Diego Fierro Rodríguez

Diego Fierro Rodríguez
El cierre de TikTok en Estados Unidos constituye un caso paradigmático en la intersección entre la seguridad nacional y las libertades fundamentales, especialmente la libertad de expresión y el acceso a la información. Este acontecimiento, que afecta directamente a unos ciento setenta millones de usuarios, tiene implicaciones legales y políticas que trascienden el ámbito tecnológico. Analizarlo requiere abordar con detenimiento los fundamentos legales de la medida, los derechos afectados y las tensiones geopolíticas subyacentes.
Desde el punto de vista jurídico, la prohibición de TikTok se apoya en una ley aprobada en abril de 2024, la Protecting Americans from Foreign Adversary Controlled Applications Act, que exige que las plataformas tecnológicas con vínculos significativos con gobiernos extranjeros considerados adversarios corten esos lazos o enfrenten restricciones. En este caso, el vínculo entre TikTok y Bytedance, su empresa matriz china, es percibido por el gobierno de Estados Unidos como un riesgo inherente para la seguridad nacional. La legislación invoca poderes excepcionales que permiten limitar la actividad de empresas extranjeras cuando se sospecha que pueden actuar como vectores de espionaje o influencia política, particularmente en momentos de crisis. Sin embargo, esta justificación se enfrenta al escrutinio de quienes defienden que tales restricciones constituyen un acto desproporcionado y contrario a la Primera Enmienda de la Constitución, que protege la libertad de expresión.
El argumento de la seguridad nacional descansa sobre la premisa de que Bytedance, y por extensión el gobierno chino, tiene acceso a datos sensibles de millones de estadounidenses. Además, se teme que pueda manipular el contenido visible en la plataforma para influir en procesos electorales o fomentar tensiones sociales. Aunque TikTok ha negado estas acusaciones, el contexto geopolítico actual favorece la percepción de que la presencia de empresas tecnológicas chinas en mercados estratégicos representa un desafío directo a la hegemonía digital de Estados Unidos. En este sentido, la medida no solo busca proteger datos personales, sino también evitar que una plataforma con amplio alcance en la juventud estadounidense se convierta en un canal de propaganda extranjera.
El cierre de TikTok ha planteado un conflicto directo entre dos principios fundamentales: el interés del Estado en garantizar su seguridad frente a amenazas extranjeras y el derecho de los ciudadanos a acceder libremente a plataformas de comunicación y expresión. La Primera Enmienda protege no solo el derecho a expresarse, sino también a recibir información. La prohibición de TikTok restringe ambas dimensiones, afectando tanto a los creadores de contenido como a los consumidores. Además, la medida impacta desproporcionadamente a los jóvenes, quienes constituyen el grupo demográfico más dependiente de esta plataforma para informarse y socializar.
Por otra parte, esta actuación pública ha generado un precedente inquietante sobre la capacidad de los Estados para regular o prohibir plataformas digitales en función de consideraciones políticas o estratégicas. En un entorno global donde las tecnologías de la información han erosionado las fronteras tradicionales, la decisión de prohibir TikTok refuerza la tendencia hacia la fragmentación del ciberespacio. Esta dinámica, a menudo denominada «balcanización de Internet», limita la capacidad de los usuarios para acceder a contenidos internacionales y debilita el carácter universal de la red.
El caso también ha puesto en evidencia una problemática global relacionada con la protección de datos personales en el entorno digital. Tanto TikTok como empresas estadounidenses como Meta o Google han sido señaladas por recopilar y analizar grandes cantidades de información sobre sus usuarios. Sin embargo, la narrativa oficial de Washington sugiere que el control estatal chino sobre Bytedance añade un elemento de riesgo que supera al de sus homólogos occidentales. Esta diferenciación suscita interrogantes sobre los estándares aplicados y la posible existencia de un doble rasero que prioriza la seguridad nacional estadounidense frente a preocupaciones universales sobre privacidad.
En todo caso, debe tenerse presente que el panorama inicial del cierre total dio un giro con la intervención del mandatario electo, Donald Trump, quien asumió el cargo el pasado día 20 de enero. Trump anunció una orden ejecutiva que permitirá a TikTok reanudar temporalmente sus operaciones en el país, mientras se negocia una solución a largo plazo que podría incluir la creación de una empresa conjunta con participación estadounidense. Este enfoque parece orientado a equilibrar los intereses estratégicos de Estados Unidos con el deseo de evitar el impacto económico y cultural de la desaparición de TikTok en el mercado estadounidense.
El argumento principal del gobierno saliente, liderado por Joe Biden, y del Congreso, que impulsó la ley, es que ByteDance representa un riesgo para la seguridad nacional debido a sus presuntos vínculos con el Partido Comunista Chino. Sin embargo, las declaraciones del equipo de Trump sugieren un enfoque menos drástico, que incluye la posibilidad de que TikTok continúe bajo propiedad china si se implementan garantías suficientes, como el almacenamiento de datos dentro de Estados Unidos y la creación de cortafuegos que limiten la influencia extranjera. Estas propuestas reflejan una disposición a negociar en lugar de imponer una prohibición definitiva.
Hay que reseñar que el caso de TikTok subraya la complejidad de regular plataformas digitales en un entorno globalizado. Por un lado, la ley que motivó su suspensión refleja la preocupación legítima de Estados Unidos por protegerse contra posibles amenazas a su seguridad. Por otro lado, la decisión de Trump de emitir una prórroga temporal demuestra que las soluciones absolutas, como el cierre total, no siempre son viables o deseables, especialmente cuando afectan a derechos fundamentales y generan repercusiones económicas y sociales significativas.
Ciertamente, las acciones de Trump para salvar TikTok plantean cuestiones sobre los límites del poder presidencial y la interacción entre las ramas legislativa y ejecutiva en la regulación tecnológica. La ley que condujo al cierre otorgó al presidente la autoridad para emitir extensiones de 90 días en caso de que estuvieran en curso negociaciones viables para vender la plataforma. Sin embargo, el anuncio de Trump de que buscará una participación estadounidense del 50% en una empresa conjunta plantea interrogantes sobre si esta propuesta excede el marco previsto por la legislación y podría enfrentar desafíos legales.
Desde una perspectiva comparativa, resulta pertinente analizar el enfoque adoptado por otras jurisdicciones. La Unión Europea, por ejemplo, ha optado por medidas regulatorias que buscan equilibrar la protección de los derechos de los usuarios con la soberanía tecnológica, sin recurrir a prohibiciones absolutas. Esta estrategia refleja una visión más matizada de los riesgos y oportunidades asociados con plataformas de origen extranjero. Sin embargo, también es cierto que el contexto geopolítico y los intereses estratégicos de la Unión Europea difieren considerablemente de los de Estados Unidos.
En última instancia, el cierre temporal de TikTok en Estados Unidos obliga a reflexionar sobre el equilibrio adecuado entre seguridad y libertad en el ámbito digital. Si bien los Estados tienen el deber legítimo de proteger a sus ciudadanos de amenazas externas, estas medidas no deben comprometer derechos fundamentales ni socavar la confianza en las instituciones democráticas. Este caso subraya la necesidad de desarrollar marcos legales internacionales que regulen el uso de datos y la influencia de las plataformas digitales, garantizando al mismo tiempo la protección de los derechos individuales y la seguridad colectiva. Solo mediante un enfoque equilibrado y global será posible afrontar los desafíos del siglo XXI en el ámbito tecnológico sin sacrificar los valores que sustentan las democracias modernas.
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