Marta Andrés, Sustainability Compliance Lead de Neture Impact
“La eliminación de las cargas de reporte excesivas es nuestra principal prioridad para las empresas”. Con esta firmeza, algunos ministros del actual ejecutivo alemán destacaban, en una carta enviada a la Comisión, tres prioridades en compliance de sostenibilidad: más competitividad, más consistencia y menos burocracia. Una preocupación justificada. Europa se enfrenta a una avalancha regulatoria que, lejos de generar estabilidad y confianza, está asfixiando a muchas empresas y comprometiendo la competitividad del continente.
En un momento de ansiedad regulatoria generalizada, las demandas son claras: reducir la elevada presión administrativa que supone cumplir con el exigente marco normativo y reforzar el acompañamiento a las compañías. Demandas que ya fueron recogidas en el Informe Draghi, cuya publicación destacaba las limitaciones de la regulación y sus elevadas repercusiones financieras para el contexto empresarial. No en vano, el coste de cumplir con la normativa oscila entre los 100.000 y los cinco millones de euros1, una cifra que no solo representa un gasto operativo, sino que puede convertirse en una barrera infranqueable para muchas empresas.
Y es que más del 60% de las empresas de la Unión considera que la legislación es un obstáculo para la inversión2. En el foco de mira se encuentran las PYMES, que deben enfrentar múltiples barreras, incluyendo el reducido tiempo de adaptación, la falta de conocimiento especializado o las limitaciones de capital.
Pero el reto no es solo económico, ya que la complejidad operativa también preocupa. Con más de 1.000 puntos de datos a analizar, las nuevas normativas afectan a 50.000 empresas, generando un “efecto goteo” que amplifica la presión a lo largo de la cadena de valor. Además, la lenta transposición a las legislaciones nacionales – como ocurre en España – añade incertidumbre acerca de la aplicación de los nuevos requisitos y dificulta la planificación y toma de decisiones.
Sostenibilidad y competitividad
Aunque el reto más evidente es la delicada búsqueda de equilibrio entre avances en sostenibilidad y competitividad en un marco de polarización política a escala global. Si bien la Unión Europea ha liderado estos últimos años la transición sostenible, otras jurisdicciones han optado por no comprometerse con estándares tan rigurosos, lo que les ha conferido, en muchas ocasiones, una clara ventaja competitiva. En este contexto, la coordinación de esfuerzos en distintos marcos de acción es cada vez más difícil.
Ante este complejo panorama, 2025 se presenta como un momento decisivo para consolidar los esfuerzos normativos de los últimos años.
En este sentido, la Comisión ya ha comunicado la publicación de un Omnibus a finales de febrero, cuyo objetivo es simplificar en un 25% las cargas de reporte. Un anuncio que ya ha levantado especulaciones entre algunos organismos científicos y activistas, que ven un retroceso importante en los baremos abanderados hasta entonces por la Unión, como ya empezó a tangibilizarse con las limitaciones de la CS3D o el freno al Reglamento contra la Deforestación.
Frente a este malestar, el Comisario Valdis Dombrovskis ha remarcado que “simplificación no es desregulación”. No obstante, existe el riesgo de que en su paso por el Parlamento y el Consejo se introduzcan modificaciones sustanciales que diluyan los avances logrados.
Punto de inflexión
El freno de la Unión Europea se produce en un momento de inflexión. Por un lado, destacan los avances de Reino Unido y China en la consolidación de sus propias Normas de Información sobre Sostenibilidad. Por otro, despuntan las declaraciones de Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, o la salida de BlackRock de la Net Zero Asset Managers, una alianza de inversionistas comprometidos con la transición hacia cero emisiones netas, siguiendo el ejemplo de entidades como Goldman Sachs, Morgan Stanley y Bank of America.
2025 abrirá nuevos horizontes para la sostenibilidad en Europa, pero también pondrá a prueba la capacidad del continente para encontrar un equilibrio entre ambición y pragmatismo. Si bien la simplificación de las cargas de reporte propuesta por la Comisión es un paso importante, el riesgo de desregulación sigue latente, lo que puede socavar los avances alcanzados hasta el momento. La grave polarización política exige un liderazgo fuerte, una coordinación efectiva y un enfoque más táctico. ¿Retomará Europa el timón?

1 EuropeanIssuers
2 Informe Draghi
Marta Andrés, Sustainability Compliance Lead de Neture Impact
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