesta, además, distrae de problemas más urgentes, como el recorte de casi mil millones de dólares en programas de prevención de la violencia, según el abogado de derechos civiles Scott Hechinger. Esta desconexión entre la retórica de Trump y las necesidades reales de la seguridad pública plantea preguntas sobre la legitimidad de su proyecto.
V. Conclusión sobre un símbolo en disputa
Hay que reconocer que la propuesta de Donald Trump para reabrir Alcatraz, presentada como una restauración de la «ley, orden y justicia», es un ejercicio de poder simbólico que busca capitalizar la mitología de «The Rock». Sin embargo, su viabilidad está limitada por barreras jurídicas, culturales y éticas que reflejan las complejidades de gobernar en una democracia moderna.
La isla, que ha evolucionado de prisión a parque nacional y escenario del torneo Red Bull King of the Rock, encarna una multiplicidad de significados que desafían la narrativa unidimensional de Trump. Su intento de restaurar Alcatraz como un bastión de autoridad ignora tanto las protecciones constitucionales que garantizan el debido proceso como el valor cultural de la isla en concepto de espacio de reflexión y creatividad. En última instancia, la disputa por Alcatraz revela una lucha más amplia por definir el equilibrio entre seguridad y libertad en el siglo XXI, un debate que exige una consideración cuidadosa de la historia, la ley y los valores democráticos.
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Artículo de Redacción publicado en https://www.lawyerpress.com/2025/05/19/trump-el-king-of-the-rock/